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Benidorm Fest
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘SloMo’, una canción de laboratorio que no nos representa tanto

Era la gran oportunidad para llevar a Eurovisión un tema original y reivindicativo, pero con Chanel nos conformamos con algo aburridamente aceptable

Chanel con sus bailarines en un momento de su actuación en la final de Benidorm Fest.Foto: MANUEL LORENZO (EFE) | Vídeo: RTVE
Carlos Marcos

En la puesta en escena llena de simbología de Rigoberta Bandini hay un momento especialmente emocionante. Cuando Bandini y sus tres bailarinas/cantantes se agarran los brazos mientras entonan por primera vez: “Sacando un pecho fuera al puro estilo Delacroix”. Las cuatro miran desafiantes, la expresión de todas las mujeres que luchan contra una sociedad que siempre las ha discriminado. Igual de poderosos son los “airalalala” de las gallegas Tanxugueiras, donde se mezcla tribalidad, orgullo de la tierra, empoderamiento y respeto a las tradiciones.

Ninguna de las dos conmovió lo suficiente al jurado profesional de Benidorm Fest, del cual dependía el 50% del desenlace (se completaba con un 25% del voto demoscópico y otro 25% del televoto) y que prefirió la propuesta latina de Chanel otorgándole la máxima puntuación. Seguramente estos jueces, dos de ellos internacionales (el austriaco Marvin Dietmann y el islandés Felix Bergsson), vieron en SloMo, la canción de Chanel, lo que se dice “un tema eurovisivo”, argumento utilizado tantas veces por la delegación española y que tan pocos éxitos nos ha reportado. Pocos minutos después de terminar el concurso se contabilizaban 45.000 mensajes en Twitter bajo el epígrafe “tongazo”. Todos mostraban indignación, unos con humor, otros con pena y rabia. Había entre las tres favoritas dos propuestas originales, modernas, poderosas, diferenciales, reivindicativas, identificadas con la pluralidad de España y feministas, Rigoberta Bandini y Tanxugueiras, pero triunfó una canción fabricada en el laboratorio de churros musicales de Miami. No es para sentirse satisfechos.

Chanel, nacida en Cuba pero que vive en España desde los tres años, canta bien y baila de maravilla. Transmite buena profesionalidad y probablemente no va a tener problema para ganarse la vida en la industria del entretenimiento. Pero su propuesta de Benidorm Fest ya la hemos visto mil veces en la última década. Ella asegura que le gustaría ser la nueva Beyoncé, aunque por ahora recuerda mucho más a Jennifer Lopez. Puestos a enviar algo de corte latino, parece mucho más interesante Lo malo, aquella canción combativa de Aitana y Ana Guerra que no nos pareció suficiente como para frenar el romance que vivía toda España por Amaia y Alfred allá por 2018.

Detrás de SloMo se encuentran cerebros del marketing musical que han trabajado para Britney Spears, Black Eyed Peas o Nicki Minaj, profesionales acostumbrados a embotellar canciones ausentes de carácter. Latinas sí, pero mucho más cerca de Estados Unidos que del sur de Europa. SloMo está en la línea de calidad de los temas que ha mandado España muchas veces, e incluso si no se hubiese optado por este sistema de eliminatorias del Benidorm Fest nos hubiese parecido una propuesta aburridamente aceptable. Pero este año había ilusión por algo original, que nos representase, algo que iba más allá de lo musical, que apelaba a principios que nos removían por dentro. Llorar y bailar, como dijo Rigoberta Bandini.

Nos daba incluso igual quedar los últimos: defenderíamos siempre Terra y Ay Mama y las seguiríamos disfrutando. Con SloMo solo vamos a bailar perezosamente y a cantar por lo bajini eso de: “Y no se confundan, señores y señoras, yo siempre estoy ready para romper caderas, romper corazones”.

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Sobre la firma

Carlos Marcos
Redactor de Cultura especializado en música. Empezó trabajando en Guía del Ocio de Madrid y El País de las Tentaciones. Redactor jefe de Rolling Stone y Revista 40, coordinó cinco años la web de la revista ICON. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Madrid.

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