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¿Qué hay detrás de las caritas sonrientes y los gatos asustados?

El lingüista británico Vyvyan Evans, autor del libro 'El código Emoji', explora las similitudes y las diferencias de estos pictogramas con el lenguaje

Imagen de una parte del lenguaje 'emoji'.
Imagen de una parte del lenguaje 'emoji'.

Ya tienen película, día del año y hasta enciclopedia. Los emojis, ese conjunto de pictogramas popularizado a través de servicios de mensajería y redes sociales, han dejado de ser un fenómeno llamativo para convertirse en una herramienta cotidiana. “Llegaron para quedarse”, considera el lingüista británico Vyvyan Evans, quien se ha dedicado recientemente a analizar este sistema desde una perspectiva de la comunicación. ¿Son los emojis equiparables al lenguaje? En  una entrevista con EL PAÍS, el especialista señala que no lo son, pero asegura que tienen muchas características que los convierten en el sistema de comunicación esencial de la época digital.

Evans recuerda cuándo comenzó a interesarse por los emojis. Era 2015 y trabajaba en otra investigación muy distinta a la que luego lo llevaría a desentrañar los significados de las caritas sonrientes. Un caso en Nueva York había despertado el interés de The Guardian, tanto como para solicitar los servicios de un lingüista. Un adolescente había sido arrestado por publicar en Facebook emojis de pistolas apuntando contra un agente de policía. Las fuerzas de seguridad de la ciudad habían entendido que era una amenaza. ¿Cómo podía suceder algo así? El experto en comunicación tuvo que escribir una columna sobre el tema. Con el tiempo, ese texto se nutrió de más análisis e información hasta llegar a convertirse en El código Emoji. La lingüística detrás de las caras felices y los gatos asustadizos. El libro, editado este mes en Estados Unidos, repasa la historia de estos signos y analiza el modo en el que expanden el potencial de los seres humanos para comunicarse.

Nacio en 1999, y con el smartphone se convirtió en un fenómeno mundial

“En términos de comunicación no verbal, es algo que es tan antiguo como la propia comunicación”, sostiene Evans desde su estudio en el Reino Unido. La función de estos pictogramas no es sino replicar las interacciones cara a cara. “Muchos de los sentidos emocionales, de las expresiones que intervienen cuando hablamos con gente cara a cara no viene del lenguaje, sino de elementos no verbales”, recuerda el experto. Por ejemplo, el tono de voz, los gestos y el lenguaje corporal. Todo eso quedó fuera cuando el texto empezó a dominar los medios digitales. Entonces, en 1999 aparecieron ellas, pequeñas imágenes parecidas a infografías que representaban expresiones faciales o elementos de la naturaleza. Hacia 2011 ya eran un fenómeno mundial. “Esto es una consecuencia de la tecnología disponible. Tenemos tecnologías digitales que usamos cada vez más para comunicarnos entre nosotros, entonces necesitamos más que solo texto, porque la comunicación es más que solo lenguaje”, sintetiza Evans.

Sin embargo, hay muchas diferencias con un lenguaje y, sobre todo, muchas restricciones. En principio, el lingüista subraya una distinción central: la cantidad de emojis está regulada. Las imágenes que pueden ser utilizadas están limitadas y definidas por el consorcio Unicode, compuesto por las principales empresas tecnológicas y encargado de coordinar la codificación de caracteres. Allí se decide cuáles ingresan al código y cuáles sufrirán cambios. El ejemplo más claro es el del revólver, que luego del episodio en Nueva York desapareció de la lista y fue reemplazado por una inofensiva pistola de agua que cambió su significado por completo. “Es un juguete. Es un poco difícil hablar de violencia de armas con eso”, explica Evans.

No puede haber un emoji para el Rey de España o para la Reina de Inglaterra ni para John Lennon

Para el investigador, los emojis también tienen un límite en el alcance de lo que pueden expresar. Esto no sucede porque sean incapaces de transmitir conceptos complejos. Evans pone el ejemplo de la cara con lágrimas de risa. “Si tomamos un idioma como el inglés o como el español, se requieren varias palabras para transmitir la misma idea”, asegura. El problema es que el emoji es pictográfico, es un icono que representa la manifestación física de una idea. “La palabra gato está atada a la idea de gato, pero no hay nada en las letras que la componen que se parezca al animal”, explica Evans. En cambio, en los emojis la representación física sí se parece a lo que está evocando. Por eso, la semejanza es más difícil en el caso de los conceptos abstractos. “No es algo sencillo, porque las representaciones icónicas tienen que parecerse. ¿Cómo se verían el chauvinismo o el feminismo, en términos de una representación física?”, se pregunta el experto.

También hay prescripciones establecidas por el consorcio Unicode que restringen lo que puede convertirse en emoji. No puede haber marcas ni personas, estén vivas o muertas. “No puede haber un emoji para el Rey de España o para la Reina de Inglaterra ni para John Lennon”, puntualiza Evans. A pesar de todas las restricciones, el uso del sistema está consolidado. Este éxito, para el investigador, se explica por la naturaleza visual de los seres humanos.

“La comunicación visual es muy importante para nosotros como especie”, afirma Evans. El experto se apoya en una serie de datos para esa conclusión: dos tercios de la actividad neuronal del cerebro están relacionados con la vista y el 40 por ciento de las fibras nerviosas del órgano están conectadas de algún modo a la retina. “La información visual es muy poderosa para nosotros, la procesamos muy rápidamente. En algunos casos, más rápido que el lenguaje”, insiste. Por eso, para él, estos signos no solo llenan el hueco de una interacción cara a cara ausente, sino que tienen una capacidad de comunicación muy poderosa. “Si se los restringe, se vuelve más difícil para la gente expresarse y hablar sobre sus ideas”, considera.

Por ese motivo, el experto no solo cree que los emojis “definitivamente llegaron para quedarse” sino que avizora cambios que mejorarán esta herramienta. En el corto plazo, afirma Evans, lo más probable es que aparezcan los emojis dinámicos y que las empresas desarrollen imágenes que puedan representar el humor de una persona mientras está escribiendo, casi como en modo predictivo. Una cosa para el experto es segura: “En la próxima década, este espacio evolucionará rápido”.

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