_
_
_
_
COLUMNA
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Aún no hay un algoritmo que sepa predecir qué series van a gustar

La adaptación televisiva de ‘Irma Vep’, de carácter anticomercial, es una de esas grietas que aparecen aún en el edificio uniforme y sin ventanas de las plataformas

Una imagen de la serie 'Irma Vep', de HBO Max. En vídeo, su tráiler.
Sergio del Molino

El oligopolio de las plataformas está a dos fusiones de convertirse en monopolio, y la concentración ya se nota en la oferta, cada vez más homogénea. Desde que las series se producen en serie, se parecen más a la bollería industrial que a las pastas del horno centenario de tu barrio. Por mucho que todo se fabrique con el mismo molde, aún no hay un algoritmo que adivine qué historias gustan y cuáles no, y esa incertidumbre obliga a los productores a rendirse al principio socrático: al final, solo saben que no saben nada. A toro pasado, todos sabemos explicar por qué triunfa algo, pero casi nadie sabe predecir un éxito o un fracaso. La industria del entretenimiento aún se parece mucho a un juego de casino: se tiran los dados y se cruzan los dedos para que la apuesta salga bien.

Gracias a que nadie sabe nada de los caprichosos gustos del público, gozamos de maravillas como Irma Vep (en HBO Max, de momento, hasta que se llame de otra forma), una serie metacinematográfica y autoparódica que reúne todos los pecados que la harían anticomercial (y, por tanto, detestable) para un directivo de la tele: es lenta, coral, sin giros de trama, sin trucos narrativos, adulta, ambigua y exige un espectador cómplice. Para colmo, tiene pasajes de cine mudo ¡en blanco y negro! Aunque su peor delito es que se burla del cine de superhéroes desde los códigos del cine de autor (porque series paródicas de superhéroes desde el código de los superhéroes hay unas cuantas, pero nadie se ha atrevido a burlarse del género vestido de auteur francés, con el esnobismo sin complejos que ello supone en esta época populista). Irma Vep es una de esas grietas que aparecen aún en el edificio uniforme y sin ventanas de las plataformas, y hay que aprovecharlas a fondo.

Puedes seguir EL PAÍS TELEVISIÓN en Twitter o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Sobre la firma

Sergio del Molino
Es autor de los ensayos La España vacía y Contra la España vacía. Ha ganado los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por La hora violeta (2013) y el Espasa por Lugares fuera de sitio (2018). Entre sus novelas destacan Un tal González (2022), La piel (2020) o Lo que a nadie le importa (2014). Su último libro es Los alemanes (Premio Alfaguara 2024).

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_