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COLUMNA
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Interpretando sin credibilidad

La clase política intenta vender al público un producto supuestamente inmejorable, pero la mayoría de estos histriones lo hacen fatal, sus gestos parecen falsos o mecánicos

Debate entre los candidatos a la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez, y Alberto Nuñez Feijoo, en la sede de Atresmedia en San Sebastián de los Reyes, Madrid.
Jaime Villanueva.
Debate entre los candidatos a la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez, y Alberto Nuñez Feijoo, en la sede de Atresmedia en San Sebastián de los Reyes, Madrid. Jaime Villanueva.Jaime Villanueva
Carlos Boyero

El arte de interpretar, independientemente de que se posean muchos registros o de que les baste con exhibir su personalidad, exige ante todo dotar de credibilidad a los personajes. Alguien escribe lo que deben decir y hacer los actores y actrices, el director moldea sus actuaciones, pero son ellos los que tienen que seducir y convencer a los receptores, dotar de autenticidad a la gente que interpretan. La clase política intenta vender al público un producto supuestamente inmejorable y la seguridad de que, si les apoyan, el mundo y sus vidas funcionarán mejor. Pero la mayoría de estos histriones lo hacen fatal, sus gestos parecen falsos o mecánicos, repiten idénticas consignas hasta la extenuación del oyente, no son brillantes ni veraces.

Imagino que su continua presencia es rentable para las televisiones, aunque estas disfracen sus insípidas batallas con el pretexto de que cumplen una sagrada misión social. Y por ello, en época de elecciones deben aparcar provisionalmente lo que más les apasiona. O sea, los sucesos alarmantes, asesinatos, violaciones, palizas, secuestros, el morbo de la sangre alimentando al gran mercado. También olvidan la crónica rosa, el seguimiento de la nada. Pero siguen dedicando un tiempo razonable a lo que más agobia al personal, que es la meteorología. Hablar del puto calor y de si va a ofrecernos un alivio temporal. Esta preocupación es real, tan importante como el estado de nuestra cuenta corriente. Las televisiones también ofrecen, además de debates entre los líderes, los análisis y las tertulias de los expertos. Y sabes lo que te van a contar casi todos antes de que abran su humanista boca. También lo claro que lo tienen sobre la innegociable identidad de los buenos y de los malos.

Leo dos páginas en este periódico sobre el seguimiento durante 10 días que ha hecho mi querido Iñigo Domínguez de los informativos de las televisiones públicas. Se libró de las privadas. No quiero imaginar ese suplicio.

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