"Somos una sociedad muy insolente"
Salvador Giner recibió ayer el Premio Nacional de Sociología
La insatisfacción con la carrera de Derecho y un libro hallado al azar (Sociología como ciencia de la realidad) en una librería de lance llevaron a Salvador Giner (Barcelona, 1934) a la sociología, tras estudiar en Alemania y EE UU y enseñar en Inglaterra casi 23 años. Ayer, el actual presidente del Institut d'Estudis Catalans recibió en Madrid el premio Nacional de Sociología y Ciencia Política 2006, reconocimiento a un discurso que no tiene nada del hombre "disperso y confuso" como se autodefinió.
Pregunta. No regresó a Barcelona hasta 1990. ¿Qué le llamó más la atención al volver?
Respuesta. La transformación de España de un país semirural ha urbanizado en tan poco tiempo. Lo que en el norte de Europa se tardó 120 años, aquí se hizo en 30. Todo el mundo habla de la transición política, pero la cultural ha sido la más extraordinaria. España era un país que quemaba iglesias y los católicos mataban masones. Pues 40 años después, las iglesias están vacías. Se ha sustituido quemar las iglesias por la indiferencia a ellas. Un salto brutal. En cambio, el salto étnico-cultural ha sido pequeño: el catalanismo, el andalucismo... se han reafirmado. Las identidades colectivas hispánicas se han intensificado. Quizá sea fruto de un proceso compensatorio de pérdida de esa personalidad.
P. También se ha perdido solidaridad y ciertas convenciones sociales. Tanto, que usted ha escrito hasta un manual de civismo con Victoria Camps. ¿Qué pasa?
R. A mí ha interesado mucho siempre el altruismo cívico, de qué manera los ciudadanos se organizan para los otros... Lo que ocurre es que no estamos bien educados. Vienen inmigrantes en masa, hay muchos españoles que han crecido con el televisivo Gran Hermano como referente, que no saben qué son, aparte de mileuristas. Hay una descomposición social gravísima. No tienen referentes. Se da en las sociedades occidentales un alto grado de falta de orientación, a lo que nos ha llevado el capitalismo concurrencial, una máquina de crear frustrados. Y si no tienes una religión, cualquiera, te vuelves agresivo. A esta gente la frustras y mañana muerden.
P. ¿Por eso los padres y los alumnos pegan a los profesores?
R. Se piensa que la escuela es un lugar para aparcar el niño y que allí ya le enseñarán lo que no les enseñan los padres. Se le pide mucho a la escuela y nosotros no le damos lo que necesita. Si queremos una sociedad moderna necesitamos capital social y capital humano. Y eso se consigue con grandes escuelas. Además, antes había un respeto por el que sabía más que tú que se ha perdido. Somos una sociedad muy insolente. Hemos dado tantas cosas a nuestros niños que ahora les damos hasta insolencia. Insolencia y caos. Hay un problema de anomía o falta de ley. No tenemos creencias: somos indiferentes a la iglesia y al partido comunista, por simplificar así las ideologías. Estamos perdiendo referentes. Se disgregan los valores.
P. ¿En esa disgregación se incluye la corrupción urbanística?
R. Corrupción ha habido siempre, pero ahora es hiperbólico. La clase política nos ha traicionado de la manera más vil: han destrozado el país. Fíjese: Marina d'Or, Benidorm... No hay coraje moral de legislar según qué. Tenemos unos políticos que no nos los merecemos.
P. Pero estos políticos salen de esta sociedad...
R. Sí, es una sociedad en descomposición moral. ¿Qué no lo ve cada día? ¿Y las mujeres maltratadas? ¿No es evidente que hay una descomposición moral en España? A esta sociedad le falta tensión moral. Y patriotismo.
P. ¿Patriotismo?
R. Tanto en España como en Cataluña hay nacionalismo, pero no patriotismo. El que quiere a su país no destroza su paisaje o tira papeles al suelo. Eso es virtud patriótica. La media cívica española está muy por debajo de Holanda e Inglaterra. Eso es mesurable.
P. ¿Nos pueden sacar de eso la sociedad de la información?
R. No creo en ella. Es una inflación de información por unos medios tecnológicos que lo facilitan. De eso, se venda como se venda, no puede venir nada bueno.
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