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Agricultura digital

Las tecnologías que convierten al urbanita profano en campesino digital

La horticultura urbana se cruza con el algoritmo para el cultivo asistido de vegetales en espacios domésticos. La nueva soberanía alimentaria pasa por secuencias de unos y ceros

La horticultura es una de las últimas actividades que todavía quedan al margen de la ola de digitalización con la que Silicon Valley ha ido cubriendo a la humanidad. Para la sociedad posindustrial, la producción doméstica de frutas y verduras en entornos urbanos conlleva una larga lista de beneficios: desde la propia obtención de alimentos sanos y frescos hasta la terapéutica satisfacción que proporciona su obtención por medios propios.

El auge de los huertos urbanos en la búsqueda de sabores auténticos y de proximidad, así como el retorno a los saberes antiguos, parece tener ahora un nuevo aliado en forma de multitud de dispositivos electrónicos y aplicaciones móviles. Pasada la llamada Revolución Verde, que mecanizó la producción agrícola después de los años sesenta, la agricultura hoy vuelve a reinventarse en el espacio doméstico conjugando principios antiguos como la hidroponía, que ya usaban los babilonios, con gadgets digitales y algoritmos específicos.

Huertos urbanos e inteligentes

El negocio de la jardinería doméstica no es ajeno a las grandes tecnológicas ni a los fabricantes de electrónica de consumo. Las apps con sistemas inalámbricos para controlar la humedad, el PH y la exposición al sol de las plantas, como el sensor Smart Plant Monitor de Huawei, han proliferado en los últimos años.

A su rebufo, distintos dispositivos para cosechar hortalizas y plantas aromáticas, como Terraplanter, Tower Garden o Plus Farm, que aúnan los principios de la hidroponía y la agricultura vertical, prometen a los profanos acercarse a este tipo de agricultura de formas nuevas y creativas.

¿Golosinas digitales para aprovechar una tendencia o tecnología que ha llegado para quedarse? David Lagares, de La Huertoteca, especialista en huertos urbanos, asegura que la agricultura en balcones, patios y terrazas no deja de ganar enteros. “Cada vez hay un mayor interés en el hecho de cultivar nuestros propios alimentos sin salir de casa. Una situación como la que acabamos de vivir, confinados en nuestras viviendas por la covid-19, quizá ha acelerado esta tendencia”, opina. Para él, “cultivar es el nuevo yoga” y “sería un puntazo una especie de Siri que nos proporcionase recomendaciones sobre lo que tenemos que hacer en cada momento y en tiempo real”.

Algo así es lo que promete la nueva agricultura digital, que automatiza riegos y los personaliza, controla los flujos de luz o advierte de plagas. Ahora, lo orgánico se cruza con lo digital. Como recogía un reciente artículo en The Verge, la jardinería digital no deja de florecer en estos tiempos turbulentos y hasta los juegos dedicados a cultivar huertos y jardines virtuales parecen ofrecer a los usuarios un alivio del estrés similar al de la jardinería real.

El botánico italiano Stefano Mancuso, director del Laboratorio Internacional de Neurobiología Vegetal de la Universidad de Florencia, cuenta en El futuro es vegetal (Galaxia Gutenberg, 2017), uno de sus libros de divulgación sobre la sensibilidad de las plantas, la historia del invernadero Veggie, de la Estación Espacial Internacional, donde crecieron en 2016 lechugas y las primeras flores criadas en ausencia de gravedad. “Raymond Wheeler, el director de actividades de soporte vital avanzadas de la NASA, reconoció que esos experimentos tuvieron un efecto muy positivo en el estado de ánimo de los astronautas”, escribe.

Robots jardineros

Precisamente esa tecnología de cultivo interior es la que implementan gadgets como el AVA Byte, que presume de estar desarrollado con tecnología de la NASA y que emplea un avanzado software hortícola aplicado a entornos domésticos, así como el cultivo a partir de vainas de semillas. Nacido en la web de micromecenazgo Indiegogo y autodenominado “el Nespresso de la jardinería”, puede cultivar tomates, lechugas, pimientos, bayas, hongos, flores comestibles u hortalizas de raíz mientras una app con cámara en HD vigila el crecimiento de las plantas, controla los niveles de agua y luz y planifica el riego.

Los sistemas de horticultura en interior prometen alcanzar una autonomía casi total. Algunos, como el AeroGarden Harvest Elite, presumen de poder cultivar vegetales y flores durante todo el año y sin importar el clima. En este recipiente de acero inoxidable sin tierra se pueden plantar hasta seis vainas de semillas que crecen solo en agua. Otros, como Herbot, un robot de jardinería de interior manejado por inteligencia artificial, presentan un diseño más futurista, en un terrario en forma de vitrina retroiluminada.

Y la tendencia alcanza el gran mercado de consumo con dispositivos como SmartGrow, el sistema digital de cultivo interior de Bosch, todo un huerto doméstico con sistema de riego e iluminación automatizado que cultiva a partir de cápsulas de semillas. Otros gadgets útiles, como el Vitamix FoodCycler, generalizan un sistema inteligente de reciclaje de alimentos y compostaje. También es interesante señalar el proyecto de Ikea y Tom Dixon, el Chelsea Flower Show, que exploraba en su edición pasada soluciones de futuro para cultivar alimentos y plantas medicinales en casa y fuera de ella, o sistemas como el digital Green Space, una aplicación móvil para cultivar verduras de proximidad.

Quizás esta serie de jardineros sea la boutade necesaria de un mercado que se prepara para una gran revolución. Gracias a la realidad aumentada, el jardinero digital puede planificar su propio jardín vía app según la ciudad, la exposición a la luz del sol, el tamaño del espacio y la estación del año. Para muchos, la superposición de capas de visión artificial a través de gafas de realidad aumentada puede ser el gran futuro donde cualquier profano consiga grandes rendimientos, gracias a los invernaderos autoguiados mediante inteligencia artificial. De este modo, quien se anime a cultivar se evitará tener que adquirir toda una serie de conocimientos agrarios ancestrales. Internet libera memoria para dedicarse a supervisar el software y actuar de manera leve pero exitosa en sus cultivos, consiguiendo que sus criaturas prosperen gracias a la nube y la hiperconexión.

Marina, una publicista gallega de 37 años que lleva casi media vida en Madrid, hace varios años que cultiva plantas en su terraza con la ayuda de tecnologías digitales. “Empecé con el Parrot Flower Power, un pequeño sensor que clavaba en las macetas y avisaba a mi móvil vía Bluetooth sobre la humedad del suelo y la exposición a la luz”, explica. Aquel sistema, recuerda, fue una ayuda divertida para iniciarse en la jardinería urbana y atreverse a cuidar plantas que antes terminaban por morirse. “Gracias a este sistema comencé a observar las plantas con otros ojos y a escucharlas de otra manera”, señala. Con el tiempo, ha incorporado sistemas hidropónicos para el cultivo interior y a la vez ha hecho un viaje doble para profundizar sus conocimientos de jardinería, expandiendo su faceta de agricultora analógica. Esta primavera, en su terraza florecen las rosas, crecen los tomates y las judías y lucen en su terrario aromáticas como el cilantro, el perejil o el romero. “Gracias a estos aparatos he conseguido que no se me mueran las plantas y he entendido los principios de los cultivos”, asegura.

Cultivos en confinamiento

Quizás Google Glass o las gafas de realidad aumentada que prepara Apple nos conviertan en cultivadores avezados capaces de sacar adelante una cosecha en espacios reducidos y sin apenas gastar agua. En la jardinería aumentada que viene, la superposición de capas digitales por software indicará al neófito cómo y cuándo regar y sembrar, enriqueciendo lo que vemos al mezclar escenarios sintéticos con escenarios reales. Una nueva percepción ultrasensorial que no requerirá de una atención profunda al entorno, donde un Siri todopoderoso hará las veces de experto plantador y el portador de las gafas se limitará a seguir dócilmente las instrucciones que le sean dadas. Habrá que desconfiar antes de cederle a esta tecnología todo el asombro que parece exigir antes de estar siquiera lista.

En el entorno mileniarista de escasez ante el cambio climático y las pandemias, algunas compañías, como Square Roots, proponen granjas verticales domésticas supertecnológicas centradas en el cultivo interior destinado al autoabastecimiento de alimentos. Su plataforma escalable plantea la producción de frutas y hortalizas frescas y producidas sin pesticidas en zonas urbanas durante todo el año, a la vez que insisten en la formación de las futuras generaciones de agricultores digitales. La compañía, que posee granjas de producción en Nueva York y Michigan, planea la expansión de centros de distribución por todo Estados Unidos a través de tiendas minoristas como la Gordon Food Service. Su principal meta es lograr una trazabilidad total de cuándo y cómo se cultivan los alimentos, y también quién los cultiva, incorporando un nivel totalmente nuevo de transparencia en la cadena de suministro de alimentos.

Para ello, sus granjas verticales de agricultura de interior con clima controlado están dotadas de apps y protocolos digitales que escanean múltiples códigos QR. Sus cultivos emplean la tecnología hidropónica, que requiere un 90% menos de agua que la convencional. Sus granjas, construidas dentro de contenedores de transporte renovados con su propio clima programable, son capaces de cultivar alimentos frescos los 365 días del año sin necesidad de pesticidas. Una idea revolucionaria para la agricultura de proximidad.

La tecnología promete una vez más alterar el funcionamiento del mundo. Quién sabe. Quizás estos sistemas digitales y personalizados ayudarían a la humanidad a alimentarse de un modo más justo y saludable. Y esos nuevos hábitos podrían contribuir a un mayor bienestar para las personas y también para el planeta.

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