“Solo los Gobiernos pueden evitar el abuso del reconocimiento facial o de las huellas digitales”
El investigador de origen indio ilustra el potencial de la biometría en ámbitos que van de la identificación de terroristas a la mejora de las condiciones de vida en las áreas desfavorecidas
Anil Jain (India, 1948) se ha preguntado muchas veces por qué los seres humanos nacemos con unos “dibujos especiales” en las manos y los pies. Quizás esta curiosidad le haya ayudado a convertirse en uno de los más destacados expertos internacionales en reconocimiento de huellas dactilares y de las caras. Décadas de logros en este ámbito de investigación, conocido como biometría, le han valido un largo listado de reconocimientos académicos, entre ellos un doctorado honoris causa otorgado el pasado jueves por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Y sobre todo, su trabajo le ha permitido contribuir en extender las aplicaciones de la biometría desde las investigaciones policiales a cada vez más esferas de la vida común.
Poder identificar a quien dejó huellas digitales en la escena de un crimen fue la primera revolución de la biometría
“La biometría está aquí para quedarse”, afirma este profesor de la Michigan State University (EE UU) en una entrevista concedida a EL PAÍS tras la entrega del doctorado en la UAM. Las premisas que dan fiabilidad al método de reconocimiento individual de las huellas dactilares son la “unicidad y la constancia”, explica Jain. “La unicidad se refiere a cuántos individuos diferentes podemos identificar en función de esta modalidad de reconocimiento. La constancia, al hecho de que las huellas no cambian en el tiempo”, detalla. A principio de siglo XX, la posibilidad de aprovechar estas características indujo a cuerpos de policía como Scotland Yard y el FBI a implantar esta técnica para la búsqueda de criminales. “Poder identificar a quien dejó huellas digitales en la escena de un crimen fue la primera revolución de la biometría”, asegura este investigador de origen indio.
Cuando empezó a trabajar en este campo, hace casi 30 años, la biometría todavía estaba en su infancia. En su opinión, “lo segundo más importante” que ha permitido esta ciencia ha sido la posibilidad de averiguar la unicidad de las identidades y evitar que un individuo tenga documentos que le atribuyan más de una. Este problema puede ser particularmente grave en países en desarrollo donde “es frecuente que los ciudadanos carezcan de cualquier prueba de identidad”, explicaba poco antes a la platea que asistió a su recibimiento en la UAM. “Sin un documento de identidad no es posible hacer transacciones o acceder a las ayudas del Gobierno”, subraya a EL PAÍS.
Jain pone el ejemplo de la India, donde —recuerda— “hay 1.200 millones de habitantes”, para explicar cómo las tecnologías biométricas ayuden a evitar errores de atribución de identidad. “Cuando alguien pide obtener un pasaporte, se le toman todas sus huellas digitales, las imágenes de ambos iris y del rostro. Luego, se introducen estos elementos en una base de datos de todos los que han pedido un documento de identidad para averiguar que no tenga ya otro pasaporte y un nombre diferente”. Jain agrega que esta aplicación “está siendo considerada en todos los países en desarrollo más grandes, como Indonesia o Brasil”.
Identificar a terroristas
El atentado del 11S marcó un hito en la historia de la biometría. Tras ese ataque terrorista, “Estados Unidos empezó a recoger las huellas de todo el que entrara. Esos datos se pueden contrastar con la lista de los presuntos terroristas”, asegura Jain. Las tecnologías aplicadas a la seguridad han experimentado una evolución imparable, agrega. “Estoy seguro de que también en España hay muchas más cámaras hoy día. El objetivo es identificar a quién está en el lugar de un ataque y poder llegar a identificar al responsable después, al analizar las grabaciones”. Los nuevos avances de la biometría empujan hacia una automatización y aceleración cada vez mayores de estos procesos, para permitir una identificación “en tiempo real” de los sospechosos, añade Jain.
En las aplicaciones existen probabilidades de error, aunque mucho más bajas con respecto a cuando se usa un documento
El investigador no esconde el entusiasmo que le generan las nuevas perspectivas de aplicación de la biometría. El reconocimiento facial puede servir para averiguar al autor de la reserva de un billete de avión o al titular de una tarjeta de crédito, pone como ejemplos. El uso de esta tecnología también se está imponiendo para proteger el acceso a los smartphones. “Algunos móviles ya tienen un sistema de desbloqueo basado en el reconocimiento de la cara”, destaca. Jain cree que esta tendencia no se va a interrumpir. “El uso de la biometría empezó con las aplicaciones forenses, luego pasó a los controles fronterizos y ahora se está extendiendo a todo tipo de aplicaciones civiles”, observa.
Nuevos retos ante posibles amenazas
Garantizar la eficacia y la seguridad de estos sistemas no siempre es fácil, asegura Jain. “En todas estas aplicaciones existen probabilidades de error, aunque mucho más bajas con respecto a cuando se usa un documento”, comenta. La preocupación principal está relacionada con la necesidad de desarrollar estrategias de defensa ante “posibles ataques a un sistema biométrico”, explica. Este peligro puede verificarse a través de la reproducción artificial de las huellas y de la cara de una persona con modelos plásticos, o con ataques a las bases de datos públicas, argumenta. “Si se robaran los datos biométricos de un ciudadano, se podrían utilizar para sacar dinero de su cuenta bancaria”, alerta.
La preocupación principal es la privacidad
Los investigadores trabajan intensamente para mejorar la precisión de los sistemas biométricos, según Jain. Un gran reto, agrega, es conseguir la capacidad de gestión de cantidades cada vez más amplias de datos. “En el mundo vivimos 7.500 millones de personas. ¿Podríamos desarrollar un sistema que afirme con seguridad quién es usted entre esos 7.500 millones de personas? Quizás después no haga falta ya ningún documento”, sugiere entre risas.
Una cuestión de privacidad
Cuanto más crece el potencial de la biometría, más se agudiza el debate sobre la legitimidad del uso de los datos que se consigue captar. “La preocupación principal es la privacidad”, asegura Jain. “Con tantas cámaras de seguridad, para la policía es fácil hacer un seguimiento de una persona. Ahora, si se trata de un criminal está bien. Pero si no fuera así, sería una invasión de la privacidad. Se podrían conocer cuáles son las costumbres de una persona, las tiendas a las que uno va, los amigos que uno tiene. Todo eso sería propio de una sociedad totalitaria basada en el uso de la biométrica”, afirma.
El investigador invita a reflexionar sobre las que considera “las grandes cuestiones” dentro de este debate. “Si usted transmitiera sus datos biométricos a un banco, ¿quién sería el propietario? ¿Podría usted pedir al banco que los elimine?”, se pregunta. Y agrega: “¿El banco podría pasar esos datos a la policía? Los habría recogido para una aplicación, pero los compartiría para otras funciones sin su consentimiento”. Jain cree que una eventualidad como esta sería algo que “está mal” y apela a una toma de responsabilidad de los poderes públicos. “La única manera para controlar esto es una regulación por parte de los Gobiernos”, mantiene.
Jain destaca la importancia de que las nuevas tecnologías biométricas se usen para temas de relevancia social. Aplicar el reconocimiento de las huellas dactilares en los países en vías de desarrollo puede solucionar problemas como el intercambio de niños recién nacidos que se encuentran sin identificación. “En los hospitales estos bebés a menudo pueden ser intercambiados. Trabajamos para que se les pueda localizar”, explica. El investigador subraya que una identificación precisa puede permitir asignar de forma correcta recursos fundamentales a las personas necesitadas. Los retos pendientes no lo preocupan. “La investigación es un camino que exige paciencia, persistencia y búsqueda”, decía poco antes en su discurso en la UAM.
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