Gila, un humor vigente incluso en tiempos de guerra
Netflix emite un especial, grabado en un teatro, en el que 15 cómicos reinterpretan los chistes más populares de un genio que provocaba risas desde la seriedad
“¿Es el enemigo? ¿Ustedes podrían parar la guerra un momento?”. El célebre comienzo de numerosos monólogos de Miguel Gila (Madrid, 1919-Barcelona, 2001), teléfono en mano en sus intervenciones en televisión, suena estos días tragicómico, como fue la propia vida de este humorista, viñetista y actor. El genial Gila es imperecedero sobre todo porque supo sacar risas de asuntos tan serios como la guerra, la muerte o la violencia. Un buen surtido de sus divertidas historias surrealistas pueden volver a disfrutarse este jueves en Netflix, en el especial Todo es Gila, un homenaje en el que 15 cómicos reinterpretan, a veces con leves cambios para actualizar los textos, los sketches del hombre que aseguraba que cuando él nació, su madre no estaba en casa y se sentó a esperarla.
David Broncano, Ernesto Sevilla, Juan Carlos Ortega, Ana Morgade, Arturo Valls, Pantomima Full (Roberto Bodegas y Alberto Casado), Joaquín Reyes, Valeria Ros, Quequé, Carolina Iglesias y Victoria Martín (de Estirando el chicle), Ignatius Farray, JJ Vaquero y Davi Rovira son los encargados de dar nueva vida al humorista, con un fin de fiesta en el que el músico Juan Gómez, El Kanka, canta una canción compuesta para este espectáculo. Los participantes lucen, además, el uniforme que normalmente acompañaba a Gila, una camisa roja como la que, contaba él, un grupo de falangistas le destrozó en una calle de Madrid.
El espectáculo, de una hora y cuarto de duración, está producido por Lacoproductora (empresa asociada al grupo Prisa), en colaboración con Pólvora Films y dirigido por José Miguel Contreras. Todo es Gila se representó en el Nuevo Teatro Alcalá de Madrid el 9 de noviembre de 2021, en doble función, para conmemorar los 20 años del fallecimiento del humorista. De aquel día salió la grabación que ahora se emite en Netflix. Fue precisamente en un teatro de Madrid, en agosto de 1951, al final de un espectáculo de variedades, cuando Gila actuó por primera vez en serio (antes lo había hecho para los compañeros de trinchera en la Guerra Civil). Desarrolló además un monólogo sobre la guerra, uno de los temas que más le gustaba ridiculizar, quizás porque lo había sufrido como voluntario del bando republicano, cuando se alistó con solo 17 años. Aquel estreno fue un éxito inesperado, con varios minutos de aplausos. A partir de ahí su popularidad creció gracias a su omnipresencia en radio, televisión y cine. Para dar con la tecla de la risa afirmaba que “no solo se trataba del absurdo, sino de decir algo con intención”.
Su fama y vigencia lo convirtió, para varias generaciones de españoles, en un clásico de los programas de variedades o en los especiales de Año Nuevo en televisión, tanto cuando existía una sola cadena, como después con la llegada de las autonómicas y las privadas.
El cómico que abre el show en su honor es David Broncano, con una de sus escenas cómicas más conocidas, en la que Gila narraba su nacimiento. A Ernesto Sevilla le cayó el bombón del monólogo El Enemigo, un desternillante texto de quien no dejaba nada a la improvisación. “¿Es la fábrica de armas?... Es que de los seis cañones que mandaron ayer, vienen dos sin agujero...”. “El submarino que mandaron... que no flota... Ah, ¿que era un barco? ¡Con lo que nos costó hundirlo!”. Sevilla cuenta por teléfono que se recuerda de niño en Albacete viendo a Gila en televisión: “Alucinaba porque era algo completamente nuevo. Me gustaba sobre todo la habilidad que tenía de mezclar costumbrismo con absurdo, era muy brillante”. De su participación en el especial cuenta: “Aunque nos dijeron que reinterpretáramos el texto, yo no cambié nada, incluso imité el tono de Gila. Es que es perfecto, así que no lo iba a mejorar”. Sevilla insiste en la atemporalidad del humor de Gila, “porque interpelaba a asuntos de hoy”.
Sin embargo, hay otras frases de Gila que podrían chirriar en la actualidad, la era de lo políticamente correcto, por sus menciones a los enanos, los tartamudos o los bizcos. “Los chistes hay que verlos uno a uno y ver también su contexto. Si el chiste es gracioso de verdad, da igual con quien te metas, pero hay que tener sentido común y hay que reconocer que está bien que haya chistes que hayan dejado de hacerse y no pasa nada”, apunta Sevilla.
A continuación, Juan Carlos Ortega le da un giro brillante a ese mismo monólogo de la siguiente forma: con la actuación en vídeo de Gila de fondo, Ortega pone en marcha una cinta en un radiocasete en la que “el enemigo” da las supuestas réplicas al humorista. El monólogo pasa a ser un diálogo que mantiene su frescura.
A Ana Morgade le tocó el divertido lance en el que Gila detallaba los problemas de la juventud para encontrar vivienda, al contrario de la suerte que habían tenido sus antepasados: “¿Mis abuelos? ¡Tenían un pisazo! Yo creo que con lo que le sobró a Felipe II del monasterio de El Escorial, dijo mi abuelo, venga, pa’lante”. “De Gila me fascinaba que hacía humor con rictus serio, dejaba que el espectador se riera primero”, cuenta Morgade por teléfono. “Él era muy metódico, pero a la vez huía de la lógica, se inventaba un mundo”, añade. Para esta humorista salir a un escenario, “incluso cuando vas con algo con tanta potencia como un monólogo de Gila, es ir a cazar gnomos, una empresa de ciencia ficción, porque no conoces al público ni sabes cómo va a reaccionar”. Del texto que le tocó recrear, indica que solo le hizo “cambios microscópicos, como cambiar de pesetas a euros”. “Lo importante es que él vio un problema social actual”. Morgade confiesa que desconoce cómo Gila supo componer monólogos que décadas después siguen de actualidad. “Él sabía contactar con algo medular en nosotros, con lo que nos preocupa”.
En su turno, Valeria Ros vuelve a coger un teléfono, de los de disco, eso sí, para comentar los elevados gastos de los colegios que tienen que soportar los padres. Es otra demostración del interés de Gila por cuestiones que afectaban a sus espectadores. Dani Rovira es el encargado de cerrar con la preciosa reflexión de Gila sobre la muerte: “No se mueran nunca, que la vida es muy bonita”.
Para los cómicos que participan en el programa, Gila es un referente porque sus chistes siguen funcionando. Él mismo dejó para siempre su receta para provocar risas: “El humor es una estafa cerebral, tienes que sorprender, que la gente no sepa qué vas a decir”.
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