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Columna
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Monroe

Su cuerpo y su sensualidad resultaban tentadores a todo cristo. Jamás perdió en la pantalla el amor de la cámara, la luminosidad, el imán que poseen las verdaderas estrellas

Una imagen del documental 'El misterio de Marilyn Monroe'.Vídeo: NETFLIX ESPAÑA
Carlos Boyero

El documental de Netflix El misterio de Marilyn Monroe no ofrece conclusiones tajantes sobre el trágico final de la diosa, y tampoco se atreve a demostrar con pruebas que su muerte obedeciera a una conspiración de los poderes del Estado, o de la Mafia, para acabar con una persona cuyo testimonio podría perjudicar a su siniestro negocio. Tal vez habría que recurrir a aquella demoledora sentencia de “entre todos la mataron y ella sola se murió”.

Del ser humano cuentan que nunca superó heridas de infancia, su desamparo en medio de casas de acogida. Tuvo claro su camino para lograr el sueño de ser actriz. No desdeñó las ofertas carnales de productores, directores de casting, gente poderosa que compraba sexo. Su cuerpo y su sensualidad resultaban tentadores a todo cristo. Lo utilizó. También se casó con la gloria nacional del béisbol, el muy machote DiMaggio, que llegó a calificarla de puta cuando llegó el naufragio de su historia. Posteriormente buscó en el muy prestigioso escritor Arthur Miller el acceso a la gran cultura, al arte, al pensamiento ilustrado. También se apuntó a las clases del Método esperando que el gurú Lee Strasberg le enseñara el camino para convertirse en una gran actriz, para lograr el respeto de las élites hacia su talento.

Siempre anduvo en la cuerda floja, pero el desequilibrio pleno se lo provocó su relación simultánea con los hermanos Kennedy, uno presidente del país y fiscal general el otro. Aseguran que sus citas diarias con el psiquiatra no conseguían que esa depredadora llamada soledad dejara de estrangularla. Se ponía ciega de alcohol, barbitúricos y todo el pastilleo imaginable. Se le fue la mano con la química o tal vez tuvo el coraje y la desesperación de largarse por voluntad propia.

Lo que jamás perdió en la pantalla fue el amor de la cámara, la luminosidad, el imán que poseen las verdaderas estrellas, la voluptuosidad con clase. Verla es un eterno placer. Lástima que tanta gracia y hermosura no le sirvieran para sobrevivir.

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