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Un nuevo paseo por el arte moderno

El Reina Sofía hace su revolución

El museo rompe las fronteras en la reordenación de su colección permanente

El Museo del Prado ha puesto a disposición, como adelantó ayer este diario, las series de grabados de Goya Los caprichos y Los desastres de la guerra para que Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, seleccione una decena y los incorpore en régimen de depósito a la colección permanente. La novedad, que cabe calificar de histórica al incluir obra anterior a 1881, fecha de nacimiento de Picasso y corte establecido por la ley para sus contenidos, es la vistosa punta del iceberg de la importante remodelación que se está gestando del centro de arte moderno.

Cuando a finales de mayo el Reina Sofía muestre al público los cambios en la colección, muchos buscarán al genio aragonés en las salas dedicadas a la España negra y al esperpento. Pero hay más. Se está alterando el recorrido, la iluminación, que se eleva, y hasta el área expositiva. En total, 39 salas en 6.000 metros cuadrados. La segunda planta del edificio Sabatini acogerá las vanguardias históricas hasta los años treinta. Una parte de la cuarta se dedicará los cincuenta. Dos espacios (planta baja y primera) de la ampliación de Jean Nouvel serán los lugares destinados al arte desde los sesenta hasta hoy.

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Aunque el cambio fundamental es de mentalidad. Borja-Villel está dispuesto a contar su "historia del arte desde España". Y lo hará con abundante material fotográfico y cinematográfico. Sin miedo al anacronismo y a la confrontación poco ortodoxa. Eso sí, siempre con fines pedagógicos. Rescatará obras de los depósitos y llevará una meditada política de compras.

LA NARRACIÓN. Adiós al canon

Borja-Villel explica su reordenación con un recurso a "las planchas" del crítico de arte, etnólogo y excéntrico aventurero Aby Warburg. Se superponen los conceptos. "No es una gran narrativa, sino un cúmulo de micronarraciones", aclara. En su visión "nada formalista del arte", hay cabida para los anacronismos y los saltos espacio-temporales. Una escultura de Medardo Rosso puede convivir perfectamente con el retrato de una mujer de Anglada Camarasa. Y la negrura de Goya debe explicar a Gutiérrez Solana. El resultado es un recorrido personal por el arte moderno en el que las épocas y las escuelas artísticas son entes permeables si ello es necesario para narrar una historia. "Eso no lo hace ningún museo de arte moderno del mundo. Lo digo como un hecho objetivo", zanja Borja-Villel.

CINE Y FOTOGRAFÍA. Los inesperados vecinos

En el espacio dedicado al cubismo, una película de Buster Keaton en la que una vivienda se descompone en varios planos ante el empuje de la fuerza del viento (Una semana, de 1920) es el complemento perfecto para explicar la corriente. El cine y la fotografía irrumpen con fuerza en el Reina Sofía. La guerra ha terminado, película de Alain Resnais, campa a sus anchas en las salas dedicadas al arte posterior a los sesenta como una metáfora de un momento crucial "en el que se escenifica una ruptura, un cambio de paradigma político artístico y social...". "Es el final de una noción clásica de vanguardia. Aparece el happening, el pop y las disciplinas se interconectan", explicaba recientemente Borja-Villel en las nuevas salas de la remodelación de Nouvel.

DESDE LOS AÑOS CINCUENTA. Un mundo nuevo

Hay una intención descarada en la decisión de llevarse a otro edificio la revolución surgida en los años sesenta y las que le siguieron hasta nuestros días. Esta parte de la colección solía estar en la planta cuarta del edificio Sabatini, que con el cambio también albergará exposiciones temporales. A partir de ahora, piezas de Saura, Arroyo, Sol LeWitt o Donald Judd habitarán el nuevo edificio de Nouvel. Por cambiar, Borja-Villel quiere alterar hasta el suelo de terrazo jaspeado, que será sustituido presumiblemente por una tarima gris o madera. "Había que hacer un salto físico, de un edificio a otro, para marcar la distancia, la ruptura que sigue a los años cincuenta, una década de oro en el arte español, que pudo haber sido y no fue", explica el director.

LORCA, BUÑUEL Y DALÍ. Tres genios en compañía

La generación del 27 tuvo una máxima fundamental: aprender a leer lo que no está escrito. En los hígados, en los planetas y hasta en los árboles. Esa máxima inspira también la remodelación del Reina Sofía. Como corresponde a la intención de "contar nuestra historia del mundo, pero no de un modo localista", el plan reúne a los genios en una misma sala que preside el óleo Tres figuras, de Dalí. En una pared, una proyección del ojo rasgado de Un perro andaluz contempla las trayectorias fascinantes y diversas del trío. El Buñuel cineasta se exhibe también como prosista. Lorca, siempre poeta y dramaturgo, cultivó prolíficamente el dibujo, y de Dalí, el pintor, no se obvia su dimensión en el cine o la escritura.

NUEVAS INCORPORACIONES. Compras y rescates

Borja-Villel lleva meses investigando en los fondos del museo. Redescubriendo fotografías, pinturas o esculturas que merecen ver la luz y, sobre todo, ser vistas por los visitantes del museo. Sin ir más lejos, casi todo el fondo de imágenes de la nueva ordenación estaba hasta ahora inédito.

También supervisa las compras del centro. Los cambios le están permitiendo observar las lagunas que a su juicio tiene la colección y subsanarlas con adquisiciones "importantes". "La parte que más fallos tenía es la de la década de los sesenta y setenta, y también la que llega hasta la actualidad", explica. Entre las compras recientes, destacan dos inquietantes y delicadas cabezas de Medardo Rosso, "varios picabias, tres objetos de Marcel Duchamp, un tàpies y mucha obra contemporánea".

UNA HISTORIA CAMBIANTE. El principio del sur

"Las fronteras entre la colección permanente y las temporales también se diluyen", explica el director del Reina Sofía. El mejor ejemplo de ello lo fija en la muestra El principio potosí, prevista para 2010 y centrada en el arte colonial de los siglos XVI al XVII. Ésta permitirá a Borja-Villel colocar el principio de la modernidad en la conquista de América, precisamente ahora, que se cumplen dos siglos de las primeras emancipaciones de Latinoamérica. El planteamiento implica "una cartografía distinta porque incluye otras geografías". "La colección irá cambiando según se avancen las investigaciones", continúa. ¿Y se entenderá tanta mutación? "No todo el mundo quedará satisfecho, como sucede cuando a uno le hacen un retrato. Pero como mínimo, se creará un debate interesante".

Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, supervisa la colocación de obras de Juan Genovés y Eduardo Arroyo.
Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, supervisa la colocación de obras de Juan Genovés y Eduardo Arroyo.GORKA LEJARCEGI
El cuadro <i>Vista de Madrid desde Capitán Haya</i>, de Antonio López.
El cuadro Vista de Madrid desde Capitán Haya, de Antonio López.

El escollo figurativo

El Reina Sofía ha tenido siempre una relación difícil con la figuración española del siglo XX, de la que Antonio López y Carmen Laffón son sus exponentes más reconocidos. En el debate entre abstractos y realistas, el artista de Tomelloso reivindicó la figuración hasta el punto de convertirse en el máximo referente del hiperrealismo español. En el sur de España, Laffón el Reina Sofía organizó en 1992 una retrospectiva de la artista se sumó al carro del realismo.

Ya en la etapa de María Corral, no tuvo el papel que sus protagonistas consideraban que les correspondía. La situación se subsanó algo con la anterior responsable, Ana Martínez de Aguilar. De momento, Borja-Villel no acaba de tener claro dónde los ubicará en la reordenación. ¿Con la nueva objetividad de los años veinte? La última posibilidad que baraja es incluirlos junto a los grandes movimientos de los sesenta: el arte pop, el arte conceptual o el minimal, en la parte que se ubica en el edificio de Nouvel.

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