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Mareos, ansiedad, insomnio... la paciente no es “una histérica”, sufre violencia de género

Las víctimas acuden con mayor frecuencia al sistema sanitario, un entorno privilegiado para detectar y ayudar a las mujeres

Violencia de genero
Pablo Linde

La francesa Gisèle Pelicot, que fue violada durante años por su marido y decenas de hombres con los que este contactaba por internet, iba a menudo al médico con dolores de cabeza, pérdida de memoria y otros síntomas que nunca se relacionaron con la violencia que sufrió. Es un caso extremo: narcotizada, ni siquiera ella era consciente de lo que padecía. Pero muchas otras víctimas de violencia de género sí lo son y, como indican varios estudios, van más al médico que la media, lo que convierte a los centros de salud en un lugar privilegiado para detectarla.

“La violencia de género es un problema de salud pública que tiene cura. Y lo único que puede acabar con ella es el sistema sanitario”, decía este jueves Miguel Lorente, forense y una de las voces más respetadas en la materia, en el congreso nacional que la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen) está celebrando en Granada, y al que EL PAÍS ha acudido invitado por la organización.

Los síntomas con los que las víctimas van al médico son variados. En ocasiones tienen relación directa con la violencia que padecen, como cuando se presentan patologías en el sistema genitourinario (fibrosis vaginal, infecciones de repetición, sangrado, dolor pélvico crónico). O cuando se presentan ciertos dolores físicos, sobre todo en la cabeza y la espalda, donde a menudo son golpeadas para que las marcas sean cubiertas por el pelo y la ropa.

Pero, con frecuencia, la relación de las consultas y la violencia no es evidente. Lorente enumera alteraciones neurológicas, como mareos, pérdida de conocimiento, ansiedad, convulsiones, hormigueos, picor de dedos, problemas de conducta alimentaria, insomnio... Es todo un conjunto “que hace que no solo sean hiperfrecuentadoras [del sistema sanitario], sino que acudan con patologías muy diferentes”, señala.

Esa diversidad de síntomas facilita que a menudo la violencia de género pase desapercibida para los médicos. Según datos de Semergen, el 93% de las mujeres que sufre violencia machista acude al centro de salud, pero sus médicos de primaria solo detectan un 5% de los casos que se advierten en el ámbito sanitario. El 95% restante se detecta en urgencias, cuando las consecuencias generalmente son más graves para la salud.

“Cuando una mujer va al médico con mucha frecuencia por motivos distintos ―un día le duele la cabeza, otro la espalda, otro no duerme bien, otro tiene cosquilleos en la mano derecha, al siguiente en la izquierda...―, algunos médicos piensan que es una histérica, pero es probable que sufra violencia de género”, explica Lorente.

Para identificarla existe un protocolo de la Organización Mundial de la Salud que fue implantado en España en 2021. Se llama cuestionario WAST. Incluye dos preguntas simples: “¿Cómo es su relación de pareja?, ¿cómo resuelven los problemas?” En función de las respuestas, el médico debería ir indagando y, llegado el caso, cuestionar directamente: “¿Ha sufrido violencia por parte de su pareja?“.

El protocolo no está solo pensado para mujeres con síntomas como los anteriormente descritos, sino para cualquiera mayor de 15 años que pase por la consulta. Como ha dicho la doctora Rosario Blasco, igual que se hacen cribados de cáncer de mama y están ampliamente aceptados, averiguar si la paciente sufre violencia de género “debería estar dentro de la actividad habitual”.

Uno de los obstáculos para mejorar la detección puede ser la escasez de tiempo en Atención Primaria. Aunque el que los médicos pueden dedicar a sus pacientes varía mucho en función de los centros de salud, el sistema tiene un déficit de doctores, al mismo tiempo que un crecimiento de la demanda asistencial, que se disparó desde la pandemia y no ha parado de subir. Cuando ven a 40 o 50 personas al día (en ocasiones más), muchos se quejan de no tener capacidad para añadir tareas como esta.

Problema en los adolescentes

El seminario en el que han participado Blasco y Llorente abordaba un problema emergente: el de la violencia de género entre adolescentes. Según el barómetro Juventud y Género, de 2023, casi la mitad consideraba que el problema de la violencia hacia las mujeres no era superior al de los hombres y casi un tercio piensa que ellos no cuentan con presunción de inocencia.

“Cada vez hay más adolescentes que creen que cierta violencia en la pareja es normal”, se queja Lorente, que considera que esto puede suponer una regresión a los avances que se han hecho en los últimos años, desde que él mismo escribió un libro bajo el título Mi marido me pega lo normal, publicado por primera vez en 2001.

Lo que antes era un sentimiento que podía estar presente en algunos chicos, razona el forense, “ahora es un relato que se ha ordenado y dotado de significado en la manosfera”, el conjunto de comunidades y foros en línea donde hombres comparten ideas, a menudo antifeministas, sobre género, relaciones y masculinidad.

Francesc Xavier Díaz, médico de familia en el Centro de Salud Collbató-El Bruc, de Barcelona, ha incidido en que la violencia en la adolescencia se asocia con aumento de síntomas de depresión, ansiedad, baja autoestima, trastornos del sueño e ideación suicida. Son posibles signos que si aparecen en consulta deberían alertar a los médicos de que puede haber un problema subyacente de violencia, que puede ser o no de género.

Cuando se sufre a estas edades, es más probable la persistencia de trastornos psiquiátricos en la edad adulta, aumenta el riesgo de exclusión social, la precariedad laboral y las dificultades para mantener relaciones sanas, ha enumerado Díaz. Quienes han sufrido violencia en la adolescencia, además, tienen más posibilidades de implicarse en relaciones con parejas violentas años después.

En lo que va de año, 29 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas. Desde que arrancó la estadística oficial, en 2003, son 1.324 mujeres.

El teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 53 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y por WhatsApp en el número 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.
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