TVE cierra ‘Las cosas claras’, el programa más incómodo de la temporada
La salida del periodista Jesús Cintora desata las protestas de ERC y Unidas Podemos
El programa de TVE Las cosas claras ha desencadenado, con apenas ocho meses de vida, una de las polémicas más enconadas de los últimos años. La primera fricción se produjo dentro del ente público por el encargo a una productora privada de un formato de actualidad y tertulia política, con evidentes tintes informativos. La segunda batalla se ha librado en el seno de los partidos y del propio consejo de administración de la corporación pública, que se han decantado de forma furibunda a favor y contra del espacio.
Entre los detractores, la voz cantante la han llevado el PP y Vox mientras que en su defensa han salido ERC y Unidas Podemos. Los nacionalistas catalanes reclamaron la semana pasada la comparecencia parlamentaria del presidente de la corporación, José Manuel Pérez Tornero, para que explique los motivos que han conducido a la cancelación del programa este jueves para dar paso a los Juegos Olímpicos de Tokio. Unidas Podemos, que se ha adherido a la petición, considera que el formato es una garantía de pluralidad y percibe que se ha producido “una cruzada” contra el presentador del programa, Jesús Cintora.
También en el seno del consejo de administración de RTVE se han producido duros enfrentamientos a cuenta de Las cosas claras. Durante la sesión celebrada a principios de junio para decidir el futuro del programa la discusión fue especialmente tensa y el tono, beligerante. En una primera votación se acordó prorrogar el espacio desde el 30 de junio, fecha en la que expiraba el contrato, hasta el 22 de julio. A favor de esta propuesta se pronunciaron siete consejeros y en contra se manifestaron los tres propuestos por el PP. Los populares mantenían así la estrategia seguida en la Comisión Mixta de Control de RTVE, que han arremetido en numerosas ocasiones contra el espacio. Su portavoz, Macarena Montesinos, ha reiterado que se trata “de un programa informativo cuya calificación se quiere trampear para beneficio de una productora privada e incumpliendo una norma legal que obliga a RTVE a que todos sus espacios informativos sean producidos y realizados con sus propios recursos”.
En aquella sesión del consejo de administración se llevó a cabo una segunda votación para determinar si esas 16 entregas adicionales de la prórroga las debía presentar Cintora o no. El consejo se fragmentó completamente ante esta disyuntiva: los dos vocales de Unidas Podemos y uno del PSOE apoyaron la continuidad del presentador, dos del PP la rechazaron y el resto (tres del PSOE, uno de PP y el del PNV) optaron por la abstención, según fuentes de la corporación que tachan de “bronca” la discusión que precedió al escrutinio.
En la disputa sobre Las cosas claras han entrado también las secciones sindicales del grupo estatal. UGT se felicita de que finalmente caiga de la parrilla y califica la decisión de “valiente y acertada”. Por su lado, CC OO denuncia que la cancelación es fruto de “injerencias políticas” e insiste en que la salida de Cintora es un “despido político”. Este sindicato añade también argumentos económicos: Las cosas claras cuesta 327 euros por minuto frente a los 576 de La hora de La 1 y su coste por punto de audiencia es de 2.938 euros, mientras que el concurso vespertino El cazador se sitúa en 6.252, según sus datos.
Con Las cosas claras, el último invitado al banquete del infoentretenimiento, TVE quiso revitalizar la franja previa al telediario de sobremesa, durante años monopolizada por contenidos propios de la crónica rosa. Implicaba entrar en plena batalla con Al rojo vivo, paradigma del género. Las audiencias han fluctuado de una manera frenética. Algunas jornadas, Cintora ha ganado al veterano de La Sexta, Antonio García Ferreras. Y también ha superado ampliamente el umbral que la televisión pública obtenía con los formatos culinarios que ocuparon esa franja horaria antes del desembarco del contenedor de actualidad y tertulia política.
El eje del debate sobre la pertinencia de mantener el programa en antena o suprimirlo definitivamente no ha estado centrado tanto en el qué como en el quién. El hecho de que el programa fuera ideado y en gran parte producido por la empresa privada La Coproductora ha sido determinante para que el nuevo equipo gestor de RTVE se haya replanteado su destino. Si se cumplen los planes, la del jueves será la última edición presentada por Cintora. Su salida será un triunfo del PP y de Vox, que desde la comisión de control parlamentario han clamado desde el primer día contra el programa y no han dejado de pedir la cabeza de su presentador. Perderán Unidas Podemos y la sección sindical de CC OO en la corporación, que ha defendido infructuosamente su continuidad y la profesionalidad de su conductor. El sindicato asegura que habrá también otro vencedor: Atresmedia. El grupo privado se quita de un plumazo a un competidor incómodo.
Rifirrafes políticos
Los rifirrafes políticos y sindicales a cuenta de Las cosas claras se parecen (salvando las distancias intelectuales) a los legendarios encontronazos entre Gore Vidal y William F. Buckley a finales de los años sesenta. Aquellos debates a cuchillo fueron el preludio de un modelo de televisión que se ha consolidado con el tiempo. El medio descubrió entonces el valor de los insultos y las provocaciones. Se comprobó que las bombas dialécticas y los duelos verbales con toques barriobajeros eran rentables a la hora de enganchar a la audiencia. Aquel vocerío en la cadena estadounidense ABC se produjo durante la celebración de las convenciones del Partido Republicano en Miami y de los demócratas en Chicago de 1968 y reveló el valor que para la televisión suponía mezclar en un mismo plató tres ingredientes: actualidad política, polarización ideológica y gresca.
La trifulca y el guirigay, en comunión con el agravio y la provocación, son elementos que abundan en los formatos de infoentretenimiento. El listón lo dejó muy alto Vidal cuando llamó “criptonazi” a Buckley y este le amenazó en directo con partirle la cara. Medio siglo después se siguen produciendo descarnadas diatribas ante las cámaras, aunque sin el tono erudito que presidía aquellos enfervorecidos debates de la ABC.
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