Serpiente en el edén sueco
Gellert Tamas bucea en la mente del 'asesino del láser'
En el edén sueco también hay serpientes. Y muerden. Lo descubrieron entre 1986 y 1991, con el asesinato del primer ministro Olof Palme y la aparición del primer criminal en serie xenófobo. A bocajarro, iba eliminando inmigrantes con un arma que, al inicio, iba provista de mirilla con láser. "Son los dos grandes traumas de Suecia", resume categórico el periodista Gellert Tamas que, tras dos años de trabajo invertidos en 40 horas de entrevistas con el criminal, el análisis de los 2.500 folios del sumario del caso, de los 20.000 de la instrucción del juicio, del diario personal de uno de los jefes de policía, del vaciado de 800 artículos periodísticos y la realización de 80 entrevistas (desde sus compañeros de clase o de mili a las víctimas o los carceleros), ha bajado a la mente infernal del xenófobo en El asesino del láser (Debate; La Campana, en catalán). Un retrato al más puro estilo del Nuevo Periodismo de un enfermo que lo estaba tanto como la sociedad que lo cobijó.
El criminal en serie John Ausonius disparaba contra los inmigrantes
"Es evidente que John Ausonius [uno de los nombres que utilizó ese sueco hijo de inmigrantes europeos y de tez y pelo morenos, orígenes y rasgos que nunca digirió] sufre trastornos psíquicos pero encontró una sociedad que cobijó sus ideas hasta que lo convirtió en su cara oscura del espejo; incluso en manifestaciones ultras se jaleaban sus proezas", apunta el periodista sueco. "Hasta los políticos me daban la razón; (...) No era suficiente herirlos o lisiarlos: si quería causar sensación debía de matar alguno. El menosprecio me ayudaba a no tener mala conciencia; si tenían el pelo oscuro y no parecían europeos ya me servían", confesaría Ausonius, hombre marcado por su juventud: una madre que le pegaba, un padre que les abandonó; el rechazo en la escuela y el barrio por ser moreno, una rigidez malsana... La respuesta: teñido de rubio y con lentillas azules, saltó a la calle a la caza inmisericorde del inmigrante.
"Como mecanismo de defensa, la sociedad y los medios hablaron de un loco, de un caso suelto, pero no era tan sencillo". A Tamas le interesa tanto el personaje como el caldo de cultivo en el que creció. "Quería averiguar por qué en los años noventa este paraíso se vio rápidamente sacudido por ideas xenófobas".
¿La crisis económica de Suecia de entonces justificaría ese brote racista? Tamas considera que no es suficiente y recuerda que en 1909 se daba ya un racismo científico que por supuestos motivos sanitarios derivó en una ley de 1934 de esterilización forzosa para "sanear la raza sueca" y que estuvo vigente hasta 1975. "Era una aberración. Dice mucho de mi país: esa gran tolerancia y la falta de autocrítica ante lo que hace o dice el poder".
Tamas llevó un ejemplar de El asesino del láser a Ausonius, detenido en 1992 tras fracasar en el atraco a un banco. Breve charla. "Me ha gustado", dijo, "pero no quiero hablar más con usted". Según el autor, "leer el libro fue una dura terapia de psicoanálisis para él". Quizá también lo haya sido para la sociedad sueca (más de 200.000 ejemplares vendidos) pero es vital (se ha traducido a 12 idiomas) ante la Europa intolerante que rebrota.
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