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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Estampas de la vida rural

A lo largo de más de tres horas Ermanno Olmi nos describe más que nos narra la vida en una alquería situada en la llanura de Bérgamo, a finales del siglo pasado. Entre secuencias tópicas, como la de la matanza del cerdo, y momentos excelentes, como los de la nevada o aquél en que explica la falta de relación entre amos y aparceros, al compás de unas notas de piano, este puñado de estampas campesinas paternalistas y cristianas se hallan más cerca -por buscar un ejemplo al alcance de todos- de los poemas de Gabriel y Galán que de los campos de Castilla, de Machado. El director ha evitado sistemáticamente cualquier momento de tensión dramática y se ha servido de una técnica objetiva en apariencia que nunca se sabe si obedece al deseo de orillar escollos o a presentarse como autor total por encima de sus apenas esbozadas criaturas.Es posible que los campesinos del bajo Bérgamo fueran así, es posible que, tal como se nos presentan, renuncien a sus bienes y vida sin un mal gesto, sin una sola palabra, sin solidaridad por parte de los demás, tan mansos y sumisos. También es posible que los novios estén hechos de un barro especial, todo espíritu, por encima de la carne, pero, de todas formas, ese pequeño mundo de la alquería, tal como se nos muestra, resulta, a la postre, más parcial que objetivo, precisamente por omisión que es una de las formas de mentir, como todos sabemos.

El árbol de los zuecos

Guión y dirección: Ermanno Olmi. Fotografía: Carlo Petriccelli. Música:J. S. Bach. Intérpretes: Campesinos de la región de Bérgamo. Etnológico-cultural. Italia. 1978. Local de estreno: Urguijo.

Unos personajes mansos y sumisos

Olmi se ha limitado a acumular recuerdos, sonidos, voces, diálogos, y deja al espectador interpretar el sentido del filme, cuyo valor principal se reduce, a veces, a puros elementos plásticos. Sin progresión dramática, pero muy cuidado en tipos, ambientación y fotografía, se prescinde también de cualquier recurso técnico, lo cual sería de agradecer si, a lo largo de proyección tan prolongada, tal ascetismo no acentuara la morosidad de una historia ya de por sí demasiado prolongada.Es curioso que, como Padre Padrone, también realizado por la Televisión italiana, este filme de Olmi venga a caer en las mismas tendencias etnológico-folkloristas unidas a su pretendido mensaje cristiano. Olmi asegura que con él desea contribuir al proyecto de un futuro más meditado, pero, ¿qué clase de futuro? Entre los sucesivos personajes que en el filme nos muestra, ¿con quién esta él? ¿Con Edmundo de Amicis o junto a Rosellini? ¿Más acá de Juan XXIII o más allá de Pío XII? Porque a fuerza de no interponerse entre el público y sus personajes, es verdad que el realizador acaba por desaparecer, no sólo desde el punto de vista estético. A fuerza de desdramatizar el pasado, no llegamos a saber qué sermón nos predica con vistas a un futuro cercano.

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