'Folk', palabras y zoquetes en el inicio del Hay segoviano
En el mismo escenario del recogido teatro Juan Bravo de Segovia pueden sonar las palabras brillantes del escritor francés Daniel Pennac o el folk del inglés Seth Lakeman. Pennac, dotado del histrionismo de un actor, apuntó ayer sobre las tablas: "Como la sala está a oscuras tengo la sensación de que hablo ante un misterio". Ese "misterio" se llama Hay Festival y ayer comenzó su tercera edición castellana.
Escritores, editores, fotógrafos, músicos, cineastas y lectores podrán asistir a casi medio centenar de actividades literarias (y extraliterarias) repartidas por el viejo casco de Segovia. De la poesía de Octavio Paz (de cuya muerte se cumple una década) a las tertulias del Café Gijón o el legado en España de Mayo del 68. Mario Vargas Llosa -que charlará con Javier Moreno, director de EL PAÍS-, Paul Preston, Jon Lee Anderson o Michael Ondaatje figuran en la lista de autores participantes. Escritores hablando de literatura y, por tanto, de política, historia, arte o educación. Ondaatje, que compartió anoche mesa con el colombiano Juan Gabriel Vásquez, disertó acerca de Divisadero (Alfaguara), su nueva novela y su nuevo repertorio de personajes.
Enseñar y entender
Pero el encargado de abrir el fuego del Hay Festival fue Pennac en una actuación-conversación con José María Ridao que giró alrededor del último libro del francés, Mal de escuela (Mondadori). Una novela cruzada de ensayo y libro de memorias que, según Ridao, usa la escuela como metáfora del fenómeno de la "exclusión" y que sin aspavientos moralizantes habla del valor único del saber por el saber. "Yo quería hablar del dolor por no entender, ese dolor que yo sufrí desde niño", recordó Pennac sobre un libro en el que el "zoquete", dijo Ridao, es el niño y también el profesor que no logra hacerle entender.
"El dolor del que no entiende, su miedo y su vergüenza tiene unos daños colaterales que afectan a todos los adultos que le rodean", continuó el escritor, para quien frente al fracaso de la escuela está el optimismo irrefrenable del maestro como individuo: "Creo en el papel individual del docente, en su capacidad para enseñar a leer, contar, razonar y disfrutar, en su capacidad para enseñar la felicidad intelectual. No hay nada más maravilloso que contemplar a un niño que de repente un día deja de sacar un cero porque ya sabe entender. Ésa es una felicidad que ya no desaparecerá".
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