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CORRIENTES Y DESAHOGOS
Columna
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Elogio número 2

Tantos años, tanta gente, tanto listo burlándose de la televisión y, ahora, en la crisis de todo género, La 2 reparte sopas con hondas. Son sopas de letras o sopas intelectuales para gente relativamente mayor pero para muchísima gente que juntas suman un millón de años. No podía ser, además, de otro modo, pues que ya ni los infantes, ni los niños, ni los adolescentes ven la televisión ni tampoco los más jóvenes se interesan por los libros, las segundas miradas o las exposiciones. Pero se trata, sean sopas o copas, de productos genuinos, ni congelados ni cargados de colorantes.

Es posible que me falle "la memoria enamorada" pero es difícil recordar en muchas décadas un canal de la televisión pública tan entretenido e interesante como este. Puede que, en algunas ocasiones se pasen con la indumentaria negra y en algunos momentos de habla guay, pero es dispensable e irremediablemente un fátum que manda la época.

Arte, por ejemplo, será un canal grandilocuente pero La 2 es más grande por ser más cordial y acorde

Por añadidura, entre los pilares de emitir cultura a la vieja usanza y cultura de buen rollo bascula un puente que necesita la simpatía de un espectador tan infiel como difícil de caracterizar. De hecho, que este sea un canal simpático y desenfadado permite, como corresponde a estos veleidosos tiempos, un elástico, azaroso y variable bazar.

Así, desde la vida de animales a la misma vida del cerebro, desde actividades fabriles a nuevas investigaciones científicas, desde diseños gráficos a arquitecturas insólitas, de entrevistas a cirujanos a interviús con Javier Marías, la pantalla va saltando todo el día sin caer apenas en decepciones ni tampoco procurando la piadosa sensación de estar perdiendo el tiempo. Lo que no es -este último punto- un asunto menor.

Desde hace años, perder el tiempo y ver la televisión han venido a fundirse en una aleación perfecta. Una aleación enviciada pero no necesariamente perversa.

Simplemente, si a alguien le sobraba el tiempo durante el día y, especialmente, si solo contaba con los restos finales de la jornada o tiempo basura -tiempos de sobras- en el televisor podía hallar el cubo perfecto.

Desde algunos telediarios a los Sálvame, desde muchas series ridículas a numerosas películas malísimas, desde mil concursos a mil a anuncios, la armada televisiva ha ido dejando de pugnar por lo mejor para ganar audiencias tanto mayores cuanto más pésimas. El medio mismo ha creído tan poco en la natural conquista de su dignidad que lo más digno ha venido a ser, en general, el suicidio de lo distinguido.

La ecuación puede no ser perfecta, pero la estrategia televisiva a favor de lo mediocre se advierte tanto más cuando en La 2 se asiste a la sucesión de programas escogidos. Programas pobres pero dignos. Pocos obreros pero buenos. Arte, por ejemplo, será un canal grandilocuente pero La 2 es más grande por ser más cordial y acorde.

Pasarán algunos años, o meses, y echaremos de menos su actual (y sigilosa) presencia. De hecho, cada jornada que sigue emitiendo parece -visto lo visto- que asistimos anticipadamente a su término. Felices por verla discurrir hoy pero sin poder apostar un duro por su pervivencia.

Es inseguro, incluso, que al hablar bien de ella se la esté beneficiando o amenazando pero, presos en el dilema, más vale celebrar ahora y aquí lo que se tiene que redactar elegías cuando el futuro la haya fulminado o quizá travestido, como en el caso de CNN+, en un porno de carretera.

Felicitaciones, pues, para sus profesionales y en-hora-buena para todos, ¡españoles todos!, traspasados por el consuetudinario temor de que llegue pronto una en-hora-mala.

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