La España de Pepa y Pepe
Hace, esta semana, 30 años, un matrimonio de treintañeros y sus tres hijos se mudaban a un dúplex en el madrileño barrio de La Guindalera, hoy argumento de ciencia ficción
A menudo la tele, como el cine, explica mejor el mundo en que vivimos que muchos tratados de sociología. Y a menudo solo nos damos cuenta de esto cuando, a través de una serie o de una película, viajamos al pasado. Toda ficción contemporánea y naturalista acaba convertida en un retrato más o menos profundo de su época, si esa cápsula del tiempo permanece enterrada el suficiente tiempo. Estos días yo he desenterrado una.
Hace, esta semana, 30 años, un matrimonio de treintañeros y sus tres hijos se mudaban a un dúplex en el madrileño barrio de La Guindalera, hoy argumento de ciencia ficción. Pepa y Pepe (Verónica Forqué y Tito Valverde) nos dieron la bienvenida a su casa al mismo tiempo que la estrenaban, el 10 de enero de 1995. Pasaban de un barrio más humilde a una casa en una zona pija, con todas las inseguridades que eso les procuraba.
Desde su concepción, se la señaló como la heredera española de Roseanne, pero el Suspiros de España de su cabecera era una declaración de intenciones: estábamos ante una serie muy española y mucho española, que diría aquel. Y con una conciencia de clase elaborada desde el costumbrismo: sin alharacas, pero sin vergüenza. Porque, por mucha mala leche y mucho enredo que respiraran, Pepa y Pepe vivían siempre con el miedo a no llegar a fin de mes, a no ser suficiente para sus hijos, a sentirse fracasados.
Había lugar para la comedia, por supuesto, y al mismo tiempo Pepa y Pepe tenían que pedir un crédito para comprarles regalos de reyes a sus hijos, sufrían cuando a Pepe le echaban de su trabajo en una fábrica o cuando se decidía a abrir una tienda de animales —su sueño frustrado había sido ser zoólogo— y cuando Pepa, harta de los productos tóxicos que respiraba, dejaba el suyo de limpiadora en el aeropuerto. Tenían una hija mayor que, para terror de sus padres, aspiraba a ser actriz (María Adánez), otra devota de Nirvana (Silvia Abascal) y un hijo pequeño que era la piel del diablo. Eran nuestro Shameless avant la lettre.
Volver a Pepa y Pepe no es solo volver a una época pasada, sino a una tele pasada también. Meses después de su desembarco, se estrenó Médico de familia y lo cambió todo. Volver a Pepa y Pepe me ha hecho preguntarme por qué nuestras series se divorciaron de cierto realismo social. La respuesta no cabe en esta columna.
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