Mai Meneses y Cayetano, cara y cruz del retorno de ‘Viajando con Chester’
El mayor atractivo del programa de Risto fueron las interminables pausas publicitarias que nos permitieron refugiarnos un ratito en el regreso de Julia Otero a Televisión Española
Como creativo publicitario, a Risto Mejide se le presupone el conocimiento de Roy Cohn, “el abogado más duro, cruel, leal, vil y brillante de América” en palabras de la revista Esquire. Instigador del macartismo y artífice de los rasgos más detestables de la personalidad pública de Donald Trump, contaba entre sus máximas con la célebre “cualquier publicidad, por mala que sea, es buena”. En los cuatro años que el Chester ha permanecido en el guardamuebles de Cuatro, el presentador ha seguido el mantra a rajatabla y se ha mantenido en la palestra gracias tanto a que su programa Todo es mentira suma más polémicas que puntos de share como a salidas de tono aleatorias o calculadas, la última, sus desafortunados comentarios sobre Ana Obregón y Cristina Pedroche. Unas palabras que le dan la razón a Cohn, pocos días después del incidente se anunció que Risto y su sillón volvían a la carretera.
La nueva temporada de Viajando con Chester empezó con una reivindicación de “los silencios que nos invitan a reflexionar”. Algo poco original, ya que si algo abunda en la televisión de los últimos tiempos son los programas herederos del llorado Jesús Quintero. Si hace ocho años Chester reformuló un género proscrito en las parrillas, en la pasada temporada hemos podido disfrutar casi simultáneamente de tres espacios similares: La matemática del espejo, Las tres puertas y Plano general. Todos ellos se basan en la conversación sosegada y el tono intimista, concitan más halagos que espectadores y su interés varía ostensiblemente en función de quién sea el invitado. Una inercia que dinamitó otro formato de entrevistas sui géneris, El novato del bético Joaquín, que con un personaje tan a priori poco atractivo como el cocinero Dabiz Muñoz atrajo en su estreno a casi el treinta por ciento de la audiencia, datos que suenan antiguos, de los tiempos que mentaba Julia Otero en Días de tele, el otro formato estrenado la noche del martes. Durante las eternas pausas publicitarias del programa de Risto resultaba tan fácil sucumbir al zapping como tentador permanecer un ratito más arrullados por esa voz de Otero que tanto se echaba de menos en la televisión pública.
Una burbuja
Al contrario de lo que sucedía con el extremo gaditano, el conductor de Viajando con Chester no pudo hacer nada para capear el tedio que provocó el primer entrevistado. Risto carece de la espontaneidad de Joaquín y también de la lujosa producción del otro gran programa de entrevistas, Mi casa es la tuya, capaz de convertir cualquier cocina en El corral de la Pacheca. Nada contó Cayetano Martínez de Irujo que no supiéramos ya. Desde que en 2019 abrió la espita de las emociones en Lazos de sangre, contando entre lágrimas como las nannys lo golpeaban con juncos y que él mismo había castigado a sus hijos obligándolos a correr entre zarzas, poco queda por desvelar de una vida que él considera terriblemente atribulada. Ni desde el espíritu más beatífico y acrítico se pueden escuchar sin cierta irritación los lamentos de un señor que considera que pasearse por sus fincas es dedicarse a la agricultura y llama “buscar trabajo humildemente” a preguntar qué hay de lo suyo al presidente de la CEOE. Lo único que nos sacó del sopor fue la vista del boxeador Manel Berdonce, El tigre de Tetuán, quien aseguró que antes de ver a Cayetano prorrumpir en llanto jamás había visto a un hombre llorar. ¿En qué burbuja viven estas personas?
Si no en burbuja, sí en unas coordenadas espacio temporales difusas habita quien ha considerado que el conde de Salvatierra y sus cuitas de aristócrata venido a menos podían resultar más interesantes para el debut del programa que las palabras de Mai Meneses, la primera expulsada en la segunda edición de Operación triunfo, aquella en la que los focos estuvieron puestos sobre los concursantes desde antes de que ingresaran en la Academia porque ya se sabía cuánto podía exprimirse el formato. Tras la precipitada salida del programa, triunfó como Nena Daconte para acabar atropellada por el síndrome del impostor y un mal viaje de pastilla cuyas secuelas desgranó ante Risto con una sinceridad desarmante.
Es difícil imaginar lo que podría haber dicho de la fragilísima Meneses el Risto jurado del OT de Mediaset, el mismo que definió a una concursante de una edición posterior como “un consolador, perfecta en la ejecución, pero tremendamente fría en el sentimiento”. Como si aquello nunca hubiera pasado, asintió con gesto contrito y actitud cómplice ante las confesiones de un artista vapuleada por el mismo programa que él ayudó a convertir en el tablón de un barco pirata.
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