En la biblioteca de Almudena Grandes: “Está tal y como la dejó, así parece que la vida sigue igual”
En el primer aniversario del fallecimiento de la escritora madrileña, descubrimos los secretos de su biblioteca a través de los ojos del amor de su vida, el poeta Luis García Montero
Cuando se apagan las cámaras, Luis García Montero (Granada, 1958) camina cabizbajo como si tuviese una losa entre los hombros. Es el peso de la pérdida que le acompaña desde hace un año. Sin Almudena, la casa que le trae los mejores recuerdos de su vida se le cae encima. Para huir, estos 365 días ha intentado llenarlos de trabajo, compromisos, entrevistas y todos los viajes que tenía pendientes tras la pandemia como director del Instituto Cervantes. “Cuando uno se queda solo y está parado, empieza a darle vueltas a la cabeza. La verdadera melancolía tiene que ver con perder el futuro, no con el pasado”, explica frente al escritorio, intacto, de su mujer.
Sobre una de las estanterías, el cristal de un marco quebrado por la mitad separa simbólicamente a la pareja en una foto de jóvenes. Él apoya la cabeza sobre el hombro de ella. Son felices. “Nuestra relación era muy alegre, casi de broma, de estar en el mundo apostando por la alegría”, explica en este episodio especial de En la biblioteca de. Sus despachos están conectados, pero son mundos completamente distintos. En el de Almudena todo está en su sitio. En el de Luis reina el caos. Sobre su mesa no hay ni un hueco sin papeles, sobres, cartas, libros: “Se quejaba mucho de mi desorden. Ella era muy ordenada y muy disciplinada para escribir. Sin embargo, quien escribe un poema puede tener la idea rondando en su cabeza y de pronto esperar a que un día le sorprenda la necesidad de escribirlo”.
Solo en esto divergían. En el resto de cuestiones, la pareja compartía gustos y maneras de pensar la vida y la literatura. Una complicidad enorme que sobresalía en las páginas de sus obras. Y también, en los poemas de amor que Luis le iba dejando en las páginas finales de poemarios de Alberti, Machado o Margarit que le regaló durante años y que luego reuniría en Completamente viernes, el libro que depositó sobre el féretro de su mujer. “Almudena se fijó en mí porque le gustaba mi poesía. Yo cada vez que acababa un poema se lo enseñaba y ella, cuando acababa una novela, también. La verdad es que éramos bastante críticos el uno con el otro porque era la única manera de ir mejorando. Pero, después, no había enfados”.
¿Cómo era la biblioteca de Almudena Grandes? ¿Por qué Luis García Montero se plantea donarla? ¿Cuáles eran sus autores imprescindibles? Descubrimos la biblioteca de Almudena Grandes a través de los ojos del amor de su vida en este formato de vídeo de EL PAÍS, en el que también hemos conocido la biblioteca personal del Premio Nobel Mario Vargas Llosa, de novelistas como Arturo Pérez-Reverte, Lorenzo Silva o Rosa Montero, políticos como José Manuel García-Margallo o personalidades de la cultura como Peridis o Juan Diego Botto.