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Columna
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Todo dios quiere a ‘Querer’

En mi televisor solo tengo acceso al primer capítulo de la serie: seguiré viéndola. A ver si descubro el sublime arte del que hablan

Pedro Casablanc y Nagore Aranburu en el primer capítulo de 'Querer'.
Pedro Casablanc y Nagore Aranburu en el primer capítulo de 'Querer'.Nicolás de Assas
Carlos Boyero

Recurro al consuelo en un mundo que solo admite bobamente que unos son los buenísimos y los otros los malísimos (anda que no hay falsarios en los dos lados). Solo me adscribo al grito de mi amado Leo Ferré: “Soy de otro país que el vuestro, de otro barrio, de otra soledad”. También me ayuda aquella confesión de Leonard Cohen: ”Como un pájaro en el alambre, como un borracho en un coro de medianoche, he intentado a mi manera ser libre”. Y no me olvido de la creencia de mi nada cínica madre de que el que no se consuela es porque no quiere. A lo peor que no saben cómo hacerlo.

Se me ocurren estas pretenciosas tonterías cuando veo en los paneles de Movistar Plus+ la divinización por parte de todo Cristo, imagino que ante el gozo del marketing y de la publicidad, dos profesiones que siempre me han parecido poco de fiar, de que han estrenado una serie titulada Querer, que al parecer es lo máximo, la cumbre del género. Si tienen que definir su argumento, va de la violencia de género y del acoso sexual. En mi televisor solo tengo acceso al primer capítulo. Los que la glorifican imagino que la han visto entera. Detesto esa práctica de ofrecer las series troceadas por semanas.

Tráiler de 'Querer'.

Y en el arranque de ella creo que me van a ofrecer una porno. Una pareja joven se lame, se estruja y folla ardorosamente. A continuación, una sumisa esposa denuncia a su marido por haberla violado durante 20 años. Se lo cuenta a la policía y a sus atónitos hijos. Aunque ella no protestara, el marido lo hacía. Y eso son cosas que se sienten, que no se pueden verbalizar. Sigo con cierto interés el comienzo de lo que se convertirá en un proceso judicial. Percibo en ella un punto inquietante, pero nada más. Continuaré con Querer. A ver si descubro el sublime arte del que hablan.

También finalizo la serie documental sobre Luis Enrique, individuo excesivo al que jamás le he pillado la gracia. La titulan No tenéis ni *** idea, sin términos ominosos como puta. Movistar siempre está pendiente de la moral y el buen gusto de sus receptores. Admito que el personaje es deslenguado, desafiante, sincero, tirando a surrealista. Pero jamás he soportado a su personaje, ni como jugador, ni como entrenador. Al parecer la productora lo encuentra irresistible. Aunque al final las trágicas circunstancias que sufrió le otorgan una faceta conmovedora. Murió por leucemia su niña de ocho años. Dice sentirse muy afortunado en este mundo. Su hija solo conoció la felicidad y toda la familia gozó de ese paraíso junto a ella. Y cayéndome fatal el padre, percibo que se me van a saltar las lágrimas.

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