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Entrevista - Literatura

Marcelo Birmajer: "La impotencia puede ser un arma contra la seducción"

El escritor argentino funde en La despedida quijotismo, cultura judía, juegos de ordenador y problemas sexuales

El escritor argentino Marcelo Birmajer presenta en Madrid su nueva novela: <i>La despedida</i>
El escritor argentino Marcelo Birmajer presenta en Madrid su nueva novela: La despedidaULY MARTÍN

Hay veces que la impotencia es una ventaja. No poder es poder. Dreidel, el protagonista de La despedida (La otra orilla) y Marcelo Birmajer, su autor, lo saben. Ese judío atormentado y perdido por esos mundos de Dios avisa a cada mujer que se cruza a su paso. "Soy impotente. A veces puedo y a veces no". Nunca sabe cuándo y por eso lo repite como un soniquete, como un run run. Por si acaso luego viene Pepe con las rebajas. "Para él, la impotencia es una defensa frente al poder de seducción de las mujeres. Ese arma no les vale". Para colmo, Dreidel se niega a tomar Viagra...

Dicen que la literatura de Birmajer, ese argentino que habla alto, mira de frente y recita a Bioy Casares, es un cruce original de Woody Allen y Somerset Maugham. Pero también hay otros elementos que hacen sus referencias mucho más arriesgadas. Cuando uno atina a mezclar la Play Station - "en mi vida he jugado, pero mis hijos sí", comenta con esa coraza de impotente virtual-, el comic, Philip Roth, Bashevis Singer, El Quijote, La celestina y toques de Seinfeld, está ante algo, cuando menos, curioso.

La despedida lo es. Con su lenguaje medido y su parodia hiriente: "Todo es una tragedia, pero nos salva el humor", comenta Birmajer. "En lo del estilo, hago como Bioy. Precisión. Nunca nadie podrá acusarme de escribir alguna frase que no se entienda". Así lo ha estilado en otras novelas y muchos relatos, como Tres mosqueteros, Derrotado por muerto, No tan distinto o, su serie de Historias de hombres casados.

Su cuento es un cuento contemporáneo anclado en dolores eternos y no tanto, como los de Argentina y el pueblo judío. Un cóctel que electrifica la creación, unas raíces a las que Birmajer no puede renunciar: "Los judíos llevan en las espaldas el holocausto, el exilio permanente, el hecho de ser minoría en todo el mundo. Los argentinos una historia de crisis económica y violencia militar o de guerrilla. Yo soy ambos".

Ambas incertidumbres, ambos terrores, ambos sueños. Una conciencia de problema irresoluble. "Son conflictos que la literatura no puede resolver. Por eso hay que abordarlos con humor, reírse un poco de ellos. No hay libros de autoayuda para afrontarlos, por eso habrá que hacerlos de 'antiayuda', que son en los que yo creo".

Pero su humor tiene más que ver con el sur que con el norte. "El nuestro está lleno de precariedades que arriba no entienden". Sí comprenden, como él, cierto sentimiento de impudicia. En ese se identifica mucho con Roth: "Él me ha enseñado a escribir de sexo, sobre todo en libros como El animal moribundo o El teatro de Sabath y no tanto El lamento de Portnoy, aunque tuviera tanto éxito".

De Bioy ha tomado prestadas otras cosas: "La sencillez, el placer por lo comprensible y lo entretenido, esquiar por la prosa y buscar ahí la propia voz. Como Cervantes, ese eterno moderno. "Ya en su época creó una historia de swingers con El curioso impertinente. Dreidel es quijotesco. Se le ha metido en la cabeza que puede salvar al mundo inventando un video juego. Tiene fe en eso, como don Quijote lo tenía en los libros de caballerías".

Un frikie romántico e inofensivo. Un pelafustán. "Lo bueno de los frikies es que mientras juegan al ordenador no matan a nadie. Nunca me asusté de los inventos. No creo que produzcan cosas terribles, como no lo hizo la literatura, ni la televisión. Hay mucha bazofia, está claro, como en todo. Pero si uno elige bien el 20% que se puede ver, encuentra cosas antológicas".

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