Eurovisión sigue en permanente gabinete de crisis una semana después de su final
La mala gestión del festival ante las polémicas de esta edición, especialmente la presencia de Israel en su escenario, ha enfurecido a eurofans, a la Comisión Europea y a muchos de los artistas y delegaciones participantes de este 2024
No fue casualidad que Suecia ganara Eurovisión 2023. La delegación del país que más veces ha triunfado en el festival de la canción (siete, las mismas que Irlanda) creó una candidatura a medida para lograr una nueva victoria en un año especialmente señalado. Quería llevarse el certamen a su territorio coincidiendo con el 50 aniversario de la victoria del Waterloo de Abba. Y lo logró. Eligió como representante a una de las exganadoras de la competición más conocidas por el público general, Loreen, que se llevó por segunda vez el micrófono de cristal.
Pero, en estos 12 meses, los acontecimientos internacionales han hecho que esos planes festivos hayan saltado por los aires. Malmö, la ciudad asignada para acoger la edición del 2024, no solo no ha sido un lugar de celebración del cuarteto sueco, sino que se ha convertido en el escenario de manifestaciones multitudinarias en contra de la participación en el festival de Israel. Estas protestas tanto en las calles como en el seno de Eurovisión han llevado al certamen a afrontar una de las crisis reputacionales más graves en su historia. Los intensos abucheos que recibió en directo el sábado por la noche Martin Österdahl, supervisor ejecutivo del festival, durante la emisión de la final evidenciaron el gran problema al que se enfrenta el concurso, que cuenta con una empresa israelí, Moroccanoil, como principal patrocinador.
Porque una semana después de la intensa victoria del The Code de Nemo, representante de Suiza, la Unión Europea de Radiodifusión (UER) sigue asumiendo las consecuencias de los conflictos y controversias que se han ido gestando en los últimos meses. Y que cristalizaron en los últimos días del certamen hasta estallar en el caos y la incertidumbre dentro del Malmö Arena. Varios altos cargos de la Comisión Europea (CE) siguen enfurecidos y pidiendo explicaciones al organizador del festival por haber prohibido las banderas de la Unión Europea en el recinto de Malmö, una medida que no habían aplicado con tal intensidad en años anteriores y que esta vez coincidía con el especial miramiento que la reforzada seguridad del Malmö Arena estaba teniendo con la presencia de banderas palestinas dentro del estadio sueco.
“Completamente lamentable” y “alucinante” han sido algunos de los adjetivos que han dedicado a esta decisión, entre otros, Margaritis Schinas, el vicepresidente de la CE, y un portavoz de su presidenta, Ursula von der Leyen. Tal fue la presión que sintió la UER, que el mismo lunes explicó en un nuevo comunicado firmado por Noel Curran, su director general, que “debido al aumento de las tensiones geopolíticas, la norma en torno al uso de banderas fue aplicada de manera más rigurosa por parte de seguridad en el evento de este año”, al tiempo que aseguraba que revisará este reglamento de cara al futuro.
La inédita descalificación de un candidato horas antes de celebrar la final, el neerlandés Joost Klein, por un conflicto con una miembro de la producción de la gala todavía por resolver, provocó las protestas de AVROTROS, la televisión de Países Bajos socia de la UER. Si la medida les pareció ese mismo sábado “desproporcionada”, días después su director general, Taco Zimmerman, insistió en recalcar que la delegación neerlandesa se sentía “extremadamente decepcionada” por la decisión tomada por los responsables de Eurovisión. La UER ha seguido enrocada en su reacción ante lo que considera una clara infracción de las reglas”.
El problema es que no ha sido la única delegación en desafiar al festival tras los acontecimientos del pasado sábado. Varios portavoces de distintos países, como el cantante finlandés Käärijä y la noruega Alessandra Mele, se negaron a participar en la gala dando los puntos de sus países para protestar por la presencia de Israel en ella, al manifestarse en contra de su actuación en Gaza. El hecho de que Israel se colocara en segunda posición como favorita a la victoria pocas horas antes de la final, gracias al apoyo de un televoto organizado, entre otros por simpatizantes de la ultraderecha de varios países, crispó todavía más los ánimos.
Cascada de críticas explícitas
También fue muy comentado el amago de abandono de varios aspirantes, reflejando el descontento general por la gestión de las muchas polémicas en esta edición. Bambie Thug, de Irlanda, a punto estuvo de no presentarse a la final después de que sus continuas quejas contra lo que consideraba faltas de respeto de los comentaristas de Israel fueran ignoradas por la organización. “Hemos estado luchando por esto entre bastidores, porque ha sido muy duro y horrible para nosotros. Que le den a la UER. Ya ni siquiera me importa. Que se jodan”, declaró Thug a los medios entre lágrimas, a los pocos minutos de acabar la final y justo antes de abandonar el estadio sueco. “Nosotros representamos lo que es Eurovisión. Son los artistas los que hacen que esto sea posible, la comunidad eurofan que los apoya”, prosiguió.
Aunque más diplomático, también se ha pronunciado en este sentido Stig Karlsen, responsable de la delegación noruega, que aseguró que sus candidatos, la banda Gåte, también estuvieron a punto de retirarse instantes antes de comenzar la gran final. Los integrantes del grupo han denunciado en los últimos días en la televisión de su país una diferencia de trato entre unas delegaciones y otras. “Parecía que había unas reglas para Israel y otras para el resto”, ha comentado su guitarrista, Magnus Børmark. Infinidad de testimonios desvelaban que tanto los responsables del Hurricane de Edan Golan, la propuesta israelí de este año, como los miembros de la prensa del país mostraron una actitud agresiva con el resto de participantes de otros países durante todo el fin de semana. ”No hay duda de que la reputación de Eurovisión se ha visto significativamente dañada este año, y ahora es crucial que la UER actúe rápidamente. La UER debe dejar de culpar a las delegaciones y a los artistas por los escándalos de este año”, ha explicado el jefe de la delegación Noruega al medio especializado Wiwibloggs.
El problema que plantea Karlsen es claro. Si Eurovisión no reacciona rápido, las distintas preselecciones nacionales se verán con la dificultad de encontrar a artistas interesados en participar en 2025 en un concurso tan hostil y politizado. Es un asunto que podría afectar a otras convocatorias, como la del Benidorm Fest español o el Melodifestivalen sueco.
🇱🇹 Silvester Belt explota: “Salir después de ese país con el público tan intenso ha sido una de las peores cosas que he tenido que vivir. Intenté dar lo mejor de mí en esta situación. Experiencia traumática, desearía que hubiera acabado tras la primera semifinal” #Eurovision https://t.co/dqAU9zR9DQ
— Luis Fuster (@luisgfuster) May 12, 2024
Las palabras que el aspirante lituano Silvester Belt publicó en redes sociales esta semana revalidan ese miedo. Una batalla de abucheos, aplausos y pitidos se libraba el sábado en el Malmö Arena mientras Golan interpretaba Hurricane. Belt actuaba justo después de la israelí y ha definido la experiencia como “traumática”. Hasta tal punto que aseguró desear no haber pasado de semifinales para ahorrarse ese mal trago para poco después borrar el mensaje.
La emisora portuguesa RTP ha sido una de las primeras en solicitar a la Unión Europea de Radiodifusión una reunión para aclarar los incidentes ocurridos el sábado. A esa petición se han sumado Francia, España, Croacia y Noruega, según la propia delegación lusa.
Hasta Nemo aprovechó la rueda de prensa posterior a su victoria para, micrófono de cristal en mano, pedir que el festival se reforme. Con la emoción del momento, rompió el trofeo que certificaba su victoria. “Si mi trofeo se puede arreglar, quizá Eurovisión también necesite unos pocos cambios”, dijo minutos después de coronarse con The Code y de ofrecer una nueva esperanza a la UER. También confesó que tuvo que colar de forma oculta sobre el escenario una bandera no binaria, que tampoco figuraba entre las permitidas. Su victoria asegura que la edición del 2025 se celebre en Suiza, el lugar en el que empezó todo en el año 1956. Con el regreso a la madre patria, el certamen espera reconstruir todos los lazos que ha roto en su propio seno en cuestión de semanas.
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