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Diana Díaz, psicóloga infantil: “Un signo muy característico de que niñas y niños sufren violencia sexual es el cambio súbito de comportamiento”

La directora de las líneas telefónicas de ayuda de la Fundación Anar explica cuáles son los signos que pueden alertar de agresiones en la niñez o adolescencia

Diana Díaz en Madrid.
Diana Díaz en Madrid.INMA FLORES
Isabel Valdés

Hay violencias que no se ven porque ni siquiera se perciben como tal, otras empiezan a atisbarse pero todavía cuesta sacarlas de la normalidad en la que llevan encajadas décadas y algunas son cada vez más visibles. Aún así, se conoce una ínfima proporción de las que se ejercen sobre las mujeres, según las estimaciones de organismos nacionales e internacionales. Pero, de entre todas, hay una especialmente oculta, escondida, protegida por la forma en la que se da, por quién la perpetra y contra quién se perpetra: es la violencia sexual contra niñas y adolescentes. Este martes, la Fundación Anar publicó su último informe sobre agresiones sexuales en esas etapas entre 2019 y 2023. Y sus datos reflejan una realidad “aberrante”. Ese adjetivo es de Diana Díaz (Madrid, 1974), la psicóloga especializada en menores y familias que lleva en la fundación 17 años, los últimos siete como directora de las líneas de ayuda. Y esa realidad “aberrante”, recuerda, “no solo se refleja en las estadísticas de Anar, sino en cualquier otra, y también en la experiencia de cualquier profesional o especialista”.

Pregunta. ¿Cuáles son esas cifras?

Respuesta. 4.522 víctimas en ese periodo de cinco años que cubre el informe, la mayoría mujeres (78,7%). Es un crecimiento del 55,1% en los últimos cinco años, y del 353% en los últimos 15.

P. ¿Qué consecuencias tiene? ¿Cómo pueden darse cuenta las madres, los padres, el entorno, de que algo está pasando?

R. Lo más característico es un cambio brusco, súbito, en su comportamiento, lo vemos en el 23,5%. Y luego todas las consecuencias psicológicas y emocionales. El 20,8% sufre ansiedad, miedo, vergüenza, culpa, o desarrollan trastornos de la alimentación, depresión o síntomas de depresión, problemas de sueño. Y además de eso, hay algo que nos preocupa especialmente, que en el 9,1% se identifica una conducta autolítica o de ideación suicida, ante esa situación por la que pasan, con hechos de este calado, con la indefensión que sienten y que a veces la respuesta del entorno tarda en llegar, ellas y ellos llegan a plantearse ideas extremas.

P. ¿En todas las edades se manifiesta de la misma forma?

R. Cuando hablamos de niñas más pequeñas, hablamos de sintomatologías como el dolor o la molestia en las zonas íntimas (6,7%). También la conducta hipersexualizada o manifiestamente sexual o juegos erotizados, que no corresponden a la etapa evolutiva (5,8%). Y a veces, porque no siempre la violencia deja huella física, hay lesiones, en el 5,2% de los casos.

P. ¿Hay más signos, cuestiones a las que a priori, por ejemplo, no se preste tanta atención como se debería?

R. Es muy característico el rechazo social, es decir, el instinto de rechazar a ese adulto por alguna característica, lo vimos en el 3,1% de los casos. Imagina que la violencia la ha ejercido un hombre con mucha barba, puede ser que esa niña empiece a rechazar a adultos con barba. Hay que respetar cuando las menores de edad tienen esa intuición, como la de no querer dar un beso, puede no indicar nada y aún así hay que respetarlo, pero puede sí tener que ver con algo.

P. ¿Cómo de importante es estar atentos a esto?

R. Mucho. La repercusión cuando hablamos de niñas y de jóvenes es a toda su vida, a su desarrollo sexual, social, educativo. Y estos síntomas son los que identificamos en el momento presente, el de ayuda. Ni siquiera hablamos de la repercusión que tendrá a lo largo de los años, porque cada una tendrá su propia evolución, y eso, en gran parte, será de una u otra manera según la respuesta del entorno. El familiar es el primero que tiene que auxiliar y contener.

P. Según su estudio, en seis de cada diez casos la familia tiene problemas para actuar frente a esto. ¿Qué sucede?

R. Nos preocupa especialmente. Cuando sucede una agresión sexual en una familia, impacta. Son hechos muy aberrantes y rompen el equilibrio de la propia familia, y eso mismo hace que surjan todos los mecanismos de defensa que impiden que uno se ponga en marcha en tiempo y forma, o que se tomen medidas, o se vaya a recursos o se denuncie por si, sobre todo, el agresor es de la familia. Hay negligencia o falta de actuación en el 41,5% de los casos.

P. ¿Qué les dicen las familias?

R. Verbalizan mucho miedo a que sus hijas pasen por distintos recursos y se revictimicen, a que les tomen declaración en varias ocasiones, eso nos lo dicen en más del 20% de los casos. También hay negación, mucha, en el 17,9% de los casos. Y aún peor, culpabilización en el 9,8%, se culpa a la propia víctima de lo que le ha ocurrido, que si ha podido provocar la agresión. E, incluso, se llega a la justificación, en el 9% de los casos. Escuchamos por ejemplo que “la niña tiene mucha imaginación”, o que inventa cosas.

P. ¿Qué es lo que sí hay que hacer? ¿Cuáles son los pasos que ha de seguir la familia?

R. Primero, partir de la credibilidad de un testimonio o de una señal, que puede ser ese cambio brusco de comportamiento del que hablábamos antes, o ese rechazo a adultos del entorno, o los dolores. O, por ejemplo, un dibujo que nos parezca raro o indicativo de que algo está pasando. Hay que partir de la credibilidad porque, sobre todo en las más pequeñas, hay veces que no pueden o no saben expresarlo y son los propios síntomas los que van a estar contándonos algo, dándonos pistas. Esto es mucho más común de lo que nos podemos imaginar, bajemos las defensas y salgamos afrontar este problema dando credibilidad de los testimonios.

P. Creer a las niñas, a las adolescentes o a las señales, ¿y después?

R. Nunca, nunca, atosigar a preguntas. No intentar hacer la exploración que han de hacer los profesionales. Somos muy conscientes de que esto es muy difícil porque la angustia te lleva a preguntar millones de cosas. Pero hay que pensar que según sea nuestra actitud, así va a impactar en las y los menores de edad. Hacemos de espejo de ellos, y hay que cuidar muchísimo ese espejo.

P. ¿Cuál es la actitud más adecuada?

R. Vamos a tener actitud serena, lo sé, lo sé que esto es complicadísimo, pero hay que intentarlo. Lo que nos quiera contar lo vamos a recibir y, si acaba de suceder, nos vamos a poner en contacto con los profesionales, sobre todo si acaba de suceder.

P. ¿Por qué sobre todo si acaba de ocurrir?

R. Porque es el momento indicado para recoger declaración; muestras, en caso de que las haya, y la víctima pueda empezar a recibir el apoyo profesional adecuado.

P. ¿Y si no?

R. La actitud serena, el acompañamiento, la credibilidad y el apoyo sea la edad que sea. La falta de apoyo y sensibilidad es lo que detectamos en los primeros momentos porque son hecho graves que descolocan, también porque hay prejuicios, porque son temas muy tabú. ¿Pero qué necesita la víctima? Que estemos. Estar. Bastante está pasando o ha pasado, la frecuencia que vemos es alta, el impacto es grande, la víctima necesita que la protejamos.

P. ¿Cuál es la mejor forma de hacerlo, además de todo lo que ya indicó?

R. Acudir a las autoridades y recursos especializados. Nuestro teléfono y chat está siempre disponible [es el 900 20 20 10 y el 600 50 51 52]. Desde aquí los ayudamos, los orientamos y les indicamos qué recurso específico deben usar, depende de dónde estén será uno u otra, pero siempre serán los que se encargan de estas cuestiones concretas, especializados en menores de edad.

P. ¿Siempre recomiendan denunciar?

R. La denuncia o notificación a las autoridades va a ser nuestra indicación siempre. Porque hay que proteger a la víctima, porque el agresor suele estar tan cerca que la única manera de protegerlas es la vía de la denuncia. Y también porque puede haber otras y otros menores de edad en riesgo.

P. ¿Y si no quieren hacerlo?

R. Nosotros vamos a insistir siempre en la denuncia como vía de protección, no obstante, tenemos una guía de recursos en infancia, de elaboración propia, que incluye todos los recursos que existen y derivamos a los de referencia, y si no los hay, derivamos al hospital que también sea de referencia en esas cuestiones según cada Comunidad Autónoma.

P. ¿Quién puede alertar de esto?

R. Nos suele llamar gente del ámbito familiar, pero puede ser cualquiera. Nos llaman personas que dicen “no sé exactamente lo que puede estar pasando, no puedo confirmar, simplemente me llama la atención esto, esto y esto”. Eso indica que esa persona ha tenido claramente el reflejo de una sospecha, y simplemente eso puede ayudar a frenar una agresión, que se producen evidentemente en el ámbito de la más pura intimidad, y el agresor se ocupa mucho de que así sea, de que nadie sepa. En niños pequeños lo hacen desde el juego, con regalos y persuasión, diciendo “tú eres mi persona favorita” o “esto es un secreto solo nuestro”; y ya cuando crecen, usan más el chantaje o las amenazas con lo que puede llegar a ocurrir si se sabe.

P. Entonces, si alguien tiene una sospecha, lo mejor es llamar.

R. Sí, que la ciudadanía sepa que con una sospecha es suficiente para hacer esa llamada, para alertar. Y con esa sospecha, nosotros podemos remitir al organismo que toque en cada caso. Y ya ahí se va a discriminar más certeramente si esa sintomatología presente, emocional y psicológica, puede indicar o indica violencia.

El teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 53 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y por WhatsApp en el número 600 000 016. Los menores pueden dirigirse a los teléfonos de la Fundación ANAR 900 20 20 10 y 600 50 51 52. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.
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