Súbita salud mental
Algunas de las criaturas más impresentables de nuestro firmamento hablan de autocuidados y tiempo para sí mismos
No hay cantante, actor, presentador o pintamonas que no haya salido aún a hablar de la salud mental. Ninguno habla de la enfermedad mental ―ese pequeño cambio de concepto ya les alejaría de lo vendible―, sino de la salud mental, que es como se ha formulado el tema de cara a los medios y las elecciones. Si pudiera contar aquí los cambios de chaqueta que he presenciado. Algunas de las criaturas más impresentables de nuestro firmamento hablan de autocuidados y tiempo para si mismos. No es tema baladí, porque un trabajo en el que uno está expuesto y es juzgado continuamente vuelve loco a cualquiera. Llama más la atención, empero, que toda esta preocupación por el alma y la psique vaya siempre enfocada a uno mismo y esté, en esencia, vacía de autocrítica.
En todas las entrevistas que leo (más de una docena a la semana) el personaje del momento se sincera y habla de lo poco que se quiere, de lo mucho que vale, de lo valiente que ha sido afrontando su problema (problema que nunca llega a tener nombre ni características). El entrevistado nunca dice haber sido un indeseable con su asistente personal, sus subalternos, sus guionistas, sus estilistas, sus peluqueros. El entrevistado siempre ha sufrido lo más grande y a lo grande: sufrimiento nivel Norma Desmond. Ese dolor del narcisista que sólo se compadece de si mismo, donde el otro es instrumento o espectador de sus ditirambos. Y es que los demás, sin lujo ni oropel, sin foco ni maquillador, también tenemos nuestras cuitas. Y no podemos contar nuestros problemas de salud mental (a veces enfermedad mental) porque en la vida real estar dependiente de un fármaco o de una terapia es una desgracia y en vez de aplausos caen palos, en vez de apoyo llega soledad. Soledad a raudales, de la que duele, de la que es abandono. Y esa no es flor para ningún ojal.
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