Anatomía de otro escándalo

Al contrario de lo que pueda sugerir su título, Anatomía de un escándalo (Netflix) no es un cruce Made in Shondaland de Anatomía de Grey y Scandal. Ojalá. La nueva miniserie del legendario creador televisivo David E. Kelley — el primero de sus trabajos para Netflix— cuenta la historia de un ministro tory del que se destapa una infidelidad con una de sus asistentes. Tampoco remite a A Very English Scandal, miniserie en la que Russell T. Davies abordó el affair Thorpe, que terminó con la carrera del parlamentario Jeremy Thorpe, tras descubrirse que en los sesenta había tenido un lío con un señor, Norman Scott, al que intentó asesinar cuando amenazó con hacer público su romance.

Viniendo del Reino Unido, no nos basta una infidelidad del montón para que se nos caiga el monóculo. Ni una violación, ya vimos Liar. Qué mínimo que añadirle un espía soviético como en el caso Profumo o una conversación soez y romántica como aquella entre Carlos y Camila. Y más acá del canal de La Mancha, igual. Durante la presentación en Madrid de Mi rey caído, su libro sobre el rey Juan Carlos I, Laurence Debray comentó que en Francia les preocupa que Macron no tenga una amante, algo que le convierte en un bicho raro entre los inquilinos del Elíseo. Y en España qué vamos a decir.

Lo realmente escandaloso de Anatomía de un escándalo es que David E. Kelley, creador de series como Picket Fences, Ally McBeal y El abogado, siga sin levantar cabeza desde el rotundo éxito de la primera temporada de Big Little Lies. Un tipo que nos ha dado tantas horas de felicidad ahora vive atrapado adaptando best-sellers para intentar reproducir, en vano, ese acierto, ahí están The Undoing y Nine Perfect Strangers. Casi preferiría que le pusiera los cuernos a su esposa, Michelle Pfeiffer.

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