_
_
_
_
columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

David Simon no quiere que veas ‘The Wire’

Es una serie de polis y ladrones que luego se complica. Y, al contrario de lo que dijo su creador, es perfecta para el espectador medio

Sergio del Molino
The Wire David Simon
Un fotograma de 'The Wire'.

Me resisto a dar pábulo a las teorías de que las pantallas nos vuelven idiotas. Por lo visto, si enfrentas a un nativo digital con una página de Proust, la cabeza le explota antes de llegar a la segunda subordinada. No me lo creo, porque, como bien recordaba Javier Cercas el otro día, a Proust no lo han leído ni quienes presumen de salir a correr todas las mañanas por el camino de Swann. Tal vez confundimos la idiotez con la desinhibición: no es que los jóvenes sean menos capaces de leer a Proust, sino que no les importa que un señor con coderas en la chaqueta les afee no leerlo.

Me preocupa que, a fuerza de repetir que estamos atontados, acabemos tontos de verdad. A cuenta de los 20 años de The Wire, la serie que hizo que los intelectuales dejaran de llamar caja tonta a la tele, he descubierto que hay mucha gente que la considera una serie difícil. Contribuyó a ello su creador, David Simon, cuando dijo aquello de “que se joda el espectador medio”, encantado de tener audiencias bajitas y luchando por reducirlas más. Los exégetas pelmas hicieron el resto, transmitiendo la idea de que el inglés macarra de los camellos de Baltimore era arameo bíblico.

The Wire es una serie de polis y ladrones que luego se complica. Por mucho que Simon presuma de lo contrario, no hay ningún motivo para que se joda el espectador medio. Al contrario, es una serie perfecta para el espectador medio, no requiere hacer estiramientos a la vera del camino de Swann para coger carrerilla lectora. Pero nos han convencido de que somos tontos y nos intimidan, como al personaje de Amanece, que no es poco que quería ser intelectual. Y aquí el único tonto es el que se las da de listo.

Puedes seguir EL PAÍS TELEVISIÓN en Twitter o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Sergio del Molino
Es autor de los ensayos La España vacía y Contra la España vacía. Ha ganado los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por La hora violeta (2013) y el Espasa por Lugares fuera de sitio (2018). Entre sus novelas destacan Un tal González (2022), La piel (2020) o Lo que a nadie le importa (2014). Su último libro es Los alemanes (Premio Alfaguara 2024).

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_