Joaquín ‘El novato’, el futbolista sabe escuchar pero Dabiz Muñoz casi se carga el formato
El programa de la estrella del Betis, que arrasó en audiencia (29,5% de cuota de pantalla), tiene un formato prometedor, pero ha arrancado con un primer capítulo desinflado
Un buen entrevistador sabe escuchar. Y de esos cada vez hay menos, porque con tanto ruido se nos ha olvidado cómo se escucha al otro. Esta noche he descubierto sorprendida que Joaquín Sánchez ( centrocampista del Betis, con 600 partidos jugados) sabe escuchar, y lo hace mejor que muchos presentadores. El estreno de El novato en Antena 3 prometía, porque Joaquín es un personaje más allá del campo. Uno que cae bien, quiero decir. Lo que proyecta no tiene nada que ver con la imagen que dan balompedistas como Ramos, Piqué, o Casillas [su estreno de este miércoles arrasó en audiencia, con un 29,5% de cuota de pantalla]. Pero el primer programa no ha tenido un partenaire a la altura. Dabiz Muñoz casi se carga el formato en el día del estreno.
La premisa de El novato es muy atractiva: Joaquín tiene una edad provecta para dedicarse al esférico y busca otro quehacer, así que en cada programa le emparejan con un famoso para que este le enseñe otros menesteres. El estreno ha sido con la cocina. Y su compañero, el considerado mejor chef del mundo, que todo lo que tiene de buen cocinero lo tiene de insoportable. La primera mitad del programa es una entrevista, y la segunda mitad es aprender el oficio. Como si Mi casa es la tuya (con este tiene en común la dirección de Javier Ruiz) se uniese con Princesas de barrio. Lo bueno (o lo malo) es que Joaquín Sánchez no parece tener afán de notoriedad. Durante 43 minutos se ha sentado básicamente a escuchar cómo Dabiz Muñoz deja a Cristina Pedroche de lerda y analfabeta funcional. Ignoro si Pedroche es tan corta como la pinta Dabiz, pero merece, creo yo, un mejor trato por parte de su marido. Quizás yerro y todo el programa es un artefacto para que odiemos a nuestro cocinero estrella. No lo sé.
En el arriate lleno de flores que el chef lanza sobre sí mismo, Joaquín no pone ni un pero. Escucha, sigue la conversación, y alguna vez mete un chiste. Es el entrevistador perfecto, incluso cuando bromea sobre la posibilidad de que le quitasen una estrella a Diverxo y Dabiz Muñoz, con sonrisa hierática, responde que “les hubiera metido en el congelador”.
A la mitad exacta del programa llega lo que todos queríamos ver: a Joaquín cocinando. Por lo visto nunca ha frito un huevo. “He visto a muchas personas freír un huevo por primera vez”, dice Muñoz. El espectador se pregunta en cuántas casas se habrá colado este hombre para ver semejante espectáculo más de una vez. Una vez frito el huevo, Joaquín se sienta con el equipo de Diverxo, y cada uno tiene, como las misses, un minuto de oro para decir algo significativo. “Alguna patada me ha dado”, dice el cocinero jefe refiriéndose a Dabiz. Y de los ojos del jefe salen dos puñales como los de los tebeos de Bruguera. Y entonces Joaquín, que de tanto escuchar estaba ausente, pone sobre la mesa la anécdota del huevo. Del que se le quedó a medio salir cuando era niño, el que su madre hizo brotar poniendo al niño a tomar el sol en la terraza. ¡Al fin Joaquín! Y entonces Dabiz le da al futbolista instrucciones para hacer unas lentejas —y todos apuntamos en casa— y se las sirven a… ¡sorpresa! Su mujer y sus hijas mientras suena, de entre todas las bandas sonoras que había para elegir, la de Forrest Gump. El clímax del programa, por algún motivo que se me escapa, es un anuncio de Casa Tarradellas.
Miren… la idea de El novato era buena. Pero que en el siguiente programa, con Rosario Flores, haya un poco más de alegría, que esto ha sido como cuando vas a una fiesta y al intenso del grupo le da por recitar sus propios poemas.
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