_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La siesta como arte

A falta de un estilo de tele siestera, he inventado el mío a la carta: una serie mala, un documental cutre de ovnis o una comedia vieja y mil veces vista son mis narcóticos

Una mujer durmiendo.
Una mujer durmiendo.Europa Press
Sergio del Molino

Algunos locutores de radio nocturna se toman como un halago que sus oyentes se queden fritos escuchándolos. De hecho, lo propician. Hay unos códigos de estilo que instan a bajar el tono en los programas de madrugada. No se grita, no se habla de política y no se interrumpe el flujo de la palabra con ráfagas musicales.

Algo parecido sucedía con la tele a la hora de la siesta, aunque no se haya logrado nunca una armonía tan perfecta entre la pantalla y el espectador que ronca. Solo el ciclismo, con su pedalear hipnótico, rima con las cigarras y el sol para crear un ambiente de siesta absoluta. A falta de un estilo de tele siestera, he inventado el mío a la carta: una serie mala (pero no tan mala que me irrite y me espabile), un documental cutre de ovnis o una comedia vieja y mil veces vista son mis narcóticos de cabezada. Se excluyen las noticias y los programas con presentadores hiperactivos.

Miguel Ángel Hernández ha escrito un pequeño tratado sobre la siesta, El don de la siesta: notas sobre el cuerpo, la casa y el tiempo (Anagrama), donde se recrea en la siesta como arte, como interrupción de la productividad y como reencuentro diario con el placer corporal. La siesta como una transgresión. Desprecia a los gurús modernos que defienden sus virtudes saludables y la incorporan a la rutina del trabajo para tener curritos más despiertos y rentables: la siesta ha de ser una mala costumbre o no ser, como decía Woody Allen del sexo, que solo es sucio cuando se hace bien.

Si yo mandase en Netflix, HBO o alguna plataforma, tras leer a Miguel Ángel crearía una categoría de contenidos titulada “Ideales para la siesta”, y asignaría un presupuesto generoso para que las mejores mentes de la industria diseñaran géneros específicamente siesteros.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Sergio del Molino
Es autor de los ensayos La España vacía y Contra la España vacía. Ha ganado los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por La hora violeta (2013) y el Espasa por Lugares fuera de sitio (2018). Entre sus novelas destacan Un tal González (2022), La piel (2020) o Lo que a nadie le importa (2014). Su último libro es Los alemanes (Premio Alfaguara 2024).

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_