Lo que vuelve en Telemadrid
La redacción del canal autonómico hizo periodismo, y el periodismo suele ser molesto. Tras sus encontronazos con Ayuso y la reforma de la ley, los tiempos más oscuros amenazan con regresar
Recordamos bien cómo era Telemadrid bajo el Gobierno que se decía liberal de Esperanza Aguirre: un nido de sectarismo, un foco de agitación contra Zapatero, un trampolín de la lideresa en su intento de desbancar a Rajoy, un difusor de bulos sobre el 11-M, aquellos informativos de autor presentados por Fernando Sánchez Dragó o Hermann Tertsch. Todo cambió en 2015, cuando Cristina Cifuentes tuvo que pactar con Ciudadanos, que exigía una gestión independiente. Cambió la ley, se eligió una dirección consensuada entre los partidos y se hizo una programación más pensada para el ciudadano que para librar guerras culturales. La audiencia alcanzó este año su pico en una década.
La última vez que Aguirre estuvo en Telemadrid, en 2018, salió del plató clamando contra el canal “podemita”. Y ahora su triunfal sucesora, Isabel Díaz Ayuso, vuelve a las andadas de la mano de Vox, que pedía el cierre o la subasta de la cadena pero se conforma con meter mano en su cúpula. Ayuso acumulaba encontronazos con Telemadrid. Salió indignada de una entrevista con Silvia Intxaurrondo porque osó preguntarle por el personal sanitario del flamante hospital Zendal.
Lo último es que esa redacción, habrase visto, hizo periodismo —el periodismo suele ser molesto— e informó de un agujero de seguridad en los datos sanitarios de los madrileños, del Rey al último vecino. El Gobierno de Ayuso respondió en Twitter al modo trumpista: “Stop bulos. Esto es falso”. Quedaban pocas horas para la voladura del modelo en una reforma legal aprobada en la noche del jueves. Se elegirá a dedo a un director que sabrá a qué atenerse.
No es consuelo que la profesionalidad esté bajo presión en otras televisiones públicas. Al menos RTVE ha vuelto a la senda del consenso, que no es lo mismo que independencia pero ayuda a ella. Lo que viene en Telemadrid puede ser, ojalá no, tan grosero como lo que ya conocimos; es difícil que más.
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