Rivera Letelier: "Los insultos de mi país me hacen tocar las estrellas"
El ganador del último premio Alfaguara con 'El arte de la resurrección' ha charlado con los lectores de EL PAÍS
Hernán Rivera Letelier (Talca, Chile-1950), ganador del último premio Alfaguara con El arte de la resurrección , se toma la vida con júbilo. No queda otra, dice, si uno quiere subsistir en el desierto de Atacama, lugar en el que se crió y trabajó como minero hasta hace 15 años, y escenario de esta novela que narra las andanzas de un iluminado, el Cristo de Elqui. "Los hombres de ese desierto, que es el más cabrón del mundo, sobrevivimos a base de sentido del humor. Nos mantiene tan vivos y frescos como tú me ves (sobre todo fresco)", le ha contestado en un chat con sorna a uno de los muchos seguidores que tiene ambos lados del Atlántico.
El encuentro del autor chileno con los internautas de ELPAÍS.com ha sido el preámbulo a la programación especial que ha creado Babelia para la 69ª Feria del Libro de Madrid, convirtiendo su blog Papeles Perdidos en una plataforma y escenario por la que pasarán más de 30 escritores de todo el mundo. Esta cobertura la inaugurará mañana Carlos Fuentes en un vídeo y Jostein Gaarder con otro chat desde la redacción del periódico a las 5 de la tarde (15.00 GMT).
Algunos tan sólo pretendían con sus correos electrónicos felicitarse y él se congratula de ello. "Es bueno para mi ego", afirma el escritor y poeta que siempre se ha sentido "un predicador en el desierto". "Siempre haciendo el milagro de resucitar una historia casi enterrada. Obrando el milagro de repoblar los pueblos abandonados y volver a darle vida a ese desierto planetario".
Cada vez que se sienta a escribir lo hace ante su obra maestra. Le ilusiona en especial la obra en la que está enfrascado ahora. "Cuando tengo una historia muy difusa en mi cabeza me largo a escribir y la historia me va entregando el lenguaje, el tono y la estructura. Siempre viene y van apareciendo personajes que no esperaba. Cuando adquieren vida es porque hay novela. Me demoro un año y ocho o diez meses de media. No hago otra cosa que escribir y hacer el amor", sostiene entre risas. "Si supiera de donde vienen las ideas escribiría un libro cada mes. Vienen y punto. Parodiando el versículo bíblico: dejo que los temas vengan a mí". El arte de la resurrección sin embargo se retrasó algo más. Se le cruzó por medio La contadora de películas, que redactó en tres meses. El arte se convirtió así en su novela 11, antes del premio ya su número de la suerte.
Los altos impuestos a los libros en Chile, su país, cuenta, ahogan el mercado editorial. Copias ilegales de sus libros se encuentran en cada esquina. Pesimista, no ve próxima la solución. "Los cuatro gobiernos de la democracia nos prometieron durante la campaña de elecciones quitar o rebajar el impuesto del libro y ninguno lo cumplió. No creo que el gobierno de derechas de ahora lo vaya a hacer. Soy un convencido de que si rebajáramos el costo de los libros, los piratas morirían de muerte natural".
Tiene al público chileno conquistado, pero aún se le resiste la crítica que tan bien le trata en el viejo continente. Lo vive con filosofía: "Los elogios en Europa me ponen muy contento, pero lo que me hace tocar las estrellas son los insultos que me dan en mi país. Hay que haber hecho algo muy grande para recibir esa clase de ponzoña".
Aún no sabe en qué empleará los 175.000 dólares (cerca de 130.00 euros) del Premio Alfaguara que le llevará por una extenuante gira de promoción por Suramérica. Por lo pronto este fin de semana firmará libros en la Feria de Madrid. Confía en sobrepasar su record: tres ejemplares. Corría el año 1997.
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