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Crítica:CINE / 'MÁSCARA DE PAPEL'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cine negro en rojo

Una película británica independiente y de las de bajo presupuesto suele ser hoy casi infaliblemente una garantía de en ella hay al menos algo interesante; algo nuevo o algo viejo visto con mirada nueva; alguna busqueda no arbitraria de un rincón de la vida actual en el que merece la pena hurgar; algo vivo y además algo inconforme. La máscara de papel no es una excepción a esta buena regla del nuevo cine británico, que está elaborando desde hace una decena larga de años algunas de las más sinceras y radicales películas europeas.Con cuatro cuartos, cuatro actores y cuatro técnicos aquí (y posiblemente en su propio país) desconocidos, Christopher Morahan detrás de la cámara y John Cole detrás de la máquina de escribir nos meten en auténtica harina contemporánea. Es decir: harina contaminada, sucia, un asunto áspero, vidrioso, vivo, cruel, sangrante e incluso sangriento. Y encime nos lo resuelven con la soltura de una fascinante clave negra: el estilo de un desenlace inesperado y en forma de intrincada intriga.

Máscara de papel

(Paper Mask)Dirección: Christopher Morahan. Guión: John Cole. Reino Unido, 1991. Intérpretes: Paul McGann, Amanda Donohoe, Frederick Treves. Estreno en Madrid: cine Renoir, en versión original subtitulada.

Ambos cineastas conmueven,. alertan, tensan y, por tanto, divierten al espectador, aunque generen un fuerte malestar en él. Su película, aunque evidentemente es primeriza y un poco balbuciente, merece verse: su mala uva está llena de buena fe. Desvela a un excelente cineasta todavía en formación y siempre es gratificante asistir a los primeros sonidos de una voz cinematográfica que uno intuye que tiene algo que decir. No abunda esta especie. La inmensa mayoría de las películas de hoy son obras de gente que no tiene nada que añadir a lo ya dicho.

Lo que Morahan y Cole cuentan -con sencillez, sin meterse en recovecos formalistas: con la cámara situada a la altura de la mirada de la gente común y a la manera radical del gran KenLoach- es literalmente terrible: una feróz anécdota de la profesión médica británica que tiene proporciones de timbre de alarma con ramificaciones universales, en la medida que esta anéctota radiografía un cáncer generalizado del sistema sanitario occidental en cuanto tal sistema: las interioridades negras de la llamada clase médica en cuanto generadora de males tanto o más graves que los que cura. Es la lacra del inquietante fenómeno de la -en términos de técnica sanitaria- iatrogenia:la medicina como fuente de mal, de enfermedad e incluso de muerte.

Atraco quirúrgico

Y más aun, en el caso de este raro, inquietante y casi desazonador filme británico: la medicina considerada como ejercicio del poder y sobre todo como metáfora del poder y, en concreto, de ese oscuro poder que lleva dentro quien puede hacer daño impune y a veces homicidio impune, pues está protegido por el silencio de los fonendos, por la omertá hospitalaria, por el impenetrable muro gremial de las batas blancas, o por la máscara de papel que oculta el rostro del atracador quirúrgico.Algo negrísimo, turbio, que equipara a las alcantarillas (que las hay) del gremio médico con las alcantarillas (que salen a la luz con más frecuencia) del gremio policiaco: tal es el fondo del filme, la excepción insana de la sanidad, la figura del salvador del hombres en cuanto homicida o en cuanto encubridor de homicidas. %Yo ya he matado a tres o cuatro?", se oye a un joven médico decir coloquialmente en el filme. "¿Y tu?". El círculo se riza cuando un médico fanático de la pulcritud ética de su tarea se ve moralmente forzado por la lógica de su medio a encubrir una muerte médica.

Terrible asunto, ante el que Morahan y Cole no se andan con paños calientes. Y si insistimos tanto en el nombre del guionista de La máscara blanca es porque el guión es lo mejor acabado del filme, ya que la precisión de la escritura está por encima de la precisión de la imagen y de su secuencia. En síntesis: una dura película negra sobre mascaras blancas manchadas de rojo.

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