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Diego Montaña, principal acusado de la muerte de Samuel: “Quiero pedir perdón. Si yo no hubiera empezado esto, él estaría vivo”

Tres acusados declaran entre lágrimas y se desvinculan de los golpes finales. Kaio Amaral niega haber “tocado” a la víctima y Alejandro Freire se confiesa “arrepentido”, pero asegura que el enfermero de 24 años “no murió” por su “culpa”

Diego Montaña llora al final de su declaración en la sesión de este miércoles. Foto: Cabalar (EFE) | Vídeo: EPV

Expectación máxima en la Audiencia Provincial de A Coruña en la recta final del juicio por el asesinato de Samuel Luiz, cuando ya solo faltan dos jornadas, hasta el viernes, en las que expondrán sus conclusiones las tres acusaciones y las cinco defensas, antes de que el lunes la magistrada Elena Fernanda Pastor entregue al jurado popular el objeto del veredicto sobre el que debe pronunciarse la semana que viene. Este miércoles llegaba al fin la declaración de los tres acusados que están en prisión desde que fueron detenidos en julio de 2021, Diego Montaña, Alejandro Freire Yumba y Kaio Amaral. Sus abogados les recomendaron no hacerlo al principio, como suele ser habitual y como sí hicieron los otros dos acusados, Katy Silva y Alejandro Míguez, los únicos que se encuentran el libertad provisional. Antes de declarar, durante casi un mes de juicio, los tres han podido escuchar todo lo que se ha expuesto en la sala contra ellos. Esta era su ocasión para contar sus versiones y sembrar dudas en el jurado sobre sus respectivos papeles en el crimen. Han llorado, se han declarado “inocentes” del delito de asesinato, y los dos que han admitido pegar a Samuel en algún momento de la agresión han pedido perdón.

Montaña, el joven coruñés que empezó la agresión contra Samuel Luiz, un enfermero de 24 años al que no conocía de nada, en la zona de copas en la madrugada del 3 de julio de 2021, se enfrenta a una petición de pena de 25 años (22 por el asesinato y tres por la agravante de discriminación por la condición sexual del fallecido, al que llamó repetidas veces “maricón”). Para Amaral, por su parte, se piden 27 años, los 22 del asesinato y cinco por el robo con violencia del teléfono móvil de la víctima. Sobre Yumba, al que los testigos sitúan atenazando a Samuel por el cuello, desde atrás, para ponerlo a merced de los golpes de Montaña, se cierne una condena 22 años entre rejas como coautor del crimen. Esta mañana todos se han desvinculado de los puñetazos y patadas finales, es decir, del momento en que Samuel ―con la cabeza reventada por lo que el forense definió como hemorragias acumulativas por la suma de unos 21 golpes en el cráneo― quedó derrumbado y abandonado en el suelo mientras se producía la estampida de la jauría humana que acabó con su vida.

El último en sentarse ante los micros, esta mañana, ha sido Diego Montaña, que ya tenía 25 años en el momento de los hechos. Montaña, que solo ha contestado a las preguntas de su abogado, ha dicho como todos que es “inocente” de la muerte de Samuel, pero ha confesado haber empezado la agresión y haber golpeado repetidamente a su víctima. Sin embargo, se ha escudado en las lagunas de su memoria ―respecto a la noche que cambió su vida definitivamente― para desvincularse del final de la pelea, cuando Samuel recibió el definitivo golpe tras el que se desplomó y entró en muerte cerebral debido a que la presión, en el cráneo, era tan grande que impedía que le llegase la sangre.

Montaña ha declarado que, en el pub Andén del paseo marítimo de A Coruña, bebió casi la botella entera de whisky que compartía con su novia, Katy. El portero lo expulsó del local por una discusión que tenía con ella, aunque él no lo recuerda claramente, y entonces fue cuando vio a Samuel Luiz y a la amiga de este, Lina, en las escaleras que llevan a la playa. Creyó, ha dicho el acusado, que era “una pareja” que le estaba “grabando”. “La siguiente imagen que tengo es estar golpeando a Samuel”, ha asegurado, “no sé si patadas o puñetazos, no tengo nada continuo de esa noche”.

“En ese momento [al principio de la agresión mortal], en esa imagen que tengo, era yo solamente” el que pegaba, ha admitido. Luego “se formó un tumulto de mucha gente, había mucho ruido, no puedo negar nada pero tampoco afirmar qué hice”, ha continuado explicando sus vagos recuerdos el principal acusado. “Escucho correr gente, muchísima gente a mi alrededor”, “no recuerdo [haber participado en] ningún altercado más. No puedo decir que no, pero tampoco decir que sí”, ha dicho, emocionándose una y otra vez el procesado que menos ha gesticulado y que más impasible ha parecido durante las anteriores sesiones de este largo juicio. Según su versión, con las lagunas que dice tener, Diego Montaña vio que la trifulca se desplazó (la agresión se prolongó, con Samuel intentando escapar, a lo largo de 150 metros del paseo) hacia la otra acera de la avenida marítima. “En el momento que cruzo”, ha seguido relatando entre sollozos, “veo una imagen que no me quitaré de la cabeza en la vida: el cuerpo de Samuel con tres o cuatro personas” a los lados, “tumbado boca arriba”. En los momentos finales de la agresión grupal, el hombre que se enfrenta a 25 años de condena se sitúa a “como a ocho o 10 metros” del cuerpo que ve tirado en la calzada.

Montaña ha contado que se enteró “de verdad” del trágico final de la pelea “al día siguiente” en la prensa. “Yo estaba asustadísimo, en mi vida me pasó tal cosa, borré cosas del teléfono, pero ni sé qué borré”, ha justificado la posterior manipulación de su móvil. Y al final de su declaración ha acabado derrumbándose: “Yo lo que quiero es pedirle perdón a la familia de Samuel, porque todo esto empezó por mi culpa. Si yo no lo hubiera empezado, nada de esto hubiera pasado y él estaría vivo”.

El móvil de la víctima

Kaio Amaral ha admitido que se llevó el móvil que encontró “debajo de un árbol”, en el lugar en el que empezó la agresión, con la intención de venderlo. Ese fin de semana llegó a desmontarlo para despacharlo por piezas, una práctica que no le era ajena porque, según ha confesado, ya lo había hecho más veces con otros aparatos de los que se había apropiado, y ya había vendido “más cosas robadas”. También ha admitido que, para no entregárselo a la policía, acabó tirándolo.

Pero según su versión, nunca dio la patada, con la pierna izquierda, que la policía asegura que le ve preparando para patear a Samuel en el vídeo de una cámara urbana. Hoy su abogado ha pedido que se reprodujese en la sala ese vídeo y se ha tomado su tiempo para examinar, con calma, la escena. Hay una farola en medio que tapa en parte los movimientos de Amaral. “Al 100%, nunca toqué a Samuel ni para quitarle el teléfono ni para pegarle”, ha afirmado, llorando, el acusado que se enfrenta a 27 años de cárcel.

Kaio Amaral, enfrentado con sus dos examigos (Montaña y Yumba) desde que los señaló en su declaración en la policía, está recluido en otro centro penitenciario. Este miércoles, ha situado de nuevo en la agresión a ambos, y ha dicho que intentó apartarlos. También ha declarado que uno de los menores ya juzgados golpeó con un arma (el kubotán) a la víctima grupal en la cabeza, pero que no vio a Alejandro Míguez involucrado en la bronca y que Katy Silva intervino, como él, “separando” a Montaña.

Kaio, a “unos 20 metros”

Cuando el tumulto avanzó a lo largo del paseo, Amaral ha insistido en que fue tras el grupo, acompañado de su novia, siguiendo la pelea caminando “tranquilamente” a “unos 20 metros, más o menos”. Mientras tanto, ha llegado a decir, iba “gritándoles que parasen”. Al final, ha admitido, llegó a ver “cómo Samuel se desploma”, sin “nadie alrededor”, solo protegido por los dos migrantes senegaleses, las únicas personas que ayudaron realmente a la víctima durante una agresión que se desarrollaba a la vista de la gente en la calle. Según Kaio, al final alcanzó a ver cómo “Yumba le lanzó unos puñetazos a Magatte”, uno de los senegaleses, y ahí se acabó todo.

Poco después, Kaio, con otros miembros de la pandilla, fue al hospital porque la novia de uno de ellos sufría una intoxicación etílica. Uno de los colegas le dijo que unas chicas habían visto que “se habían llevado tapado a Samuel”, pero según él no interpretó que estuviese muerto: “No le di importancia, la verdad, pensé que era una manta térmica o cualquier cosa. No pensaba que fuera tan grave, la verdad”.

El momento en el que Kaio Amaral, el único que respondió a todas las partes, dejó de estar sereno y se le quebró la voz por el llanto fue cuando la fiscal le preguntó por sus publicaciones exculpatorias, en Instagram, en los días posteriores. “Mi madre me llamó muy preocupada, me viene a buscar al trabajo porque está mi foto en todos lados”, ha recordado. “Yo subí un texto a las redes y me puse en contacto con conocidos para que lo publicasen también”. Aquel escrito, lanzado al aire en medio de la conmoción social y las manifestaciones por un crimen supuestamente teñido de homofobia, decía: “Las grabaciones me dan la razón, no soy homófobo ni mucho menos un asesino, en todo momento intenté que lo dejaran en paz”.

“Estoy muy arrepentido, muy arrepentido”, ha zanjado entre lágrimas Alejandro Freire, el primer acusado en declarar este miércoles ante el jurado compuesto por seis mujeres y tres varones: “Con la mano en el corazón quiero pedir disculpas a toda la gente a la que he hecho daño y que he podido hacer sufrir. Pero también quiero decir que creo que Samuel no murió por mi culpa”. Yumba ha contado que aquella noche fatal salió con un gramo de cocaína pero que “entre invitaciones y tal, al final serían como 10 o 15 rayas”. A esto, esa madrugada sumó más de media botella de whisky y varias cervezas. “Estando sobrio nunca habría agredido a Samuel”, ha recalcado. “Lo agarré de forma instintiva porque pensé que se estaba peleando con Diego, y nos caímos al suelo. No lo estrangulé ni intenté ahogarlo”. Yumba, que en su día delató a Kaio Amaral, ha dicho hoy que no vio a su examigo pegar a Samuel. Y ha clamado su inocencia al principio y al final de su intervención: “Me declaro inocente de la pena de asesinato de la que se me acusa”.

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