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De Teddy a don Eduardo

Diego A. Manrique

Circula una historia que evidencia la asombrosa dualidad de Teddy Bautista. Hace muchos años, cierto disquero tenía dificultades con un artista flamenco: éste creía poder registrar a su nombre en SGAE cualquier canción que interpretara, propia o ajena. Cansado de discutir, el hombre le ofreció visitar a Teddy -"ya sabes, el de Get on your knees"- para que le explicara cómo funcionaba SGAE. Dicho y hecho: en su despacho, un amable Teddy ofreció una clase teórica sobre los derechos de autor. Cuando terminó, el desconfiado flamenco respondió: "Bueno, todo eso ya me lo habían explicado. Pero yo lo creeré cuando me lo cuente Teddy Bautista".

Según la leyenda, ni aun viendo el DNI el cantaor terminó de creerse que el encorbatado Eduardo Bautista con mando en SGAE era el Teddy Bautista que se desgañitaba al frente de Los Canarios. Resulta comprensible su incredulidad: la misma trayectoria musical de Teddy supera cualquier fantasía. En 1964, con Los Ídolos, grabó éxitos de los Beatles para el racial sello Belter. Tres años después, tras temporadas en Estados Unidos, Los Canarios explosionaron como una feroz banda de soul. Hubo otras metamorfosis: en los setenta cultivaron el jazz-rock, la música progresiva, el rock sinfónico. Y Teddy protagonizó otras aventuras personales: teatro musical, producciones, el disco con Pepe Robles.

Para los que creen que un rockero lo es para toda la vida, imposible aceptar la reconversión del Otis Redding español en un ejecutivo, no, en un político que defiende posturas impopulares en pro de un colectivo misterioso. En ese proceso, Bautista se ha convertido en el ogro para los consumidores de música gratuita.

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