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Carteles pensados toda una vida

“Lo contrario al feminismo es la ignorancia”, se lee en uno de los carteles de la manifestación del 8-M en Madrid

Manifestación del Día de la Mujer, el 8M, a su paso por Cibeles, en Madrid.
Manifestación del Día de la Mujer, el 8M, a su paso por Cibeles, en Madrid.
Íñigo Domínguez

Hay pocas manifestaciones con tantos carteles como una feminista, porque cada una dice lo suyo, cosas que siempre ha querido decir, más o menos toda una vida. Una crónica de color es fácil, basta dejarse llevar por las pancartas. “Soy el tipo de mujer que si quiero la luna me la bajo yo solita”; “Feminismo para el 99%”; “Sale más barato violar que mi carrera universitaria”; “Estoy gorda y me paso tus cánones por las bragas”. “Yo me manifiesto porque mi madre no entiende por qué me manifiesto”, y la que lleva el cartel está embarazada. Un señor mayor: “Más feminismo inclusivo, ya”. Alguna procaz: “Hoy es chocho de marzo”. Intelectualoide: “Neruda, cállate tú”. Juegos de palabras: “Domingo, pero no Plácido”. Sindical: “Hasta los ovarios de contratos precarios”. Crecidas: “La mujer no es igual, sino mejor que el hombre”.

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Es una causa justa llena de gritos, matices, exabruptos y contradicciones. En las manos, el móvil para las fotos y también botellitas de jabón, con paranoia contenida y comentarios en voz baja sobre el coronavirus. Muchísimos grupos de amigas adolescentes con la cara pintada. Hombres con el cochecito del niño mientras la madre se manifiesta al lado. Desfilan colectivos con pancartas de todo tipo: discapacitadas, familias monoparentales, Bloque Bollero, Bisexuales Antipatriarcales, Proletarias del Mundo Uníos, Liberación Animal Es Feminismo, Mujeres por la Cultura. Es un poco de Forges. Luego Bloque Combativo, de negro y más serias. Sigue Barricada de Mujeres, que aclara: “Espacio No Mixto”.

Detrás, cientos de tambores. Más lejos, “Del Barrio a las Barricadas, Por un Feminismo de Clase”, también de negro, más enfadadas: “¡No es una fiesta, es una protesta! ¡Menos batucadas y más barricadas!”. Y por si eran pocos, luego iba Ciudadanos, muy sonrientes. Al verlo te dabas cuenta de que no había tanta gente de ese estilo. El ambiente muy de derechas no es. Los periodistas aguardaban a ver si se liaba, hasta que efectivamente. Allí cerca repartían folletos con unos mandamientos de la mujer liberada. “Qué puto asco”, dice una chica, y lo rompe. Resulta que es de una web de citas extraconyugales. A las 17.29, una niña lograba coronar un castell de chicas y desataba un aplauso.

En esta ensalada morada, un tipo y una señora que descansan en un banco tienen una conversación divertida. Él le dice que ya parece que uno es machista hasta que no se demuestre lo contrario, pero que ya ni sabe cómo demostrarlo, se hace un lío el hombre. No sabe si en una puerta pasa él primero, o al revés. También le parece de iniciados la retórica y que hay olas y vamos por la cuarta, aunque no se había enterado de las otras. Tampoco entiende que el Satisfyer sea un triunfo de la mujer, cuando matarse a pajas siempre fue de pringados. Contesta ella: “Pobrecitos míos, estáis muy despistados, claro. Sí, nosotras también tenemos un poco de lío, pero lo importante es que todos estamos aquí: los hombres de verdad venís a estas manifestaciones”. Último cartel: “Lo contrario al feminismo es la ignorancia”.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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