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Series documentales
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

‘Arny, historia de una infamia’: acusaciones a famosos, abuso de menores y una expiación colectiva en tres capítulos

HBO Max estrena una docuserie de Juan Moya centrada en el daño a inocentes, las chapuzas de la justicia y la prensa y los fallos del sistema en un caso de corrupción de menores que sacudió España a mediados de los noventa

El presentador Jesús Vázquez, en un momento de 'Arny, historia de una infamia'.
Jorge A. Rodríguez

La pregunta es tan incómoda hoy como lo era hace 25 años. ¿Cómo se repara el daño a los inocentes, sobre todo si son personas famosas, que son exhibidos públicamente en casos judiciales sórdidos que se convierten en espectáculo? Porque el dolor permanece. Lo muestra descarnadamente Jesús Vázquez en la serie documental Arny: la historia de una infamia (que se estrena este viernes en HBO Max), donde el actor y presentador de moda en los años noventa recuerda cómo en unos meses de furia homófoba fue arrastrado por el barro junto a Jorge Cadaval (del dúo Los Morancos) y Javier Gurruchaga (de La orquesta Mondragón). Sin tener nada que ver ninguno con aquel caso de explotación de menores en un céntrico bar que sacudió una Sevilla conservadora y de resaca de la Expo 92. El caso entretuvo morbosamente a España, con un juicio paralelo en las televisiones, que vieron un filón en el circo de tres pistas de famosos, sexo y mentiras en que derivó lo que empezó como un asunto muy local. La docuserie es una expiación colectiva en tres capítulos y una invitación a pensar si hemos aprendido algo.

Todos quedaron marcados por aquel caso de prostitución de menores que sacudió a una España donde se gritaba abiertamente “maricón” al gay: los absueltos (32, todos los famosos incluidos), los condenados (16, incluido un aristócrata), las víctimas (quedó probado que en ese pub hubo prostitución de menores), la prensa (que mostró las lacras del periodismo más amarillo), la justicia (que se mostró tan ciega como carca)... Todos embarrados con ruido y vergüenza.

Jesús Vázquez es la columna vertebral del documental de tres capítulos dirigido por Juan Moya, que se centra en los fallos del sistema, en el juicio paralelo y en la infamia; en la persecución al gay que efectivamente se desató con este caso y que, a la postre, arrasó con lo que en aquel entonces era el germen del primer Chueca en los años noventa (el barrio madrileño) a lo sevillano. Vázquez es el único de los famosos implicados que da la cara en la producción, que recorre la chapucera instrucción de este asunto, que se desbocó en 1996, cuando se supo que había personas famosas incursas en un caso de corrupción de menores, que hasta entonces había pasado sin pena ni gloria en páginas pares, en sumarios de cola.

“A mí no me juzgaba un juez, me juzgaba la sociedad entera”, resume Jesús Vázquez entre lágrimas, las que nunca podrán borrar tras el calvario que pasó con su madre, a quien, antes de que hubiera juicio, llegó a mentir con que había sido absuelto para que muriera en paz.

El caso del pub sevillano Arny pasó de un asunto puramente local a un escándalo nacional en enero de 1996, cuando se supo que una veintena de personas vinculadas al mundo del espectáculo, la política, los medios de comunicación y la Administración de justicia estaban siendo investigadas por el Grupo de Menores (Grume) de la Policía de Sevilla. La entonces titular del Juzgado de Instrucción número 13 de Sevilla, María Auxiliadora Echávarri, es quien peor parada sale en la serie (en la que declinó participar). Fue el momento de la caza de brujas: cada mañana se publicaba una quiniela, en la que la única condición para ser incluido era ser un homosexual conocido y visto por las calles de Sevilla. Era el chascarrillo de los bares, incluidos los de ambiente de la ciudad.

El morbo se desató y saltó a los programas de televisión, donde Crónicas marcianas y La sonrisa del pelícano, especialmente, utilizaron el asunto para subir audiencias. Llegó la avaricia: un abogado elaboró un documento donde ofrecía a las televisiones a 35 testigos o inculpados en bloque (por 40 millones de pesetas de entonces, 240.000 euros de ahora, sin aplicar casi 30 años de inflación) o por hasta 600.000 pesetas por individuo, un negocio que denunció EL PAÍS.

Arny
El club Arny, en una imagen que aparece en el documental.

El juicio paralelo, incluso antes de que comenzara la vista oral, fue trágico para personas como Jesús Vázquez o el juez de menores Manuel Rico Lara (absuelto y ya fallecido), un humanista que fue víctima de una clara venganza de fuerzas combinadas. Pero también sirvió para ver cómo el caso se había construido sobre una mentira original, la del “testigo número 1″, José Antonio Sánchez Barriga, quien tras acusar a diestro y siniestro, un buen día dijo (primero en las teles y bajo precio, claro) que todo era mentira, que fue “un trabajito” que le encargó la policía. Hoy sigue preso: ha cometido tres asesinatos (uno siendo menor, antes incluso del Arny: lo contó un día como una anécdota). Dio igual: todos fueron al banquillo.

El documental de Cuarzo Producciones propone un examen de conciencia sobre el “circo mediático” que se desató en torno al juicio del Arny, pero deja de lado las condenas efectivas por prostituir y corromper menores que efectivamente hubo, para centrarse en los fallos del sistema, en la infamia de la persecución, en el daño que sufrieron los perseguidos injusta y falsamente (¡durante dos años!) e incluso para recoger algunas teorías más que improbables sobre el origen del caso (como que se desató para tapar el caso GAL, imposible de ocultar).

Jesús Vázquez (izquierda) y Jorge Cadaval (derecha), a la entrada de la Audiencia de Sevilla durante el juicio del 'caso Arny' en 1998.
Jesús Vázquez (izquierda) y Jorge Cadaval (derecha), a la entrada de la Audiencia de Sevilla durante el juicio del 'caso Arny' en 1998. Emilio morenatti / EFE

Para ello utiliza un tono medio, cuajado de testimonios, en el que se reflexiona sobre qué pasó, cómo aquel asunto se le escapó de las manos a la policía, la justicia, a la prensa, a los abogados, hasta que lo que era un caso de corrupción de menores se convirtió en un ejemplo de la homofobia instalada en la sociedad española, como demuestra a las claras esta descripción que hizo de uno de los imputados uno de los jefes del Grume: “Es un maricón, depravado y muy inteligente para los negocios sucios”.

El enfoque del documental es mostrar como “un hecho delictivo horrible” fue convertido “en un arma homófoba”, en una “demonización de la homosexualidad”. Todo en una España donde al gay se le llamaba maricón (por la calle, sin tapujos: era el insulto que soltaban los machos), los bares que luego se llamaron “de ambiente” eran “tugurios de mariquitas” (frase literal que me dijo un investigador del caso)…

Ahora que el linchamiento, la cancelación y las noticias falsas son moneda corriente en redes sociales; en el que medios activistas arriman el ascua a su sardina con desprecio de la verdad y el equilibrio, con juicios paralelos por costumbre, hay que volver a preguntarse: ¿hemos aprendido algo? La respuesta está en las teles.

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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