‘Pinchadas en la discoteca’: otro verano de terror sexual
Algún productor de ‘true crime’ de los que se forra explotando las torturas sexuales a las mujeres estará frotándose las manos con la alarma social del verano
“Los Mossos investigan cinco denuncias por pinchazos a chicas en discotecas” ha sido la noticia que más angustia ha generado en mis chats de amigas en lo que llevamos de verano. Y lo que queda. No había pasado una semana y ya era más de medio centenar de mujeres repartidas por España el que denunció haber notado una inyección estando de fiesta. Sin todavía constancia de delito posterior por sumisión química —se presume que la supuesta inyección busca doblegar a las víctimas para ser agredidas—; una de las que compartió su caso en Twitter tras pasar preventivamente por el hospital acabó su relato tecleando un “tened mucho cuidado”. Esa advertencia a ninguna nos pilla por sorpresa. Llevamos toda la vida escuchándola cada vez que cruzamos la puerta.
Pinchadas en la discoteca no es el último true crime de moda, pero algún productor de los que se forra explotando las torturas sexuales ya estará frotándose las manos. Nos lo viene advirtiendo la politóloga y autora del imprescindible Microfísica sexista del poder, Nerea Barjola, premiada por investigar el adoctrinamiento en el terror sexual femenino: desde que los medios aleccionaron a toda una generación con el triple crimen de Alcàsser, el true crime ha normalizado una apología de la vida familiar y los valores sexuales conservadores mientras se espectacularizan las violencias sobre las mujeres. Nuestro televisor tiene superávit de tragedias reales de caperucitas masacradas. Fábulas que nos susurran al oído “no hagas autostop”, “no salgas a correr de noche” o “mira lo que le pasó a esa chica por viajar sola”. Moralejas para no dormir sobre lo que nos espera si nos alejamos de la seguridad de nuestras casas. Como el terror a un enigmático pinchazo por bailar en la discoteca.
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