Gervais
En ‘After Life’, tanto surrealismo, ternura, humor salvaje y lirismo, me lo regala paradójicamente un personaje que quiere suicidarse
No disponiendo de videollamadas ni WhatsApp, tengo que limitar mi comunicación con el mundo al teléfono Nokia, agonizante el pobre pero también heroico para mi supervivencia mental, al recurso continuo de volver a disfrutar de las películas y las series que alegraron mi existencia.
También poseo una visión mágica a las ocho de la tarde, cuando aplaudo desde mi terraza a los profesionales que se están dejando la salud y el alma combatiendo al bicho. Ese momento maravilloso, esa salvación cotidiana es ver en el edificio de enfrente a una pareja joven y a su bebé, una cría preciosa que tendrá año y medio, todo rizos y encanto, enchufada casi siempre a su chupete y que aplaude sin desmayo. Y siento un escalofrío cuando algún día retrasan ligeramente su aparición. Me asalta la intolerable idea de que el monstruo se haya cebado con ellos, si quiere compañía el hijoputa que lo haga con los que tenemos muy poco que perder.
Y me divierte y conmociona la serie de Netflix After Life. La ha creado y protagoniza Ricky Gervais, un tipo tan singular como insolente al que solo conocía por sus ácidas presentaciones de los Globos de Oro. El universo que describe en su serie me hace reír y sentir, me golpea, me enamora. Y tanto surrealismo, ternura, humor salvaje, lirismo, sarcasmo sin restricciones, me lo regala paradójicamente un personaje que quiere suicidarse, devastado por la muerte de la esposa que otorgó luz y sentido a su vida, un tipo autodestructivo y feroz, rodeado de un pintoresco ejército de frikis en su trabajo como reportero de un periódico gratuito y en su vida cotidiana. Los diálogos y las situaciones nacen de una inteligencia, una sensibilidad, una mirada sobre las personas y sus circunstancias que están fuera de lo común. Y este humorista tan salvaje y trágico también es buena gente. Y me da mucha pena que llegue el final de After life. Y le deseo al doliente viudo que deje de estar atrapado en el tiempo, que siga cuidando a su perra y a su zoológico humano, que se deje querer, que se conceda otra oportunidad.
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