‘The Newsreader’: guía básica para hacer una serie sobre el periodismo televisivo
La ficción que protagoniza Anna Torv camina en su segunda temporada entre las noticias que marcaron 1987 en Australia y la evolución de su pareja central. Su creador nos cuenta detalles de todo el proceso
Las historias ambientadas en las redacciones son un clásico de la ficción. La adrenalina de la actualidad, la tensión de las relaciones personales, la ebullición de noticias. Desde el clásico Lou Grant hasta la actual The Morning Show, pasando por The Hour, Press o la española Periodistas, la lista solo entre las series es larga. Al guionista australiano Michael Lucas le encantaban historias como Al filo de la noticia, la película de 1987 con Holly Hunter y William Hurt. O la serie The Newsroom, firmada por Aaron Sorkin y protagonizada por Jeff Daniels. Incluso la comedia El reportero: la leyenda de Ron Burgundy, con Will Ferrell al frente del reparto. “Da igual comedia, drama o televisión para niños, una redacción es un lugar muy emocionante para situar una historia”, dice el guionista. Ese amor por un mundo tantas veces idealizado en la pantalla y su relación desde pequeño con las noticias y la televisión fueron los motivos que le llevaron a crear la serie The Newsreader, cuya segunda temporada emite COSMO los lunes a las 22.00 (también estará disponible en Filmin el 12 de diciembre).
Anna Torv (Mindhunter, Fringe) y Sam Reid (la serie Entrevista con el vampiro) interpretan a Helen y Dale, los presentadores del principal informativo de un canal de televisión de noticias de Australia en los años ochenta. En la primera temporada, él es un reportero novato que de repente se ve compartiendo mesa con la presentadora estrella, con la que además inicia una complicada relación sentimental mientras oculta su verdadera orientación sexual. En la Redacción, a ella la tachan de problemática por el mero hecho de ser una mujer con ambiciones. En su caso, su fachada de seguridad impenetrable oculta su lucha con problemas mentales. La segunda temporada de la serie, que recorre acontecimientos relevantes de la época a través de la cobertura del noticiero en el que se desarrolla la acción, se sitúa en 1987 y arranca con una frenética noche electoral y se adentra en otros episodios en la crisis mundial de la Bolsa, la visita de Carlos de Inglaterra y Diana de Gales a Australia y la gran epidemia de la heroína, entre otros asuntos.
“Siempre he estado completamente obsesionado con las noticias”, cuenta el creador de la serie, Michael Lucas, en una entrevista por videollamada a principios de noviembre. “Hubo un momento en que quise ser periodista, pero me viene de muy joven. Toda mi familia estaba obsesionada con las noticias. En los ochenta, cuando yo era niño, se produjo la epidemia de sida y a mi padre, que era médico, le entrevistaban mucho. Recuerdo ver a mi padre en la tele explicando el VIH y el sida. Y como él ejercía ese papel de dar consejos de salud cada noche, tenía que mantenerse al día. Yo sabía que cada día a las seis de la tarde toda la familia estaríamos ante la tele y a veces saldría él. Seguir la actualidad se convirtió en una rutina de mi vida diaria desde que tenía siete años”, recuerda.
Aunque el recuerdo que Lucas tiene de los ochenta es “a través de los ojos de un niño”, los dramas internos de sus protagonistas le hicieron situar la acción de su serie en aquella época. “Él tiene una relación muy complicada con su sexualidad y ella tiene problemas de salud mental. Explorar esos dos temas era mucho más interesante en los ochenta. En el mundo de hoy, aunque aún son asuntos muy complicados, se tratan de una forma más abierta”, dice Lucas. En su papel de productor, situar la historia en los ochenta implicó más trabajo para asegurarse de que la reproducción de la época era lo más correcta posible. “Fue mucho trabajo de investigación, de hablar con gente que trabajó en redacciones en los ochenta para que leyeran los guiones y revisaran los sets para asegurarnos de que no había nada incorrecto. Consume mucho más tiempo que una serie ambientada en los tiempos contemporáneos”.
Una preocupación de Lucas con su serie era que reflejara de forma apropiada el mundo periodístico y el ambiente de la redacción de un informativo. Para ello, se documentó a fondo hablando con muchos periodistas, algunos de ellos muy conocidos en Australia. A todos les prometió anonimato y que no verían reflejado en la pantalla lo que les contara de forma que sus nombres quedaran al descubierto. Así logró que se sincerasen y contaran anécdotas que él ha aprovechado para dotar de autenticidad a sus personajes y el ambiente laboral en el que se desenvuelven. Para hacer la selección de las noticias reales que cubren los protagonistas en sus capítulos, Lucas leyó todos los periódicos del año en el que se ambienta cada temporada y fue tomando notas de lo que más le llamaba la atención. A esa selección se sumaron noticias globales muy relevantes que eran ineludibles, como el accidente nuclear de Chernóbil en la primera temporada, que se sitúa en 1986, o, en la segunda entrega, el crack de la Bolsa del 19 de octubre de 1987, el Lunes Negro.
Situar la historia cuatro décadas atrás permite comprobar cómo ha cambiado la sociedad y en qué aspectos se mantiene anclada. El creador de The Newsreader cree que toda la agonía que sufre Dale relacionada con su sexualidad no la viviría de igual forma en 2023. Sin embargo, el sexismo que sufre Helen todavía está presente en una sociedad que aún prima la imagen en muchas ocasiones. “Sé que las mujeres que están en el ojo público y en los medios de comunicación todavía tienen que afrontar muchos juicios hoy en día”, reflexiona. “No hemos cambiado lo suficiente en ese sentido. Hay más mujeres en pantalla y más mujeres en posiciones de poder, pero todavía creo que existe una doble vara de medir [respecto a sus homólogos masculinos]. Solo tienes que mirar las redes sociales cuando se habla sobre mujeres periodistas en la televisión. A Helen en la serie la definen como ‘demasiado agresiva’, y eso todavía ocurre hoy. Si una mujer periodista hace preguntas complicadas a líderes políticos, habitualmente se la etiqueta como agresiva, pero si lo hace un hombre solo será visto como un buen periodista”, concluye.
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