Susana Chillida explica la deslumbrante obra de su padre en un libro de conversaciones
La familia del escultor apoyará su proyecto de construcción en la montaña de Tindaya
La sencillez y profundidad de sus palabras, la magia del genio y la humanidad del artista Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924 -2002) se desvelan página a página en Elogio del horizonte (Destino), un libro coordinado por Susana Chillida en el que, a través de las conversaciones con once personas, se profundiza en la figura y obra de Eduardo Chillida. El escultor del vacío habla con pasión de su proyecto Tindaya, en Fuerteventura. "Su muerte empezó con la gran desilusión de no poder materializar esta obra y la incomprensión de los que le criticaron", asegura su hija.
Susana Chillida realiza en Elogio del horizonte un recorrido literario y fotográfico por la figura de su padre, en el que descubre las inquietudes del artista, la religiosidad del hombre y las grandes pasiones que le acompañaron a lo largo de su existencia. La religiosidad de Eduardo Chillida es una característica suya, asegura su hija. Acudía todos los domingos a misa porque "le gustaba saber que era como los demás en algo. Sentía que era importante acatar alguna ley porque era un hombre afortunado y libre". Habla el escultor con su hija sobre lo que significa Dios para él: "Es el todo. El gran fin, la gran meta, la diana. Pero eso no me lo tienes que preguntar a mí. Se lo tienes que preguntar a san Juan de la Cruz, a san Ignacio, a toda esa gente fabulosa que ha habido y que hay".
El libro comienza a gestarse en 1992, cuando Susana Chillida prepara una película sobre el proceso de creación de Homenaje a Hokusai, y finaliza en 1997, con las conversaciones que el escultor mantiene en Madrid con un grupo de personas próximas a él. Chillida dialoga con el cineasta Gonzalo Suárez, el filósofo Víctor Gómez Pin, el director emérito del Guggenheim de Nueva York, Thomas Messer, el periodista donostiarra Roberto Herrero, el neurólogo Alberto Portera, el jesuita y criminólogo Antonio Beristain o el historiador del arte y director del IVAM, Kosme de Barañano. La obra recoge también conversaciones con sus colaboradores y amigos José Antonio Fernández Ordóñez y Hans Spinner, familiares como su yerno, el escritor Eduardo Iglesias, o su propia hija, Susana Chillida.
El artista diserta sobre el proceso creativo de sus creaciones: "Una obra, para llegar al final, tiene que pasar por muchas instancias. Hay fuerzas que no son visibles, que son producto no sólo de la inteligencia o de la cabeza o de la habilidad o la potencia física". "En el proceso de mi trabajo, se da siempre un diálogo entre los dos, entre lo lleno y lo vacío". Se manifiesta contrario a la enseñanza del arte, "se pueden enseñar algunas cosas, algunas normas, algunas tonterías, pero no se puede enseñar nada que sea importante para otra persona. Hay que aprender, eso sí. Hay que tratar de entender lo que uno quiere hacer".
Defensor de la obra pública, afirma: "Es una de las cosas que me apasionan de la escultura, la obra que pertenece a todos. La relación de la obra con el hombre a través de la escala, por ejemplo, interviene en la obra pública más que en el resto". Cuando se refiere a Elogio del horizonte, una de sus obras que le seguía impresionando, apunta: "He buscado la escala que me ha parecido justa para ayudar al hombre a pasar de lo pequeño que es a la grandeza del horizonte". Un horizonte que también buscaba en Tindaya y que no logró encontrar. "Busco el sol, la luna y el horizonte, que son cosas muy importantes para los hombres. Y con ellos quiero señalar algo que debemos tener en cuenta las personas: que ser de un lugar no implica despreciar al hombre".
El daño de Tindaya
De reanudarse el proyecto, la familia lo apoyaría, aunque son conscientes de que no será igual a como él lo hubiese hecho en vida. "La muerte de mi padre empezó con la gran desilusión que se llevó con las manifestaciones de algunas gentes. Lo que oyó entonces le escandalizó. Ahora, cuando el informe ha revelado que la montaña lo desea, que no lo rechaza, como quería mi padre, parece que podría llevarse a cabo pero no estoy convencida pues creo que aquel proyecto le hizo tanto daño... Él tenía una gran ingenuidad y creo que su muerte empezó por esa desilusión", comentó la hija del artista.
En Elogio del horizonte el escultor habla de los grandes artistas que le impresionaron en la vida, y cita a Joan Miró y Georges Braque. Del primero destaca su personalidad -"un ser aparte, admirable, fantástico"- y del segundo, su sencillez.
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