Un cuento de Navidad para Raphael
La primera Navidad en la que Raphael practicó el don de la ubicuidad y se sentó a la mesa de un buen puñado de familias, además de la suya, fue la de 1965
La primera navidad en la que Raphael practicó el don de la ubicuidad y se sentó a la mesa de un buen puñado de familias fue la de 1965. Un buen puñado de familias, pero puñado, al fin y al cabo, porque entonces España solo contaba con alrededor de millón y medio de televisores. Entre ellas, La gran familia. En la película, estrenada en 1962, Chencho se perdía en la Plaza Mayor de Madrid y lo encontraban gracias a que sus padres y su padrino lo contaban en la tele. La vuelta del niño a casa propiciaba el regalo de un televisor y el último plano de la familia unida en la película es frente a la pantalla. Así me gusta imaginarlos viendo a Raphael, tres años después.
Raphael tenía 22 años y estaba haciendo la mili en el cuartel de Colmenar, donde ingresó tras su legendario concierto en el Teatro de La Zarzuela. Como a todo hijo de vecino, le raparon el pelo, así que cuando, permiso mediante, pudo salir para grabar aquel especial de Navidad, dirigido por José María Quero, le pusieron una peluca. Allí y así cantó, rodeado de un belén viviente, y se obró el milagro de nuestra santísima trinidad navideña: la tele, Raphael y El tamborilero. El medio de lujo —tuvo impuesto como tal hasta 1961—, la joven estrella y el villancico casi desconocido se fundieron en uno, cristalizaron y dieron lugar a algo mayor que la suma de sus partes. A algo que a lo largo de los años se ha convertido en parte de la memoria sentimental de varias generaciones.
Raphael cantó El tamborilero en El ángel, la película de Vicente Escrivá que protagonizó en 1969, y en innumerables especiales de Navidad, sobre todo en las últimas décadas, donde ha hecho de todo y ha cantado con todos. El último, en 2022, se titulaba Raphael, de tanta gente. Entonces, en este periódico, escribí que al título le sobraba prudencia: Raphael es de todos, tenemos esa fortuna.
Ahora, dos años después, escribo esto cuando se anuncia que Raphael pasará la Nochebuena y la Navidad en el hospital. Y lo imagino triste por haber tenido que cancelar la grabación en La revuelta y, sobre todo, sus dos conciertos en el WiZink. Pero este es mi cuento y en mi cuento, como en La gran familia, todo se arregla. Raphael, como Chencho, vuelve a casa por Navidad. En la mía estará seguro.
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