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Reportaje:

Jacques Monod: una obra para una vida

«El cambio es la fuente de toda novedad, de todas las creaciones en el mundo de la vida». Esta frase de Jacques Monod expresa el núcleo de su trabajo investigador. El autor de una obra que revolucionaría la cultura en el año 1971, El azar y la necesidad resumirla su pensamiento afirmando que «el cambio, sólo el cambio, la absoluta y ciega libertad, es el origen de todo ese prodigioso edificio que es la evolución de nuestro universo».

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Jacques Monod aprendió de su padre las teorías darwinistas sobre la evolución del universo de los seres vivientes. Su padre, Lucien Monod, era un buen acuarelista que transmitió a su hijo Jacques dos valores dominantes en su obra, aunque parezcan contradictorios entre sí: una ordenada metodología científica y un sentimiento artístico de la libertad.Las ideas que el padre de Jacqued Monod inculcara a su hijo no eran otras sino las dominantes de la época positivista, en la que la confianza en la ciencia llenaba de esperanza el futuro La ciencia lo podrá todo era el inconsciente slogan de la época.

Las teorías darwinistas ya aportaban una idea del azar de radical importancia en la ciencia contemporánea. Donde la ciencia tradicional veía en cada animal, en cada planta, en cada ser, el resultado de un proyecto, las teorías de Darwin sólo veían una posibilidad que había logrado el éxito.

La interpretación de Darwin

Darwin explica que cada pequeño paso en la historia evolutiva nace de un cambio azaroso que triunfa. Cierto saurio volador nace, por azar, con sus huesos descargados. Su existencia resulta más fácil, vuela mejor. En consecuencia vive más tiempo y tiene más descendientes que los otros saurios cuyos huesos no se han ahuecado. Al cabo de varias generaciones -cientos, millares- la atmósfera está poblada por estos nuevos seres.Cierto mamífero nace con los músculos fortalecidos. Ha sido una mutación, una casualidad. Pero gracias a esa casualidad vive más tiempo, triunfa en la vida, y sus descendientes aumentan en número sobre los descendientes de eso otros mamíferos que no han experimentado esa mutación. La consecuencia de ello es que, al cabo de generaciones, los mamíferos corredores han desplazado a sus antepasados.

En regiones cálidas, aquellas casuales mutaciones que ayudan a sobrevivir provocarán formas vivientes nuevas, mientras que las mutaciones que produzcan desventajas llevarán a esas formas vivientes a desaparecer. Lo mismo sucede en zonas frías, áridas, etc.

Primero, la casualidad. Después, el éxito o el fracaso. Ese es el pensamiento darwiniano, para muchos influído por la ideología dominante liberal de la competencia, el éxito y el libre mercado, tal como fue recibido por Monod.

Monod, militante de la ciencia

Aprehendida la biología de este modo, Jacques Monod empezó a trabajar en el Instituto Pasteur de París, al comenzar la Segunda Guerra Mundial. Pero abandonó el laboratorio para hacer la guerra entre los francotiradores que luchaban en la Resistencia francesa, siendo condecorado con la Cruz de. Guerra y la Legión de Honor a título militar.Por aquella época Monod militaba en el Partido Comunista, del que se salió cuando el Gobierno de Moscú convirtió las teorías de Lyssenko en dogma político. Estas teorías, transformadas en doctrina oficial soviética, explicaban que todo estaba condicionado por el medio. Supusieron un grave quebranto en la concepción del azar de Monod, que las consideró residuos de la vieja física, al explicarlo todo por la relación causa-efecto.

Su enfrentamiento con la ortodoxia comunista se confirmó con la publicación de Azar y necesidad. En sus tesis algunos vieron una negación del materialismo dialéctico.

De hecho su pensamiento fue utilizado en el mayo francés como una forma más de contestación de toda ortodoxia. Se le evocó en las barricadas de París porque las concepciones de Monod ponían en tela de juicio la concepción del mundo vigente y los partidos de la izquierda tradicional.

Su pensamiento anti-marxismo-dogmático, también fue utilizado por la Grecia de los coroneles, por ejemplo, donde se dio una gran difusión a su libro, que había alcanzado tiradas tan altas en todo el mundo, que se le consideró el primer best-seller científico. Por aquellas fechas Monod renunció a aceptar el nombramiento de doctor «honoris causa» ofrecido por la Universidad de Madrid, en solidaridad con la oposición española.

Realidad y valores

Escribió en cierta ocasión que «uno de los grandes problemas de la filosofía era la relación entre el reino del conocimiento y el reino de los valores. El conocimiento es lo que es. Los valores son lo que deberían ser».Desde la dirección asumida con dedicación total del Instituto Pasteur, de París, Monod, Premio Nobel en Medicina 1965, continuaba alternando su trabajo científico con sus opiniones críticas, respecto temas como la eutanasia o el aborto, de los que se mostró favorable.

Su filosofía podría resumirse en unas declaraciones efectuadas en 1971, donde dijo: «Lo que he intentado mostrar es que la actitud científica lleva consigo lo que yo llamo el postulado de la objetividad, que es afirmar que no existe plan ni intención en el universo».

Para él esto era «incompatible con cualquier filosofía, metafísica o sistema religioso». Pero, tras la publicación del libro, fueron planteadas respuestas desde nuevos planteamientos religiosos o filosóficos. Ciertos marxistas afirmaron que sus teorías no afectaban más que al materialismo dialéctico, pero no al materialismo histórico o a la lucha de clases. Pensadores religiosos también afirmaron que su concepción del azar y de la falta de finalidad en el mundo eran compatibles con una concepción diderente de Dios -un Dios del azar- que no era fabricante de propósitos sino posibilidad de encuentros radicalmente nuevos. Es la línea de Catecismo holandés y otras publicaciones teológicas sancionadas negativamente por la Santa Sede.

Monod, unido por amista humana y filosófica a los pensadores existencialistas, como Albert Camus, dio las respuestas a su propia vida, llena, además de ciencia, de amor a la música -fundó un conjunto musical en la Sorbona y tocaba bien el violonchelo- y a otras artes. Aseguró que para él era posible encontrar una «especie de armonía entre el hombre y el universo. Porque este hombre -dijo- es un producto previsible, lo que no significa indispensable, de la evolución del universo».

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