Que nadie se ría de la ‘traumedia’: Neal Brennan y otros humoristas que hablan de la depresión
El monólogo ‘Blocks’, en Netflix, arranca muchas carcajadas, pero al final no se escucha ni una. ¿Es el de cómico un oficio de riesgo para la salud mental?
El payaso triste era un clásico del circo, se supone que con un efecto liberador. Te reías de él sin preguntarte por qué estaba triste. Hoy tenemos la traumedia: la comedia que habla sin tapujos de los problemas de salud mental. El cómico Neal Brennan empieza su monólogo Blocks, en Netflix, sacando muchas risas al público. Se atreve con todo y roza las líneas rojas, como es obligado en el género. Tira pullas a izquierda y derecha: aunque él se define como progresista, apunta lo ridículo de algunas de sus causas. Se burla de sus propios defectos. Avanza por ahí. Un giro brusco: cerca del final, desnuda ante todos los traumas que le causó su padre, la inseguridad que lo atenaza antes de salir al escenario, su desprecio hacia sí mismo. Al apagarse el foco, no hay ninguna carcajada entre quienes antes se reían con ganas, sino un raro silencio. Hasta que explota el aplauso.
Brennan, de 49 años, fue guionista para otros antes de ser monologuista, paso que no dio hasta pasada la treintena. Ensayó la misma fórmula, entre lo transgresor y lo confesional, en otro especial de Netflix de 2017: 3Mics, en el que ya se refería al fantasma de su padre. Entre uno y otro proyecto, fue uno de los 11 humoristas entrevistados en el documental Laughing Matters: Comedians Tackling Depression & Anxiety Makes Us Feel Seen (en YouTube) para hablar de la depresión y la ansiedad en ese mundillo. La lista de bufones que cayeron en el pozo, incluso hasta la muerte, es larga: Robin Williams, John Belushi, Chris Farley... Los 11 profesionales de la risa reunidos aquí coinciden en que suelen convertir sus pesadillas en material de sus espectáculos. Y en que el humor puede ser terapéutico, sí, pero no puede sustituir a la terapia.
¿Es la comedia un factor de riesgo? Chis Gethard cree que la depresión no es más frecuente entre los humoristas, pero la gente no habla tanto de sí misma en público como ellos. Sarah Silverman, un mito del género, sostiene que los de ese oficio han sentido, desde niños, la necesidad de ser graciosos como una estrategia para la supervivencia. Y Sara Benincasa confiesa: “Creía que hacía comedia para que la gente no se sintiera sola. Pero era mentira: la hacía para no sentirme sola yo”.
El ingenio puede brotar de lugares oscuros. Y no siempre tiene que hacer reír.
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