Hollywood, una película de alto riesgo
Tras la salida de la banca tradicional del negocio se imponen nuevas formas de financiación - Fondos extranjeros de capital se aventuran en la industria española
Cuando a finales de los setenta Francis Ford Coppola entró en el Chase Manhattan Bank para pedir dinero sólo tuvo que levantar un poco la voz, repetir su nombre a varios peces gordos y firmar un papel. No importó que ésa fuera la segunda vez en un año que el realizador iba al banco a por dinero: salió andando por la puerta, con un cheque y una gran sonrisa. Sin el cheque no hubiera podido acabar Apocalypse now, la pesadilla de cualquier asesor financiero y una obra maestra que cambió la historia del cine.
Es bastante difícil -por no decir imposible- que la historia pudiera repetirse hoy. Los grandes bancos (Chase no ha sido una excepción) están huyendo de Hollywood como alma que lleva el diablo. No sólo eso, también las firmas financieras de referencia han decidido que el séptimo arte no es una inversión fiable y han cerrado el grifo... aunque quizá sería más correcto decir que lo han arrancado. Y su lugar lo ocupan ahora fondos de capital riesgo. Un modelo que contribuye a la volatilidad de la industria y que está empezando a replicarse en el mercado español.
"España tiene algo muy atractivo: las subvenciones", dice un inversor
El primer filme que producirá en España tiene al frente a Al Pacino
Goldman Sachs o JP Morgan pusieron 10.000 millones entre 2005 y 2008
El nuevo modelo contribuye a la volatilidad del sector
Goldman Sachs, JP Morgan, la ya finiquitada Lehman Brothers o Merrill Lynch habían invertido (según datos de la CNN) alrededor de 15.000 millones de dólares (unos 10.000 millones de euros) en la industria fílmica entre 2005 y 2008. En la mayoría de los casos estas cifras se han reducido a cero en 2009, pero no sólo eso. Muchos se deshicieron de todo lo que tuviera que ver con el cine, con descuentos que iban del 30% al 70% sobre la inversión inicial.
Es famosa en el sector la operación en la que Merrill Lynch liquidó, a 10 centavos el dólar, los derechos sobre varias docenas de películas. Algún inversor avispado compró esos derechos (la operación podría haberse cerrado por unos ridículos 20 millones de euros) que acabaron generando un gigantesco beneficio gracias a una de esas películas, El caballero oscuro, que recaudó en todo el mundo más de 600 millones de euros.
La inestabilidad del mercado, la crisis aguda que sufren las instituciones financieras y el hecho de que todos los estudios de Hollywood necesitan inversiones externas para producir sus filmes ha coincidido con la decisión de los grandes bancos estadounidenses de aumentar hasta el 20% el tipo de interés que se aplica a un préstamo si como garantía se ofrece un filme. Así el miedo de los bancos a ceder capital como solían ha hecho que firmas especializadas en inversiones de riesgo como Content Partners LLC, Screen Capital International, Qualia Capital o Salem Partners se hayan convertido de repente en agentes imprescindibles en el negocio del cine. Aportan capital de pequeños y grandes inversores de procedencias tan diversas como Europa, Japón o los Emiratos Árabes. "Ya nos hemos hecho con 34 películas y más de 200 horas de televisión. Nosotros podemos aportar financiación para estudios y cadenas televisivas que están siendo exprimidas por cada centavo", afirmaba recientemente Steven Kram, presidente de Content, en la revista Hollywood Reporter.
No es ninguna broma que con aliados históricos como el Deutsche Bank (que rompió su acuerdo con Paramount en virtud del cual facilitaba 300 millones de euros para futuras películas del estudio) o el Royal Bank of Scotland -ahora concentran sus esfuerzos en negocios mucho más conservadores-, los inversores sin miedo hayan tomado el control.
El peligro es obvio: nadie sabe cómo actuarán los recién llegados, si los resultados no son los esperados o si un mal año en taquilla pudiera generar una burbuja que acabaría llevándose por delante no sólo a los grandes estudios, sino también a pequeñas productoras y distribuidoras independientes. "La mayoría de los grandes bancos y fondos de inversión están tratando de deshacerse de cualquier inversión relacionada con el cine o la televisión, pero nosotros vemos una oportunidad donde ellos ven un problema", afirmaba Adi Cohen la semana pasada a EL PAÍS en un pequeño restaurante de la localidad barcelonesa de Sitges. Cohen es un empresario estadounidense de origen israelí especialista en inversiones de alto riesgo quien junto a su socio, Joseph Grinkorn, dirige CG Corporation: "España tiene algo que en Estados Unidos resulta impensable: las subvenciones. Sería imposible que el Gobierno americano te diera dinero para hacer una película, pero en España sucede todo el tiempo. Eso es fantástico", recalcaba Cohen.
La compañía pasaría por ser una más en el desdibujado panorama financiero estadounidense si no fuera porque Cohen y Grinkorn han aterrizado en España. Ellos y 20 millones de euros: los cuatro que han pagado por el 25% de ZIP Films (una pequeña productora de Barcelona) y los 16 que aportan con una línea de crédito. Los socios españoles de GC Corporation, Jordi Rediu i Norbert Llaràs, son pioneros en algo que va camino de convertirse en asunto recurrente para el mercado de nacional: la entrada de un fondo de capital de riesgo en su accionariado. Porque éste no es un caso aislado en el panorama audiovisual español. ¿Otro ejemplo? La firma británica 3i adquirió recientemente el 40% de la productora de contenidos Boomerang. La tendencia podría ir a más, según fuentes del sector, puesto que la nueva legislación (sobre todo la parte referida a las Agrupaciones de Interés Económico) favorecerá estos modelos de negocio.
El primer proyecto conjunto de CG y ZIP es de una ambición mareante: Betsy and the emperor, un relato que cuenta los últimos años de Napoleón, protagonizado por el actor Al Pacino, dirigida por John Curran (El velo pintado) y con un presupuesto de 17 millones de euros.
El propio Cohen confirma, por e-mail, su próximo paso: "Estamos muy cerca de firmar un acuerdo para hacernos con una compañía alemana que presenta unas pérdidas de 130 millones de euros y con cotización en Bolsa. Fusionaremos esta compañía con nuestra entidad española y sacaremos provecho de sus enormes recursos. Todo ello gracias a que el Gobierno alemán aprobó una ley que permite a empresas locales con problemas fusionarse con cualquier otra compañía de la Unión Europea y que esta última pueda sacar provecho de esas pérdidas".
Si algo parece claro en el panorama actual es que las reglas están cambiando: el tiempo dirá si para bien o para mal.
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