_
_
_
_

‘Gears of war’, masoquistas a la guerra

El cuarto capítulo de la saga mantiene la adrenalina de sus antecesores El juego deja elegir al usuario si combatir en condiciones extremas

Tommaso Koch
Una imagen de 'Gears of war Judgment'.
Una imagen de 'Gears of war Judgment'.

Matar bichos ya no vale. Por mucho que los monstruos tengan lanzagranadas o ametralladoras, y una cara nada amigable, eliminarlos es cosa de niños. Más aun para un gear, un experimentado soldado con una armadura enorme y un bíceps que obligaría a Van Damme a sesiones extra en el gimnasio. Así que, ante la cuarta entrega de sus aventuras, Gears of war Judgement, a la venta solo para Xbox 360 en España desde el pasado 22 de marzo, los programadores han introducido un nuevo elemento de diversión: el masoquismo.

El juego, para aquellos que lleguen con algún año de retraso o acaben de descubrir qué es una Xbox 360, enfrenta a los pocos supervivientes del planeta Sera con las locustas, criaturas babeantes y armadas hasta los dientes que salieron del subsuelo para acabar con la humanidad. Con su climax de frenesí y balas, adrenalina e inmediatez, el primer Gears of war (2006) gritó al mundo que la nueva generación de consolas había llegado. El capítulo original y sus dos secuelas llevaban a un grupo de soldados especialmente aficionados a las misiones suicidas y los chistes macabros por ciudades y escenarios maravillosamente reproducidos por el Unreal Engine (el motor gráfico) para intentar devolverles el favor a las locustas.

Durante los primeros tres capítulos de Gears of war el equipo Delta, liderado por el carismático Marcus Phoenix, un expreso que es liberado de la cárcel justo al principio del juego original, afrontó todo tipo de asquerosidad emergida de las entrañas de Sera, sufrió bajas trágicas y experimentó sorprendentes reencuentros. Entre gigantescas arañas y enormes bípedos dotados de misiles, el usuario avanzaba por un mundo cada vez más decadente y agonizante, procurando mantener viva la esperanza a base de ametrallar o serrar todo lo que se interpusiera en su camino.

Lo que, básicamente, no deja de ser el principio fundamental de Gears of war Judgement. Con otros protagonistas, Baird y Cole, ya familiares para los fans de la saga. En otra época, antes incluso del primer Gears of war, y tan solo 30 días después de la emersión de las locustas. Pero sobre todo con una gran novedad, a discreción del usuario. Ante cada enfrentamiento de este frenético shooter en tercera persona el jugador puede buscar una calavera roja pintada en una pared y optar por un tiroteo normal o uno que siga la ley de Murphy. Por poner un ejemplo, ¿para qué afrontar un ejército de monstruos con el soporte de otra patrulla cuando se puede hacer en solitario, y con menos armas? No sean cobardes: ¿prefieren meterse en un cuarto lleno de oscuros maratonistas con hachas que solo desean cortarles o hacer lo mismo pero añadiendo kilos de polvo que hacen imposible ver nada hasta que no se tenga el monstruo a un centímetro o directamente la pantalla de game over?

Más allá de subir el nivel del desafío, el elemento introducido por People Can Fly, talentosos programadores polacos con los que Epic Games ha colaborado para esta cuarta entrega, aumenta también las veces que se podrá volver a jugar el título, hasta completarlo de la forma más difícil posible: es decir, en la llamada modalidad locura y escogiendo complicarse la vida siempre que se pueda.

Para alargar la jugabilidad de Gears of war Judgement está también (o sobre todo, según el tipo de usuario) la modalidad multijugador. En este aspecto el título mantiene la excelencia y la rapidez de sus antecesores, que ya llevaron a millones de usuarios a masacrarse online en feroces enfrentamientos de cinco contra cinco, en decenas de mapas y opciones distintas. Los que ya hayan jugado algún capítulo de la saga se encontrarán con un inédito choque todos contra todos y echarán de menos las modalidades Bestia y sobre todo Horda –los gears tenían que sobrevivir en una arena a 40 oleadas cada vez más poderosas de locustas – inexplicablemente sustituida por la parecida pero menos intrigante Supervivencia.

A cambio, Gears of war Judgement ofrece la mejor gráfica de la saga, con luces y escenarios completamente realistas, y lleva al extremo la receta marca de la casa: los bichos salen por todos los lados y, gracias a la reaparición casual, volver a jugar una secuencia no significa encontrarse por fuerza con los mismos enemigos ni que salgan del mismo sitio. La alegría, por desgracia, dura relativamente poco, ya que unas ocho o nueve horas son suficientes para terminar la aventura. Quizás incluso menos, si van a lo fácil y aceptan ayudas y fusiles aliados. Pero, claro, ¿qué clase de gears son?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_