La madre de Evaristo es lo mejor del documental de La Polla Records
El líder de la banda de punk mantiene su discurso de pocos matices, pero en ‘No somos nada’ se entrevé a un tipo afable, humilde y que goza la vida rural. Sobre todo si está al lado de Pilar
Que el punk no ha muerto lo demuestra La Polla Records. La banda del carismático cantante Evaristo Páramos, que despuntó en los años ochenta, volvió a sorprender en su gira de despedida, antes y después del confinamiento de 2020, llenando grandes recintos en España y América. Varias generaciones coreaban los himnos de furia contra todo (el sistema, los políticos, los empresarios, los banqueros, la Iglesia) de un grupo que no surgió de ningún extrarradio urbano, como mandaba el manual del género, sino de un apacible pueblo alavés, Agurain.
El documental No somos nada (en Netflix), del peruano Javier Corcuera, viaja a esta localidad para contar el fenómeno desde su cuna. Domina el relato la labia de Evaristo, completada con los testimonios del bajista Abel Murua y de gente del pueblo, entre los que destaca el encanto y la simpatía que despliega Pilar Pérez, la madre del artista. Además, se recogen los enérgicos conciertos de la banda, los más recientes bien filmados, en precarias grabaciones los de sus inicios.
No sabían música, pero se aburrían y se convirtieron en la versión local de los Sex Pistols (igual que no muy lejos, en Irún, Kortatu decidió ser The Clash). A La Polla Records se la encuadró en el rock radical vasco. Tenían, sin duda, conciencia de clase. Nunca fueron abertzales: uno de sus lemas era “un patriota, un idiota”.
Evaristo no ha suavizado su discurso, de pocos matices, pero en las horas de charla resumidas aquí se percibe a un tipo afable, humilde y solitario, que goza la vida rural. Lo más entrañable llega cuando pasea con Pilar, una gallega instalada en Álava cuando él era muy pequeño, y que confiesa que cuando este empezó a escribir esas letras tan afiladas, alertó a su marido: “¡Que nos lo van a empapelar!”.
En esa caminata, le dice el cantante: “Con 14 años y pantalones cortos solté mi primer ‘me cago en Dios’, y mirando parriba por si me caía un rayo”. Pilar le reprende: “Ay, Evaristo, esas son palabras malsonantes”. Replica el hijo: “Estamos haciendo un documental de un grupo punk, mamá. Juramos y decimos cada cosa...”. Y la madre concluye: “Tú has venido cañero de nacimiento”.
A veces asoma la ternura en los tipos duros. Y más al lado de sus madres.
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