En España hay un déficit de 4.500 médicos de familia, y en los próximos años faltarán mil más
Las plantillas están un 10% por debajo de lo que sería necesario para cubrir la demanda, según un informe encargado por el Ministerio de Sanidad
Los vecinos del barrio de Abrantes, en Madrid, aseguran que en ocasiones tienen que esperar hasta cuatro semanas para ver a su médico de familia o su pediatra. Desde hace meses, algunos de ellos se concentran cada jueves en el centro de salud para reivindicar la cobertura de las plazas vacantes y para solucionar un problema que ejemplifica una realidad que, en mayor o menor medida, afecta a casi toda España: existe un déficit de 4.502 médicos de familia, según un informe que el Ministerio de Sanidad ha presentado este jueves a las comunidades autónomas y al que ha tenido acceso EL PAÍS.
Esto quiere decir que sería necesario aumentar un 10% la cantidad de doctores para cubrir todas las plazas. La situación irá a peor en los próximos años: el déficit seguirá creciendo hasta 2028, cuando harán falta 5.500 médicos de familia para atender la demanda. A partir de ahí comenzará a corregirse este desequilibrio, aunque en 2035 todavía habrá 2.000 profesionales menos de los requeridos, según las proyecciones del Informe de necesidad de médicos especialistas en España 2023-2035.
La medicina de familia (cuyos profesionales trabajan tanto en Atención Primaria como en Urgencias hospitalarias) no es la única con falta de profesionales. En total, en todo el sistema hay un déficit de 5.874 doctores, pero es sin duda familia la que concentra el grueso de las carencias. Inmunología, cirugía, análisis clínicos, farmacología y psiquiatría, entre otras, son especialidades que también cuentan con menos efectivos de los que serían necesarios. Mientras, algunas como aparato digestivo, endocrinología, neurología o ginecología gozan de superávit.
Las carencias generales del sistema se irán reduciendo año a año, hasta llegar al equilibrio en 2032 y superar el número de médicos necesarios en más de 6.000 efectivos en 2035, si se cumplen las previsiones del documento. Esta hipótesis suma todas las especialidades y compensa los déficits con los superávits. O lo que es lo mismo, en algunas (como familia) seguirán faltando profesionales para esas fechas, mientras que en otras habrá bastantes más médicos de lo que sería necesario.
Para llegar a esas conclusiones, las investigadoras, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, cruzan variables para calcular la demanda de asistencia ―como la evolución de la población y su edad― con la oferta ―en la que incluyen el número de médicos que está previsto que entren en el sistema y restan los que se van a jubilar―. El estudio, que tiene como misión servir al Ministerio de Sanidad y a las comunidades autónomas adecuar su oferta formativa y de empleo a las necesidades del sistema, actualiza otro que presentaron en 2022, que estaba sujeto a distorsiones como consecuencia de la pandemia.
La covid fue el gran detonante de la crisis de la Atención Primaria en España. Cuando pasaron las primeras olas ―que colapsaron los hospitales― y las infecciones fueron haciéndose cada vez más leves, la demanda en los centros de salud se multiplicó. Y esta alta afluencia a los ambulatorios se ha mantenido desde entonces, con plantillas cada vez más mermadas. Lo que debería ser idealmente una atención en el día, o en un máximo de 48 horas, se ha disparado. Según el barómetro sanitario del CIS, siete de cada 10 pacientes que utilizaron su centro de salud tuvo que esperar más de 24 horas para ser atendido. Este grupo tuvo que aguardar una media de 9,12 días para ser ver a su médico.
El panorama, sin embargo, varía mucho en función de las comunidades. “Destacan por sus buenas dotaciones de médicos de familia Castilla y León, Extremadura y Aragón frente a Baleares, Madrid y Canarias. En cuanto a pediatras por 1.000 niños, están mejor dotadas Navarra, Comunidad Valenciana y Canarias, y en el extremo inferior Baleares y las dos Castillas”, reza el informe.
El estudio que Sanidad traslada ahora a las comunidades autónomas llega a las puertas del verano, una temporada crítica en cuanto al número de profesionales, ya que las plantillas quedan diezmadas por las vacaciones. El ministerio tendrá una reunión con los consejeros la semana que viene para abordar este asunto, que se ha convertido en un arma política arrojadiza.
Algunas autonomías gobernadas por el PP (y el propio partido) achacan a Sanidad la carencia de profesionales y le pide que convoque más plazas de MIR, que son las que configuran el número de efectivos que podrán trabajar en la sanidad pública una vez terminada su formación. El problema, sin embargo, es algo más complejo. Los déficits que ahora soporta la atención primaria vienen (más allá de la demanda) de las jubilaciones de los médicos de la generación del baby boom, que no ha sido compensada con una incorporación de jóvenes residentes, ya que en los años de la crisis ―entre 2010 y 2016― se recortó drásticamente el número de plazas.
Desde 2017 viene subiendo, pero esto no acaba de solucionar el problema: por un lado, las plazas MIR que se ofertan hoy no se convertirán en profesionales listos para su incorporación hasta dentro de cuatro años. Por otro, en los últimos tres, medicina comunitaria y de familia deja vacantes. Fueron 91 en 2021, subieron a 131 en 2022, y han sido 246 este año.
Y no solo quedan plazas sin cubrir, sino que familia, la especialidad que más plazas oferta, es asimismo la que más renuncias tiene (de los que rechazan la plaza para repetir el examen al año siguiente, un 45% es de familia), y la que más abandonos genera una vez que son cubiertas: 241 residentes dejó su plaza en 2022, según el Centro de Estudios del Sindicato Médico de Granda. En España, esta carencia se siente particularmente en las regiones rurales y remotas.
Incentivos para ser médico de familia
La aparente falta de atractivo de la especialidad no solo ocurre en España. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha alertado sobre la creciente preocupación en muchos países por la escasez de médicos generales o especialistas en medicina familiar y comunitaria. Tras la pandemia, la mayoría de los países de la OCDE informaron que estaban diseñando incentivos para alentar a más estudiantes a elegir la práctica general durante su pasantía y residencia de posgrado, con el fin de afrontar esta escasez.
Los abordajes están siendo variados, pero no logran de momento solucionar la situación. Este jueves, la Federación de Asociaciones en Defensa de la Sanidad Pública (FADSP) ha presentado un documento para “salvar la atención primaria” con una docena de propuestas, que incluyen la incorporación de aproximadamente 8.000 médicos especialistas en Medicina Familiar y Comunitaria y 15.000 profesionales de enfermería, además de otros sanitarios, como fisioterapeutas, matronas, trabajadores sociales, profesionales de salud mental, logopedas, ópticos-optometristas, podólogos, que actualmente no están disponibles o solo son accesibles por derivación externa.
Para conseguir cubrir las plazas y que más estudiantes se interesen por la Atención Primaria, la FADSP plantea incluir en los planes de estudio de las carreras más peso en esta especialidad, que hoy por hoy casi no se toca. Es una demanda de largo recorrido compartida por las sociedades científicas de medicina familiar, que llevan años quejándose de grados universitarios “hospitalocentristas” que enfocan a los alumnos a otras ramas.
Son estrategias de medio y largo plazo. Mientras, vecinos como los de Abrantes siguen desatendidos. En la última concentración, este jueves, reclamaban: “Que cuando pidamos cita no tengamos que esperar meses; que cuando acudamos al centro de salud, la médica o médico que nos atienda no sea diferente en cada visita; que haya pediatras que atiendan a nuestras niñas y niños; que en las urgencias extrahospitalarias de barrios y pueblos haya médicos y médicas, y que los equipos estén completos; que cuando acudamos a las urgencias de un hospital no tengamos que esperar horas en los pasillos”.
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