Su cerebro e internet: opinión y tribalismo
La realidad es muy complicada y los seres humanos necesitamos una explicación a la que asirnos. Por ello, nos confiamos a una especie de mapas mentales con los que decidimos identificarnos
La realidad es muy complicada y los seres humanos necesitamos una explicación a la que asirnos. Hace algunos siglos, la religión era la única capaz de arrojar algo de luz artificial en un mundo oscuro. Los años han pasado, y los temas sobre los que nos vemos impelidos a opinar se han propagado a más velocidad que el virus que nos asola. Enfrentarnos a esta maraña intelectual requeriría de nosotros un esfuerzo de documentación para el que no tenemos tiempo o capacidad (o ambas). Pero ni siquiera eso no nos libra de tener que posicionarnos (ya sea en elecciones o en tertulias).
Por ello, nos confiamos a una especie de mapas mentales con los que decidimos identificarnos: subcontratamos nuestras opiniones según el clan en el que hayamos recalado. De izquierdas o derechas, católicos o ateos... Gracias a estos mapas no nos hace falta llegar hasta el detalle de cada cuestión concreta, basta con confiar lo que nos proponga el líder que hayamos elegido.
Y si alguna vez hubo algún atisbo de gris en España, la conjunción de procés, pandemia y redes sociales (entre otros ingredientes) ha acabado por eliminarlo. Cualquier matiz da pie a abiertas acusaciones públicas de traición en esas cámaras de resonancia que constituyen las redes sociales. Tomamos partido no después de una cuidadosa consideración de los diversos argumentos, sino más bien sobre la base de con qué tribu política o cultural nos reconocemos. Es tarea de Internet facilitarnos la labor.
Quizás esté pensando mientras lee esta columnita que esto no va con usted, que su cabeza está a salvo de estos mapas predefinidos y que su cerebro es un laboratorio aséptico que le permite extraer conclusiones empíricas hasta su opinión final. Con todo mi respeto: se equivoca.
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