Emociones en el filo
Después de una década en su Australia natal, Scott Hicks traspasó fronteras con Shine (1996), aquella impetuosa película sobre un pianista demente que llevó hasta el Oscar al actor Geo-ffrey Rush, y que en esa ceremonia aspiró a nada menos que seis galardones más. Después de aquel éxito (hoy olvidado), el cine enfático, aparatosamente sentimental de Hicks, ideal para el público que quiere las palomitas en una mano y los kleenex en la otra, ha deambulado entre el exceso de retórica (Mientras nieva sobre los cedros), la fábula juvenil (Corazones en Atlántida, su mejor película) y la fotocopia convencional (Sin reservas, remake de Deliciosa Martha). En Sólo ellos, Hicks recupera ese gusto por la temática de altura (la enfermedad terminal, la viudedad del hombre con hijos pequeños y profesión que le obliga a viajes continuos, la dicotomía trabajo-familia, la recuperación de la autoestima, las visiones de la educación...), siguiendo las pautas formales que le hacen enganchar con su audiencia.
SÓLO ELLOS
Dirección: Scott Hicks.
Intérpretes: Clive Owen,
Nicholas McAnulty, George
MacKay, Julia Blake.
Género: drama. Australia, 2009.
Duración: 104 minutos.
En determinados pasajes, su nuevo trabajo reclama silencio (o ruido, siempre importante en una historia con críos de por medio), respiraciones y viento fresco, en lugar del típico recurso a la cancioncilla lánguida que subraya el estado emocional. Sin embargo, Hicks controla mejor que en otras ocasiones el derrumbamiento sentimentaloide, y su película, a pesar de ciertas caídas de tono, acaba siendo más áspera que condescendiente. Eso sí, por enésima vez en los últimos años, un relato se alimenta de las conversaciones entre su protagonista y el fantasma de alguien muerto que ejerce de guía moral; un recurso que cada vez tiene más pinta de truco narrativo para evitar la utilización del monólogo interior, complicadísimo de resolver en cine.
Babelia
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