‘Querer’, mucha ideología, pero transmitida con veracidad
La serie es buena, incluso a veces muy buena, como en el capítulo del juicio. La mujer que dirige el contestatario testimonio sobre la relación de maridos y mujeres posee talento, sensibilidad y credibilidad
Alguien demasiado cercano me contó que había hombres miserables que odiaban a las mujeres, aunque las utilizaran para que fueran las destinatarias de sus frustraciones, de su ira, de sus complejos. Me contó que su padre hostiaba a su madre. Porque era su dueño, por sus complejos, su frustración social o los ancestros de los que había mamado. Todo dependía en esa casa del estado de ánimo con el que aquel fulano entraba allí. Ella nunca le denunció, formaba parte de un ritual cotidiano. Incluso cuando aquel fulano la palmó, seguía asegurando que en el fondo era un hombre muy bueno. Es una forma patética de proteger tus recuerdos. El hijo cerró definitivamente la boca de su asqueroso padre ante los últimos ojos morados de su madre cuando le aclaró: “si vuelves a pegar a esta mujer, si vuelves a humillar a su familia, te mato. No sé cómo, pero te juro que te mato”. Ni leyes, ni juicios ni pollas. Acción directa. El fulano, además de vil era un cobarde, aterrado ante su posible ejecución. La palmó mientras que el hijo pasaba una renovada luna de miel en la selva de Costa Rica. Por supuesto, no fue al entierro.
Esta larga y dolorosa introducción es sobre una serie de Movistar Plus+ titulada Querer. Había visto el primer capítulo, confuso, porque empieza con una secuencia en la que no me aclaro sobre si son los padres follando 30 años antes. O si es el hijo que prolonga el machismo del padre. O si es el encantador hijo homosexual.
Ya la he visto entera. Es buena, incluso a veces muy buena, como en el capítulo del juicio. Mi miedo inicial es que fuera exclusivamente ideológica, fiel a los reivindicativos tambores de esa gente tan grotesca a los melifluos y previsibles discursos de esas ministras y dirigentes políticas con un discurso tan idiota para salvaguardar su sueldo.
Pero la mujer que dirige el contestatario testimonio sobre la relación de maridos y mujeres, llamada Alauda Ruiz de Azúa, que antes había dirigido la muy hermosa Cinco lobitos, posee talento, sensibilidad y credibilidad. Te hace dudar, te hace sentir, sabe cómo utilizar la cámara, dirige muy bien a los intérpretes. Y en algún momento me conmueve, como en el abrazo sostenido entre la sombría madre y ese hijo que acaba entendiéndolo todo.
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