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Reportaje:

Gómez Pin y la filosofía como justiciera de la razón

El ensayista publica un libro de "reivindicación militante"

Miguel Ángel Villena

La filosofía como aspiración del ser humano a la lucidez, como freno al irracionalismo de las religiones, como un conjunto de interrogantes sobre nosotros mismos y nuestra concepción del mundo, como el conjunto de interrogaciones que nos persiguen desde la Grecia clásica... En definitiva, la filosofía como "justiciera de la razón" representa el argumento principal del último libro de Víctor Gómez Pin (Barcelona, 1944), catedrático de Teoría del Conocimiento e Introducción al Pensamiento Matemático de la UAB y uno de los pensadores españoles más destacados de los últimos años. Formado básicamente en Francia, Gómez Pin obtuvo en 1989 el Premio Anagrama de ensayo por Filosofía. El saber del esclavo, y en 2006 el mismo galardón en Espasa por Entre lobos y autómatas.

"Las preguntas de Aristóteles siguen en el centro del debate filosófico"
"La actitud interrogativa de los niños desconcierta a los mayores"
"Los caminos de exploración de la ciencia acaban por volver a la filosofía"

Ahora acaba de publicar Filosofía. Interrogaciones que a todos conciernen (Espasa) con el declarado propósito de "reivindicar de modo militante aquella máxima de Aristóteles de que los hombres, por su propia naturaleza, tienen el deseo o aspiran a la lucidez". El catedrático no duda en señalar que Aristóteles es el pensador "más paradigmático a la hora del esfuerzo por interpretar el contexto de los seres humanos y a los propios hombres". "De hecho", explica Gómez Pin, "los grandes interrogantes que se planteaban en tiempos de Aristóteles siguen marcando el centro de la filosofía. El espacio, el tiempo, las diferencias entre animales y hombres, la condición lingüística del hombre o el vínculo entre la palabra y la música, por citar algunos puntos que son clave".

Una y otra vez a lo largo de la conversación, Gómez Pin regresa a Aristóteles y a la idea de que "el código de señales de los seres humanos sólo sirve a sí mismo, a diferencia de códigos complejos de animales, como las abejas, que responden al instinto de supervivencia". Como ilustración histórica del ansia de conocimiento que implica la filosofía, Gómez Pin cita en su libro el debate sobre la esfericidad de la Tierra.

Ferviente admirador de Galileo, el ensayista catalán subraya que demostrar la centralidad del Sol y que el planeta Tierra giraba a su alrededor "no se necesitaba en absoluto para la supervivencia". "Era sólo un problema de comprensión del mundo", añade. "Pese a la evidencia empírica que suponía la circunvalación de la Tierra por navegantes de diferentes países", comenta el catedrático en su último libro, "fue difícil superar argumentos en contra de la esfericidad que parecían del todo razonables. ¿Qué hizo que las nuevas hipótesis astronómicas fueran abriéndose camino? Pues, simplemente, que por contrarias que fueran a la intuición y a la fe, poseían gran fuerza explicativa".

Las relaciones entre la filosofía y la ciencia, que este pensador apasionado y de verbo fácil ha estudiado a fondo a lo largo de su trayectoria, llevan inevitablemente al análisis del hecho religioso. Defiende que la razón no debe arrodillarse ante nada y remarca: "La filosofía representa la asunción de que para nosotros, para bien del espíritu y para mal de la adecuación a la naturaleza, la razón va por delante". A juicio de Gómez Pin, "la religión supone una renuncia a la razón". "De todos modos", matiza, "si una creencia sólo se traduce en salvar el alma, no deja de ser una cuestión personal de conciencia. No es la más valiente, pero eso ya es un problema de cada cual".

Con muchos años de docencia a las espaldas en Francia, Italia y España, al autor de Filosofía. Interrogaciones que a todos conciernen no le gusta la palabra divulgación. "La complejidad de la filosofía hay que introducirla, pasito a pasito, y se ha de apelar a que se restaure una educación de la ciudadanía que abra los ojos de la gente. De algún modo, hay que estimular la curiosidad que tenemos desde pequeños porque hay niños con una exigencia prodigiosa de saber. En el discurso del niño cabe percibir el meollo de algunas de las interrogaciones más elementales, y a la vez más radicales, a las que se enfrenta la humanidad".

En su libro, Gómez Pin relata una anécdota muy esclarecedora sobre el ansia de conocimiento de los pequeños cuando habla de una niña parisiense que se mostró disgustada y rabiosa por la ausencia de respuesta de su madre a la pregunta de ¿por qué me persigue mi propia sombra? "Los niños", observa el filósofo, "se caracterizan por una actitud interrogativa que, a menudo, desconcierta y hasta irrita a los mayores". No vacila en absoluto cuando califica a la filosofía como "una matriz de significación para todas las disciplinas". "De hecho", agrega el catedrático, "cuando la ciencia explora su camino con rigor termina retornando, de un modo u otro, a su origen, que es la filosofía". Ahora bien, las recetas para la enseñanza de la filosofía resultan difíciles de aplicar cuando se trata de pasar de la teoría a la práctica. "La disposición filosófica debería generalizarse entre los ciudadanos como una exigencia democrática", apostilla Gómez Pin, que recuerda que otros países europeos como Alemania o Francia cuentan con una tradición cultural más rica en el campo filosófico que España. No obstante, el catedrático recuerda la tradición de médicos humanistas españoles.

Pensado el libro como un ensayo para profesionales de cualquier ámbito más que para estudiantes universitarios, algunos nombres de pensadores desfilan constantemente por sus páginas. Se trata de Aristóteles, Galileo, Descartes, Kant y Einstein. "En realidad, se podría decir que son los que más han marcado la historia de la filosofía", concluye Víctor Gómez Pin.

El filósofo Víctor Gómez Pin, ayer en Madrid.
El filósofo Víctor Gómez Pin, ayer en Madrid.BERNARDO PÉREZ

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